Cuando la Venus de la Alameda fue blanco de críticas moralistas

CIUDAD DE MÉXICO, julio 23 (EL UNIVERSAL).- Aunque tras su colocación en enero de 1890 fue considerada por muchos una obra de arte de gran valor artístico y estético, la Venus de la Alameda Central generó el disgusto de varios sectores de la sociedad porfiriana que acudieron a los periódicos para solicitar su retiro por considerarla obscena y de mal gusto.

La campaña de desprestigio y las opiniones en pro y contra se intensificó, al igual que los motivos expuestos. Hoy rescatamos algunas de esas notas y testimonios de aquellos días en que estuvimos cerca de perder a la Venus que adorna la Alameda.

Comparativa de la fuente de la Venus en la Alameda Central de la CDMX. Por un lado, la escultura luce en los años 70, manteniendo su belleza para el 2024; en ambas perspectivas, destaca también la Torre Latinoamericana. Fotos: Colección Carlos Villasana/Hugo Salvador, EL UNIVERSAL.

Desde su origen mediante la ordenanza de 1592, la Alameda Central, el jardín público más antiguo de América ha tenido múltiples transformaciones que la han mantenido como uno de los espacios más emblemáticos de la capital.

Entre los más notables cambios estuvo la instalación de varias fuentes. Las primeras estuvieron adornadas con estatuas de personajes de la mitología griega: Glauco, Hércules, Tritón, Arión y Gaminedes, las cuales fueron sustituidas años más tarde por otras con sentido más nacionalista que llevaron los nombres de La Libertad o La Victoria.

Durante el Porfiriato nuevamente se transformó este lugar y trajo nuevas fuentes y esculturas, "debido a la época en que la influencia europea estaba en su apogeo, fueron encargadas grandes estatuas de bronce al viejo mundo, especialmente a Francia, para suplir las antiguas fuentes", según se publicó en el Catálogo de Monumentos Históricos del Departamento del Distrito Federal.

"Cabe referir que muchas de las obras de arte adquiridas durante este periodo y en la primera mitad del siglo XIX transformaron a la Alameda en un corredor artístico de gran trascendencia. La exposición escultural de bronce, mármol y hierro fundido, presente en las glorietas en forma de monumentos, bustos, fuentes, ninfas, macetones y pedestales, con su estilo neocla?sico o su tendencia vanguardista o academicista, se convirtieron —en la medida en que la sociedad de la e?poca les dio acogida— en un patrimonio tangible de nuestra ciudad”, se lee también en Planos de la Alameda de la Ciudad de México: siglos XVIII-XX - Planes y proyectos en el acervo del Archivo Histo?rico de la Ciudad de Me?xico, Ramona I. Pe?rez Bertruy.

Una de las obras más conocidas que llegaron de Europa fue “El Nacimiento de Venus”, del escultor Mathurin Moreau, colocada en enero de 1890, y que la gente la conoce popularmente como la Venus de la Alameda.

En su sección Gacetilla del 14 de enero de 1890, El Diario del Hogar hace alusión a una nota publicada antes en La Voz de México en la que se pide que los diarios capitalinos se unan para que la recién llegada estatua de Venus sea retirada de la Alameda y se traslade a una parte "donde no sea su vista un verdadero y público escándalo".

Sin embargo, el diario rechazó unirse a la petición y en la cabeza de la nota se leía: "Pudor exagerado".

Ese mismo día, el 14 de enero de 1890, El Heraldo publicó una carta que le hizo llegar un grupo de "madres preocupadas", en la que solicitan sea retirada de la Alameda Central la estatua de Venus, al considerarla un "atentado a la moral y las buenas costumbres".

Un día después, El Diario del Hogar retoma la nota y describe a la mujer mexicana como una persona virtuosa, modesta y casta, por lo que pone en entredicho la veracidad de la carta y el hecho que algunas de las damas de sociedad se hayan unido para solicitar el retiro de la escultura.

El diario señala además que la obra de ninguna manera representa en su conjunto: composición, actitud, gesto, accesorios y detalles, lo que se describe como un "atentado a la moral y buenas costumbres,” y señala “sus formas están convenientemente veladas, y su actitud es enteramente casta, con la castidad no alarmada de las vírgenes, y, lo repetimos, sólo las imaginaciones trastornadas por el erotismo religioso podrían alarmarse con la vista de obras de arte como la inocente y casta Venus de la Alameda, más inocente y más casta en su idealidad y en su concepción plástica que muchas obras pictóricas y escultóricas que se exhiben en los templos…".

El Diario del Hogar cierra la nota haciendo un llamado a las autoridades correspondientes para no hacer caso a la petición del retiro de la estatua de Venus, ya que sentaría un precedente negativo ante los intentos de cierto sector de la sociedad que declararon abiertamente la guerra a las obras de arte de este género en espacios públicos.

Finalmente, el 21 de enero de 1890, la publicación La Patria señaló que en los últimos días varios periódicos habían buscado la unión y apoyo de diversos diarios para presionar a las autoridades y lograr el retiro de la estatua de la Alameda.

"Lo que hay de verdad es mucha malicia respecto de los que ven tan enorme y monstruosa obscenidad en la Venus de bronce. ¿Y la del Vaticano? ¿Y las pinturas de la bóveda de la Capilla Sixtina?". Y concluyen de la siguiente manera, “por fortuna que nadie hace caso nunca a clamores estúpidos y de mal género".

Por su parte, en la conocida publicación México en el arte de 1949, José Rojas Garcidueñas menciona este episodio histórico al escribir sobre las fuentes de México.

"Y como un postrer latido del México antañón, surgieron escasas pero muy violentas protestas contra la inmoralidad auspiciada por ese gobierno liberalón que se atrevía a poner, en tan público lugar y a la vista de las personas decentes, a una señora tan poco vestida…".

Para concluir su participación, Garcidueñas describió a la última gran fuente de la época instalada en la capital, La Diana, adornando una de las glorietas del Paseo de la Reforma.

"El escultor llamó a su obra La Flechadora, pero el público, quién sabe por qué causas o por vagos residuos humanistas, prefirió decirle más eufónicamente La Diana y parece que el nombre ha tomado definitivamente arraigo", concluyó el autor.