Cómo el mal seguimiento de la gripe aviar pone en riesgo a los trabajadores del sector lácteo

Jason Schmidt, de Grazing Plains Farm, en Whitewater, Kansas, el 6 de mayo de 2024. (Arin Yoon/The New York Times)
Jason Schmidt, de Grazing Plains Farm, en Whitewater, Kansas, el 6 de mayo de 2024. (Arin Yoon/The New York Times)

Aunque cada vez está más claro que el brote de gripe aviar en las granjas lecheras del país empezó meses antes —y quizá esté mucho más extendido— de lo que se pensaba, las autoridades federales han insistido en que el virus supone un riesgo mínimo para los seres humanos.

Sin embargo, hay un grupo de personas con alto riesgo de infección: cerca de 100.000 hombres y mujeres que trabajan en esas granjas. No se han realizado pruebas generalizadas para determinar cuántos podrían estar infectados. Ninguno se ha vacunado contra la gripe aviar.

Esto deja a los trabajadores y a sus familias vulnerables frente a un agente patógeno mal rastreado. Y plantea riesgos más amplios para la salud pública. Según los expertos, si el virus llegara a la población en general, los trabajadores del sector lácteo serían una ruta probable.

“No tenemos idea de si este virus evolucionará hasta convertirse en una cepa pandémica, pero hoy sabemos que los trabajadores agrícolas están expuestos, y hay buenas razones para pensar que están enfermando”, señaló Jennifer Nuzzo, directora del Centro de Pandemias de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Brown.

La mayoría de los trabajadores del sector lácteo son inmigrantes hispanohablantes, a menudo en situación irregular, que no tienen baja por enfermedad remunerada ni están protegidos por las leyes de seguridad laboral. Muchas veces carecen de acceso a proveedores médicos, y sus empleadores pueden ser intolerantes con las ausencias.

“Este sector de trabajadores no solo corre un riesgo muy elevado por el contacto directo e íntimo con la leche cruda y los animales infectados, sino que también corre un riesgo muy elevado por carecer de una red de seguridad social”, afirmó Elizabeth Strater, organizadora de United Farm Workers.

Un trabajador agrícola ajusta una máquina de ordeño conectada a una vaca en una granja lechera en Stanwood, Washington, el 22 de julio de 2021. (Jovelle Tamayo/The New York Times)
Un trabajador agrícola ajusta una máquina de ordeño conectada a una vaca en una granja lechera en Stanwood, Washington, el 22 de julio de 2021. (Jovelle Tamayo/The New York Times)

Varias entrevistas con más de tres decenas de funcionarios federales y estatales, expertos en salud pública, agricultores y organizaciones de trabajadores muestran lo poco que se sabe sobre lo que está ocurriendo en las granjas: cuántos trabajadores podrían estar afectados, cómo evoluciona el virus y cómo se propaga entre las vacas.

Hasta ahora, el virus, denominado H5N1, se ha detectado en rebaños de vacuno de nueve estados. Aunque los veterinarios han dicho que hay informes no confirmados de trabajadores agrícolas con síntomas parecidos a los de la gripe, hasta el miércoles solo se habían realizado pruebas a 30 de ellos.

Salvo en circunstancias extraordinarias, las autoridades sanitarias estatales y federales no tienen autoridad para exigir el acceso a las granjas. En su lugar, la Administración de Alimentos y Medicamentos y el Departamento de Agricultura están analizando la leche y la carne molida en los estantes de los supermercados para detectar el virus.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) están esperando a que las personas infectadas se presenten en las clínicas.

“¿Quieres descubrir un virus cuando se está extendiendo tanto entre la gente que acuden en hordas a los servicios de urgencias, o quieres detectarlo en las granjas para poder tratar a la gente y frenar la propagación?”, comentó Rick Bright, director ejecutivo de Bright Global Health, que se centra en las respuestas a las emergencias de salud pública.

El enmarañado sistema normativo complica la situación, según Jay Varma, que trabajó en la rama de los CDC para enfermedades transmitidas por los alimentos y supervisó la seguridad alimentaria como subcomisario del departamento de salud de Nueva York.

El Departamento de Agricultura regula las grandes explotaciones comerciales y puede imponer la realización de pruebas a los animales —aunque aún no lo ha hecho—, pero no a los trabajadores agrícolas. El departamento “no quiere verse obligado a declarar que el suministro de alimentos de Estados Unidos no es seguro, porque algunos de esos productos alimenticios pueden exportarse a otros países, y eso puede tener un enorme impacto económico”, aseguró Varma.

Los CDC tienen autoridad sobre los puertos de entrada a Estados Unidos pero, en el ámbito nacional, la agencia necesita la aprobación estatal para realizar gran parte de su trabajo. La FDA, la Administración de Seguridad y Salud en el Trabajo, la Agencia de Protección del Medioambiente y los Servicios de Ciudadanía e Inmigración desempeñan un papel, pero cada uno tiene sus capas burocráticas y su cultura institucional.

