La selección busca extender el ciclo más exitoso de su historia ante una Colombia que juega el partido de su vida
MIAMI (enviado especial).- El clima es de clásico, no hay dudas, pero en medio de horas convulsionadas en Estados Unidos por el atentado a Donald Trump en Pensilvania. Miami está entronizada como un oasis de consumo y esparcimiento para una porción de argentinos; también para muchos que en los últimos 30 años la eligieron para radicarse. Pero también ha sido refugio de cientos de miles de colombianos que, sobre todo a partir de los años 80, escaparon de la violencia y la pobreza de su tierra. Aquí hay muchos argentinos, que ya han hecho sentir localía a la selección en el partido contra Chile, pero también una marea de colombianos que quieren presenciar el partido más importante de su historia futbolera. Argentina-Colombia será, además de la gran final de la Copa América 2024, el objeto de deseo de dos comunidades que pisan fuerte en esta ciudad. Un choque de alta tensión futbolística, del que se espera no se repitan los encontronazos en las tribunas que transformaron la semifinal con Colombia-Uruguay en un escándalo.
La selección nacional paseó su porte de campeón sin sobresaltos en la primera parte del torneo y tuvo el precipicio ahí nomás cuando Ecuador lo puso en aprietos en cuartos de final. Ante Canadá recuperó la memoria y gran parte de la identidad de juego que caracterizó al ciclo. Pero queda la sensación de que no tuvo un rival de primera línea en ese camino hacia el trofeo continental.
Por el contrario, Colombia afrontó un grupo durísimo en el que se sacó de encima nada menos que a Brasil. Y luego atravesó la batalla de semifinales ante Uruguay con gran personalidad y sabiduría, aun debiendo jugar gran parte del encuentro con un futbolista menos. En una mirada retrospectiva y cortoplacista, el equipo de Néstor Lorenzo llega más curtido a disputar esta final. Argentina, en cambio, lo hace con el peso de su jerarquía y de un plantel acostumbrado a lidiar con las tensiones y el drama.
Si bien Colombia ya fue campeón del certamen hace 23 años, en su propia tierra, no hay dudas de que una victoria superaría enormemente aquel logro. Porque se daría ante el a priori gran favorito, el campeón del mundo. Para todo el universo cafetero, este es el partido de sus vidas. De hecho, el presidente colombiano, Gustavo Petro, decretó feriado para este lunes en su país, más allá del resultado final.
Colombia tiene la disciplina y el orden que impuso José Pekerman a partir de su fructífero ciclo; su discípulo, Lorenzo, parece haberle aportado en estos dos años de gestión coraje para batallar cuando hay que hacerlo. Por sobre todo, ha recuperado a un líder futbolístico como James Rodríguez, crucial en esta campaña y que hasta hace poco estaba muy lejos de su selección; además, ha sabido explotar a Luis Díaz, diamante en bruto del equipo. Y un dato para no soslayar, el juego aéreo: 5 de sus 12 goles en la Copa fueron desde pelota detenida. Así, lleva 28 partidos invicto. La última vez que Colombia perdió, paradójicamente, fue contra Argentina, en 2022. Pero el técnico era Reinaldo Rueda. Tiempo pasado.
La responsabilidad de Scaloni es la de alimentar el fuego sagrado de este grupo para seguir convenciéndolo de que es el más ganador de la historia de la selección argentina. Sabe también que en el caso de que las cosas se compliquen y haya que definir en los penales –esta final es el último partido del torneo en el que puede haber prórroga de dos tiempos de 15 minutos-, tiene la carta brava de Dibu Martínez. Con el agregado del morbo por aquella semifinal de 2021, que le valió al arquero el salto a la idolatría en nuestro país y también quedar como enemigo público en Colombia por sus bravatas a los pateadores rivales.
Es probable que Messi vuelva a posicionarse como delantero más adelantado y Julián Álvarez comience tirado hacia la izquierda. De esa manera, será clave que funcione aceitadamente la sociedad entre De Paul y Di María por la derecha para abastecer al 10 en zonas donde pueda hacer daño. Contra Canadá, en el primer tiempo, resultó. Habrá que ver cuánto puede sumarse Montiel (en el caso de que sea el titular) a esa empresa, teniendo en cuenta que por su lado estará latente el peligro de Luis Díaz –y la suma del buen lateral Mojica-.
Scaloni encontró frente a Canadá un buen rendimiento en la sala de motores del equipo. Por primera vez en el torneo, ubicó a Enzo Fernández en el eje, lugar en el que lo improvisó con éxito durante el Mundial de Qatar. Y el de Chelsea respondió correctamente, con buena presencia, ubicación y rapidez para decidir en una zona en la que la duda mata. Con un De Paul en altísimo nivel, acaso fue Mac Allister el más desparejo como interno por izquierda, un lugar en el que suele destacar. Es el mediocampo campeón del mundo y Scaloni apostará nuevamente por él. La incógnita es si Scaloni trocará posiciones: Mac Allister en el centro y Enzo más adelantado.
Como plus, Argentina vivirá un momento de altísima emoción, que espera se complete con la coronación. La despedida de Ángel Di María de la selección, una carrera con visos de película –de hecho, tendrá su documental en Netflix más adelante-. Fideo, tan castigado durante un largo período de sequía de títulos, tuvo el sprint final que merecía, con Copa América, Finalissima y Mundial en la vitrina, títulos a los que contribuyó con goles inolvidables en las finales.
Scaloni dejó en claro en el último contacto con la prensa que el paso del tiempo y los títulos no han cambiado el ADN de su equipo. Y que la repetición –o no- de una alineación no es una estadística que le preocupe. El equipo, la identidad, por sobre todas las cosas.
Justo en la estación final de la ruta al bicampeonato, Argentina encuentra a un oponente de su talla, por presente y expectativas. Es el momento exacto para sacar el lustre de campeón. La generación ganadora, que quitó la mochila de tantos años de penurias, está acostumbrada a aparecer en momentos cúlmine –Brasil, en el Maracaná-, incluso en instantes críticos –Francia, en Lusail-. El bronce de la historia sigue delante de sus narices.