Monterrey y otro millonario fracaso en la Liga MX: sin dignidad, sin ganas; con mucha soberbia

Monterrey tiene cuatro años sin llegar a la final del futbol mexicano. (Azael Rodriguez/Getty Images)
Monterrey tiene cuatro años sin llegar a la final del futbol mexicano. (Azael Rodriguez/Getty Images)

Rayados de Monterrey se ha cansado de fracasar en el futbol mexicano. Lo han hecho recurrentemente en los últimos años. Su título más reciente data del invierno de 2019. Año con año, su plantilla acumula nombres estelares. La promesa es la misma: candidatos al título. Si algo no funciona, no importa. Hay dinero de sobra para arreglar los desperfectos y volver a la carga. El vecino de la ciudad, Tigres, gana hasta sin darse cuenta. Y ellos no ganan ni aunque se desvivan por hacerlo.

Al menos en los escritorios no queda el problema. La directiva de Rayados, hoy encabezada por José Antonio Noriega, debe tener una pregunta que retumba en todas las paredes: ¿qué más hacer? Para este torneo, anunciaron dos bombazos: Sergio Canales y Jesús Manuel Corona. Canales se lesionó y se perdió todo el torneo. Corona siguió sus pasos el sábado contra Atlético San Luis: tuvo que salir del campo y dejar con diez a Rayados, condenado a ser eliminado en Cuartos de Final de la Liga MX.

Corona salió contra su voluntad, claro está. Nadie quiere lesionarse y dejar en desventaja a los suyos. Lo que sí estuvo en sus manos fue rendir a la altura de su talento, en este partido y en todo el torneo. No lo hizo. Lo de menos fue su salida el sábado. Corona ha quedado a deber como nunca. Canales no había necesitado adaptación: desde el primer día hizo valer su jerarquía. Algo de mala suerte sí que tiene Rayados. El español, que no había padecido lesiones graves en los últimos años, pese a su mala fama en ese rubro, tuvo que ir al quirófano. Si es un fichaje plausible, ya nadie lo sabrá en 2023.

Pero no hay excusas. No debe haberlas con un plantel que está valuado en 101 millones de dólares, el más caro del futbol mexicano. Sin Canales y sin Corona, Monterrey sigue teniendo una plantilla de lujo. Y, otra vez, como el año pasado, como cada seis meses, se dejaron llevar por la soberbia. Una soberbia que liquida, que confunden muy fácilmente con autoconfianza. Pensaron que tenía ganado el boleto a Semifinales porque su rival era el modesto Atlético San Luis. A diferencia de Tigres o América, que hicieron valer la condición de favoritos, a Monterrey le pesó.

No les bastó la derrota en el partido de Ida. No aprendieron nada. A pesar de los millones, a pesar de la experiencia de sus estrellas. Ni siquiera porque empezaron ganando con gol de Funes Mori. La actitud fue la misma, la que han vuelto costumbre: indiferencia, sabedores de su poderío, pero sin energía para usarlo, sin sangre, sin hambre de triunfo, creyentes de que ganaran con el peso de la billetera o la camiseta –una camiseta que se devalúa fracaso tras fracaso–.

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El baldazo de agua fría parece eterno en esta institución y, sin embargo, nada los hace reaccionar de verdad. Vitinho los devolvió a la realidad. No pudieron recuperarse aunque tuvieron todo el segundo tiempo para anotar un solo gol. Les llovió sobre mojado. Al mediotiempo, Fernando Ortiz, su entrenador, dejó una penosa postal que enardeció más a la afición: negó un saludo a un aficionado, a pesar de que vio la mano de manera directa.

Fue una lección, dijeron muchos. No, fue más que eso: fue el fiel reflejo de Rayados, un equipo que vive en una burbuja, en una nube que los hace creer inalcanzables. Y hoy son, en realidad, un equipo del montón. Uno con mucho dinero. De sobra, para aventar al cielo y volver al ciclo de cada seis meses: a comprar otra vez lo que haga falta y que la ilusión regrese. Pero del montón. Eliminados por San Luis otra vez (repechaje Clausura 2022, el otro antecedente), goleados por Pachuca hace un año, echados por Tigres el semestre pasado. Lo dicho: un equipo del montón.

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