Este mosaico puede ser un impedimento durante un brote de enfermedad, según algunos expertos. En 2009, la respuesta a un brote de infecciones bacterianas en un producto de salami se retrasó porque el Departamento de Agricultura regulaba la carne, la FDA era responsable de la pimienta negra agrietada que la recubría y los CDC se encargaban de investigar a las personas que enfermaron.

Nirav Shah, subdirector principal de los CDC, tachó de “excesivamente simplista” la idea de que la burocracia fuera un obstáculo y afirmó que las agencias que respondieron al brote se comunican numerosas veces al día para coordinar sus actividades y trabajar con los socios estatales.

“Estas situaciones son difíciles”, afirmó. Pero “estamos trabajando juntos en esto porque tenemos objetivos comunes”.

Recelosas del escrutinio, muy pocas explotaciones han permitido la entrada a los funcionarios sanitarios. Las centrales lecheras con rebaños infectados podrían ver mermados sus ingresos hasta en un 20 por ciento. Los ganaderos ya se enfrentan a un estancamiento de los precios de la leche y a costos elevados de alimentación y transporte.

Debido al número relativamente pequeño de casos —36 rebaños afectados de casi 26.000 en todo el país y un trabajador agrícola infectado— algunos granjeros ven la gripe aviar como una amenaza lejana. Incluso los que apoyan los esfuerzos de salud pública dudan en dejar entrar a funcionarios federales en sus propiedades.

Mitch Breunig, propietario de Mystic Valley Dairy en Sauk City, Wisconsin, dijo que si su veterinario determinara que es “prudente”, le haría pruebas a una vaca con síntomas de gripe aviar, pero “realmente no quiero que alguien de los CDC venga a mi granja”.

Hasta ahora, el brote no ha afectado a las pequeñas explotaciones, sino a las gigantescas lecherías que dominan cada vez más el sector y que a menudo dependen de trabajadores inmigrantes.

A los propietarios de esas granjas “no les importa nuestra salud; solo les importa que hagamos nuestro trabajo”, dijo Luis Jiménez, que trabaja en una lechería al norte del estado de Nueva York y fundó un grupo de apoyo a los trabajadores agrícolas inmigrantes que están en el país de forma ilegal.

Shah dijo que los CDC estaban trabajando con veterinarios y organizaciones como la Red de Médicos Clínicos Migrantes para llegar a los trabajadores agrícolas. “A nosotros también nos gustaría ofrecer pruebas a más trabajadores”, comentó.

El lunes, Shah pidió que los funcionarios de salud del estado proporcionen gafas, protectores faciales y guantes a los trabajadores agrícolas, y colaboren con organizaciones comunitarias de confianza para educarlos sobre la importancia del equipo en la prevención de la infección.

A pesar de los riesgos para su salud, los trabajadores agrícolas no están obligados a llevar equipos de protección. “No es un mandato; aquí no se obliga a nadie a hacer nada”, aclaró Shah.

Sin embargo, la naturaleza del trabajo agrícola y los entornos en los que se realiza —las salas de ordeño, por ejemplo, mojan e inutilizan rápidamente los cubrebocas— pueden dificultar el uso de equipos de protección.

Algunos estados han tomado medidas para contener el brote, con éxito limitado.

Texas se ofreció a proporcionar equipos de protección a las centrales lecheras, pero solo se presentaron cuatro, según un portavoz del departamento de salud del estado. Idaho también ha ofrecido equipos de protección desde el inicio del brote, pero ninguna granja ha aceptado la oferta.

Las autoridades sanitarias de Idaho no han solicitado entrar en las granjas “por razones de privacidad y bioseguridad”, según Christine Hahn, epidemióloga del estado, en un correo electrónico, aunque ayudaron a realizar pruebas a un trabajador agrícola para detectar la infección.

Míchigan está prohibiendo la exposición de vacas lecheras y aves de corral hasta que el brote haya remitido. El estado no exige que se realicen pruebas a las vacas ni a los trabajadores agrícolas.

La situación actual ha demostrado que las granjas lecheras pueden sembrar nuevos brotes que se propaguen rápidamente, como ocurre desde hace tiempo en las granjas avícolas y porcinas, señalaron varios expertos.

“Si hubiera que ocultar la aparición de un nuevo virus en Estados Unidos, uno de los mejores lugares para esconderlo serían los trabajadores de las granjas rurales”, afirmó Gregory Gray, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la rama médica de la Universidad de Texas.

La vigilancia de estos trabajadores “no es tan estricta como la de otros grupos de la población”, aseguró.

c.2024 The New York Times Company