El dilema de Trent Alexander-Arnold abordado con hechos

El comediante Stewart Lee solía incluir, como parte de su rutina, el recuerdo de una conversación que una vez compartió con un taxista.

Según Lee, la historia ocurrió así. El taxista era un homófobo impenitente. Creía que ser gay era inmoral. Lee intentó señalar que la moralidad no es algo fijo, que cambia con el tiempo. Como ejemplo, señaló que muchas de nuestras ideas de ética tienen su origen en la antigua Grecia, donde el amor homosexual a menudo era venerado*, no aborrecido.

El taxista escuchó, asimiló lo que Lee le decía y luego comentó: “Bueno, se puede demostrar cualquier cosa con hechos”. Lee recordó haberse quedado mudo ante lo que consideró “la forma más brillante de ganar una discusión”.

Con esto en cuenta, he aquí dos datos. Pocos jugadores de la Liga Premier son driblados con más frecuencia que Trent Alexander-Arnold. En lo que va de temporada, tan solo seis jugadores han sido superados por un rival en un uno contra uno con más frecuencia que Alexander-Arnold, el lateral derecho del Liverpool, según datos de Statsbomb. Ocurre más o menos dos veces cada tres partidos, lo cual es verdad que no parece mucho, pero ese sigue siendo el dato.

El inconveniente es que Alexander-Arnold también es uno de los mejores jugadores de la Liga Premier en la recuperación del balón en posiciones defensivas. Según la misma base de datos de Statsbomb, es el vigésimo mejor jugador de campo en recuperaciones defensivas. Lo hace apenas con menos frecuencia que Emiliano Martínez, el arquero del Aston Villa. Y Martínez puede usar las manos.

Ambos datos son ciertos. Sin embargo, solo uno se ha utilizado para construir lo que ahora es un consenso establecido.

Todo el mundo sabe que Alexander-Arnold es una de las armas ofensivas más temibles del Liverpool. En 30 años de historia de la Liga Premier, tan solo 24 jugadores han creado más goles. A sus 26 años, ya se puede decir que Alexander-Arnold es el defensa más creativo que ha visto la liga.

No obstante, al mismo tiempo, parece que se ha llegado al acuerdo de que Alexander-Arnold no es un buen defensa. El único tema a debatir parece ser qué tan malo es: si es simplemente alguien promedio o si es realmente malo.

Esa dicotomía —que ambas cosas puedan sostenerse como ciertas— puede atribuirse a dos nociones. La primera es el peligro del deseo relativamente repentino que tiene el fútbol de cuantificar todo sin entender por completo el significado del montón de números que genera este deporte. La cifra que tan a menudo se utiliza para condenar a Alexander-Arnold, la cantidad de veces que un jugador es superado en el regate, es lo que los analistas consideran una “estadística de conteo”, y una bastante básica.

En otras palabras, existe desprovista de contexto. Es un número en bruto que vaga solo por el mundo. A menudo, no está del todo claro en qué consiste ser “driblado”. Los defensas tienen opciones: a veces permiten que un oponente se les escape para replegarse en un escudo defensivo. Saber cuándo no enfrentarse también es una habilidad.

Y es aún más importante que el frío total de la estadística no indica cuántas veces fue driblado ese jugador en el transcurso de un partido. La misma estadística a menudo se utiliza para ilustrar la imperiosidad del capitán de Alexander-Arnold, Virgil van Dijk. Casi no lo driblan. Sin embargo, eso se debe, al menos en parte, a que casi no enfrenta regates.

Expresados en porcentaje, los números de Alexander-Arnold no son tan sorprendentes. Por lo tanto, tal vez baste sugerir que todos deberíamos aceptar que a veces los laterales son superados por los extremos y que esto no debería tratarse como un fallo moral cuando ocurre.

No obstante, ni siquiera eso tiene en cuenta la otra gran salvedad. Micah Richards, otro jugador del que a menudo se decía que no era un lateral derecho especialmente bueno, recuerda que al principio de su carrera repasaba las noticias de los periódicos sobre sus actuaciones más de lo aconsejable, pues intentaba averiguar qué pensaba la gente de él.

Dejó de hacerlo solo cuando, al hojear un periódico, vio que apenas le habían dado un seis de diez por su actuación de una semana. El periodista indicaba que Richards no había sido una gran amenaza ofensiva. De hecho, “apenas cruzó la línea de medio campo”. A Richards le pareció una crítica extraña. Su entrenador, Roberto Mancini, le había dicho expresamente que no se aventurara demasiado al ataque.

Alexander-Arnold tiene el problema contrario. Ha jugado la mayor parte de su carrera bajo instrucciones estrictas de formar parte del ataque del Liverpool. Se le anima a desplazarse al mediocampo, a encontrarse en posiciones en las que pueda hacer daño al rival. Así es como se ha convertido en el defensa más creativo de la Liga Premier. Eso incluso podría merecerle un fichaje con el Real Madrid.

