La Copa América 2007, la última participación decente del Tri en la justa continental

México celebrando tras vencer a Uruguay en la Copa América 2007. (JUAN BARRETO/AFP via Getty Images)
México celebrando tras vencer a Uruguay en la Copa América 2007. (JUAN BARRETO/AFP via Getty Images)

México llegó a la Copa América después de perder la final de la Copa Oro contra Estados Unidos por 1-2 en Chicago. Aquel golpe llenó de fatalismo a la atmósfera. Y no sólo por la derrota en sí misma, sino porque el desempeño del equipo de Hugo Sánchez había sido muy pobre hasta ese momento. El Penta había arribado al Tri seis meses antes y había generado una gran expectativa. Durante años, pidió dirigir al Tri y al fin se le había cumplido.

Pero en su primer torneo oficial ligó muchos desperfectos: victoria sufrida contra Cuba, caída ante Honduras y partidos ganados por la mínima ante Panamá, Costa Rica y Guadalupe. El futbol del equipo eran lento, sin una idea concreta, apenas impulsado por las individualidades de ciertos jugadores. Y el foco de las críticas, como no podía ser de otro modo, era Sánchez, que durante cuatro años tundió a Ricardo La Volpe, su antecesor, y promovió la idea de que un mexicano, y no un argentino, debía estar a cargo del equipo nacional.

Parecía que todas sus palabras le estaban jugando en contra. Pero eso cambió muy pronto. En el primer partido, México se midió contra Brasil y brindó una gran exhibición. Ganó 2-0 con golazos de Nery Castillo y Ramón Morales. El tanto de Castillo fue sensacional: sombrerito sobre la defensa rival para definir ante la pronta salida del arquero Doni. Por su parte, Morales mojó con un pincelazo de tiro libre, fiel a su estilo, con precisión de cirujano.

El segundo partido fue una confirmación: victoria de 2-1 ante Ecuador. La cita más importante del año se estaba encarando sin tres jugadores clave: Carlos Salcido, Ricardo Osorio y Pável Pardo. Los tres habían sido campeones en el futbol de Europa (con PSV en Países Bajos y Stuttgart en Alemania, respectivamente), pero sólo quisieron disputar un torneo de verano con el Tri y no los dos. Fue así que sus lugares fueron ocupados por Fausto Pinto en la lateral izquierda, Israel Castro en la derecha y Jaime Correa en la contención. Los tres jugadores cumplieron con creces.

Además, México encontró en Castillo una suerte de tesoro perdido. El talentoso delantero del Olympiacos al fin había decidido representar al equipo azteca tras las eternas horas de indecisión que manifestó por contar también con la propuesta de Grecia. Un 0-0 con Chile firmó el liderato grupal. Y en los Cuartos de Final, México aplastó con un 6-0 de escándalo a Paraguay. Ya no era coincidencia: con ese ritmo, México podía ser considerado hasta candidato al título. Pero en las Semifinales se topó con su coco de toda la vida: Argentina.

El desenlace, a pesar del buen partido que planteó el Tri inicialmente, no pudo ser otro: una dura caída de 3-0. México se quedó sin el pase a la final, en la que habría chocado otra vez con Brasil, pero fue por el tercer lugar y lo amarró al derrotar 3-1 a Uruguay. Fue un cierre que coronó una gran participación mexicana. Se demostró que, en ese momento, encima de los verdes sólo había dos selecciones en todo el continente: Brasil y Argentina.

Hoy eso es historia. México no superó la fase grupal en sus participaciones de 2011 y 2015, a las que acudió con planteles alternativos. En 2016, cuando al fin pudo contar con todos sus jugadores, fue humillado por Chile con un 7-0 inolvidable en Cuartos de Final. Ahora tendrá una nueva oportunidad en la Copa América. El contexto actual es bravo: el Tri de Jaime Lozano no convence, pero ha apostado por la renovación. Alto riesgo. Lejos están los días de alegría y entusiasmo.