La selección argentina busca una nueva final: con Messi y Di María de titulares se juega a todo o nada ante Canadá
SHORT HILLS, Nueva Jersey (enviado especial).- Las rutinas pueden ser las mismas que hace 19 días, pero las sensaciones son otras en la calurosa Nueva Jersey. El debut había sido promisorio y si bien se esperaba por Chile -y el morbo que ello constituía desde aquellas dos finales perdidas-, el panorama de la fase de grupos era alentador. Pasaron casi tres semanas y el cruce con Ecuador dejó secuelas, pese a lo que para afuera pueda decirse. Un cimbronazo que no pasó de eso, pero que mostró un precipicio inesperado. La selección se refugia en la tranquilidad de los suburbios en Short Hills, mientras a 40 kilómetros de allí, en la bulliciosa Times Square, cientos de argentinos volvieron a atronar en el corazón del entretenimiento de Manhattan. Calma y concentración; ruido y delirio.
El centro de entrenamiento de New York Red Bull fue el búnker para el último ensayo. En un suburbio llamado East Hanover, donde hubo que superar varios retenes, incluido uno con un perro que, en busca de explosivos, olfateó los autos que arribaban. Una verdadera fortaleza: una docena de vehículos policiales más cinco que escoltaaron a los dos ómnibus de la selección –el del plantel y el de los dirigentes-. ¿Esperarían una multitud? Afuera del predio, unas quince personas aullaron al paso de los campeones.
Está claro que los designios del sorteo le hicieron un guiño a Argentina, que el camino a la final sería menos riesgoso que del otro lado, donde Brasil, Uruguay y Colombia consagrarían a uno entre tres de los cuatro equipos más fuertes del momento en Sudamérica. Y así fue el periplo. Las asperezas propias del estreno, ante Canadá; un dominio que se estiró hasta el sufrimiento para vencer a un tibio Chile; la superioridad de los “alternativos” para llevarse un triunfo cómodo ante Perú, hoy de los más débiles en la región. Y hasta aquí llegó Argentina, mirando de reojo cómo se va desangrando la otra llave del cuadro.
Tiene una gran responsabilidad, aunque ninguno de los protagonistas vaya a decirlo. Argentina está obligado a ganarle a Canadá -este martes, a las 21 de nuestro país, en el MetLife Stadium- para revalidar su estatus. Porque el rival no tiene la historia ni la jerarquía de los competidores que van por el otro lado. Así de simple, más allá de que el fútbol es un deporte de imponderables y donde las fuerzas se suelen emparejar.
Canadá es un equipo con un entrenador obsesivo y que intenta moldear un equipo para dar el salto de calidad definitivo a la mejor generación de futbolistas de su historia. Asumió hace poco, y en esta etapa inicial, donde debería tomar rodaje para cimentar su proyecto, le apareció la exigente Copa América. Ya cumplió con un objetivo: ser, con poco, el mejor de los de Concacaf. Jesse Marsch está en el proceso de diseñar a un equipo que, en inferioridad de condiciones en cuanto a jerarquía, le genere problemas. No le salió con Países Bajos (0-4), pero sí con Francia, al que tuvo contra las cuerdas (0-0), en los amistosos previos.
A Argentina pudo incomodarla con un esquema que compactó los espacios cuando no tuvo la pelota. Y con la sociedad por el costado izquierdo de la mano de la locomotora Alphonso Davies, su capitán. Por ese lado, se sumará el jugador revelación de este equipo, el zurdo Jacob Shaffelburg, autor del tanto ante Venezuela, y que frente a la selección nacional tuvo un destacado desempeño cuando ingresó en la segunda parte. Su gran velocidad puede ser un problema para ese sector en Argentina, en el que se definirá si sigue Nahuel Molina o ingresa Gonzalo Montiel, más avezado para la marca.
Por el otro costado, seguirá Nicolás Tagliafico, no solo porque su rendimiento ha sido parejo, sino porque su competidor en el puesto, Marcos Acuña, se recupera de molestias físicas. Lo que tendrá que cuidar el futbolista de Lyon es el temperamento, pues una tarjeta amarilla lo sacará automáticamente de la final, si es que Argentina sale exitosa de este partido. El otro que está al límite luego de haber sido amonestado es Nicolás González.
La misión para Lionel Scaloni es recuperar el ritmo dinámico de su sala de motores. Contra Ecuador, falló el corazón del equipo, errático, desordenado y superado físicamente. Se baraja la posibilidad de que ingrese Leandro Paredes al eje y que Alexis Mac Allister juegue en su posición natural de interno –como ocurrió en el primer partido ante los canadienses-. Ello le daría mayor orden para salir. Paredes se lució en los minutos que le tocó actuar con cortes y buenos pases largos, –o pelotazos-, esos que Argentina utilizó casi sistemáticamente en el debut –hasta Dibu Martínez tuvo varios-, cuando Canadá le comprimió la cancha. También Giovani Lo Celso está en la cabeza del entrenador como interno por izquierda, si es que decide que Mac Allister siga en la posición de volante central. En el juego de las posibilidades, sería un lugar donde hay tres candidatos: Paredes, Enzo Fernández y Lo Celso.
Scaloni les bajó el tono a las preocupaciones en su encuentro con la prensa. Casi que no quiso hacer referencia a Ecuador, y cuando lo hizo evitó los comentarios negativos. “Se hizo el partido que se tenía que hacer. Lo que dije de que no lo disfruté fue en relación con la definición por penales y no con el rendimiento del equipo”.
¿Y Messi? La encrucijada de esa lesión inoportuna. En un torneo corto, una molestia muscular es definitoria. Messi estuvo condicionado contra Ecuador. Quiso estar –siempre quiere jugar-, pero fue poco lo que aportó. “Leo está bien, será parte del partido”, dijo el DT. Esa situación también pone en un aprieto a Scaloni en su definición de los hombres de ataque. ¿Jugará Di María –como en el debut-, teniendo en cuenta que Messi no está al ciento por ciento? “El que decide si juega soy yo, pero siempre que él me diga que está para jugar va a jugar. No tengan dudas”, cerró el debate el DT sobre la presencia de Messi. Previo al inicio de la práctica posterior, el DT habló con el capitán durante un minuto y medio.
Julián Álvarez volvería al equipo luego de una fallida actuación de Lautaro Martínez ante Ecuador, acaso víctima del funcionamiento colectivo del equipo. El despliegue de Julián y las opciones que brinda por todo el ataque pueden hacer que Scaloni le devuelva al cordobés la titularidad. El desgaste es clave, sobre todo cuando está la posibilidad latente de que Di María y Messi jueguen de entrada. Para Scaloni, los dos íconos de la selección tienen que dosificar las energías –sobre todo el 10, por su situación física actual- y el delantero de Manchester City le cubre de sobra la cuota de ahogo a la salida del rival.
Scaloni tiene el equipo bajo siete llaves. Como casi siempre. Canadá fue una dura medida para el debut y lo será ahora, en tanto la selección no encuentre el andamiaje que le brindó la etiqueta de equipo imbatible.