Sin embargo, eso también ha significado que a Alexander-Arnold a menudo se le critique por estar fuera de posición. La refutación inmediata es sugerir que no puede estar en dos sitios a la vez, pero incluso eso es insuficiente. Alexander-Arnold no está desubicado. Lo que ocurre, la mayoría de las veces, es que se le ha pedido que esté en un lugar en el que no esperamos que esté. Está haciendo su trabajo. Resulta que su trabajo involucra más que únicamente defender.

Aun así, el problema es que se ha consolidado un consenso sobre Alexander-Arnold y no se negará, y mucho menos con evidencia inconveniente.

En lo que va de la temporada, a la hora de detener un uno contra uno, Alexander-Arnold tiene más o menos el mismo porcentaje de éxito que Kyle Walker, el defensa del Manchester City. Por supuesto que Walker es el tipo de jugador que Alexander-Arnold debería aspirar a ser, según suelen decirle. Tal vez sea cierto, pero eso es lo que pasa con los datos: se puede demostrar cualquier cosa con ellos.

*Las voces de quienes tuvieron la desgracia de educarme me obligan a señalar que es probable que esto sea una simplificación excesiva. Diferentes ciudades griegas tuvieron diferentes códigos morales en diferentes épocas. En algunas de ellas, el género importaba menos que la clase social a la hora de determinar qué relaciones sexuales se consideraban permisibles.

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Todo está bien

Casi por donde se le vea, han sido unos meses difíciles para la Liga Premier. En la actualidad, está estudiando cómo reescribir algunas de sus normas debido a una disputa legal problemática con su eterno campeón. Está gastando millones de dólares en honorarios de abogados para luchar en otro juicio contra el mismo adversario.

Los ánimos entre sus miembros tal vez estén más bajos que nunca, pues el frágil equilibrio de intereses propios que la ha convertido en un monstruo se está deshaciendo en medio de luchas internas interminables. Un club de la Liga Premier ha pasado los últimos años coqueteando con la bancarrota. Otros parecen empeñados en encontrar tantas lagunas legales para explotar como sea posible.

En realidad, la Liga Premier podría tener dos reacciones comprensibles ante el hecho de que el Proyecto de Ley de Gobernanza del Fútbol —una legislación que incluye el nombramiento de un organismo regulador del fútbol— ahora este frente a los legisladores británicos. En esencia, una sería: “Sí, de acuerdo, me parece justo”. La otra se podría resumir en: “Toda ayuda es bienvenida”.

Pero la liga no eligió ninguna de esas dos opciones. Recibió la publicación del proyecto de ley insistiendo en que estaba de acuerdo con algunos de sus objetivos. “Fortalecer el involucramiento de los aficionados, proteger el patrimonio de los clubes, evitar las ligas separatistas, fomentar la propiedad responsable”: la Liga Premier está de acuerdo con todo eso, aunque es justo suponer que haya hecho esa lista en orden ascendente de importancia.

Sin embargo, la Liga Premier quiso aprovechar la oportunidad principalmente para enfatizar que todo está bien, para realizar el truco bastante impresionante de colocarse delante de un edificio que parece estar en llamas, con el olor distintivo del humo, y afirmar que no hay nada que ver.

Según la liga, debe haber “controles y equilibrios apropiados en la legislación para proteger la posición que tanto esfuerzo lo costó ganar al fútbol inglés, el cual es objeto de admiración en todo el mundo, una fuente vital de poder blando y un motor de crecimiento económico en todo el país”.

Dejar las cosas exactamente igual es la prioridad de la Liga Premier. Por eso es tan necesario un regulador potente.

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Las matemáticas a favor de Messi

En realidad, la pregunta clave es la siguiente: ¿ganar la MLS Supporters’ Shield —la cual se le otorga al equipo con el mejor récord de la temporada regular en la liga y, por lo tanto, es un logro probablemente más valorado en Europa que en Norteamérica— habría garantizado un lugar en el Mundial de Clubes si la hubiera ganado el Columbus Crew y no el Inter Miami?

La respuesta es, bueno… tal vez. Pero también tal vez no. Es difícil saberlo: la FIFA no le dijo a nadie que ese era el premio hasta que Miami lo ganó, por 8 puntos (o tres victorias). Solo entonces se anunció que el Inter Miami sería el representante del país anfitrión en la visión inaugural de la idea de Gianni Infantino el próximo verano.

Por supuesto que habría tenido bastante más sentido darle ese lugar a quien ganara la MLS Cup —las finales de la liga concluyen con ese partido el 7 de diciembre, tan solo una semana después de la final de la Copa Libertadores, la cual también le dará al vencedor la calificación para el Mundial de Clubes—, pero no es del todo absurdo premiar al equipo más regular a lo largo de la campaña de la MLS.

El problema es la percepción. Después de todo, parece que la FIFA ya estaba decidida a que Lionel Messi, Luis Suárez, Jordi Alba y Sergio Busquets participaran en su jolgorio y que ha encontrado una excusa conveniente para asegurarse de que eso suceda.

Claro está que esa es una prerrogativa de la FIFA, pero, debido a que este torneo solo funcionará si se considera legítimo, parece un paso en falso. Arreglar las cosas para que el equipo más glamuroso de la MLS pueda estar presente parece más propio de un espectáculo de postemporada que de un certamen serio enfocado solo en el aspecto deportivo.

c.2024 The New York Times Company