La extraña lista de viaje de un deportista olímpico: ¿Cepillo de dientes? Listo ¿Rifle? Listo

Equipo de tiro perteneciente a Sagen Maddalena, de 30 años, tiradora de rifle estadounidense, en Fort Moore, cerca de Columbus, Georgia, el 28 de mayo de 2024. (David Walter Banks/The New York Times)
Equipo de tiro perteneciente a Sagen Maddalena, de 30 años, tiradora de rifle estadounidense, en Fort Moore, cerca de Columbus, Georgia, el 28 de mayo de 2024. (David Walter Banks/The New York Times)

COLUMBUS, Georgia — Los tiradores olímpicos realizan ejercicios mentales de eficacia probada para superar algunos de los momentos más estresantes de su carrera: exhalan profundamente para calmar los nervios. Evalúan los objetivos que tienen delante. Confían en la preparación que los ha llevado hasta allí.

Después de cumplir estos pasos, están listos para facturar su equipaje en el aeropuerto.

Antes de tener la oportunidad de disparar sus rifles, pistolas y escopetas este mes en los Juegos de París, los miembros del equipo de tiro estadounidense tuvieron que asegurarse de que llegaran hasta allí. Y, si de por sí los viajes internacionales en avión ya son de las experiencias más exasperantes de la Tierra, imagínense hacerlo con un montón de armas y munición en el equipaje.

“He aprendido por las malas a no decir: ‘Ah, esto va avanzando muy rápido’”, afirmó Sagen Maddalena, de 30 años, tiradora estadounidense de rifle que este verano competirá en sus segundos Juegos Olímpicos. “Puedes llegar seis horas antes de que salga el vuelo, y de todos modos terminas corriendo para llegar al avión”.

Para tiradores trotamundos como Maddalena, el aeropuerto es el crisol por el que deben pasar antes de la competencia, una pesadilla logística con más obstáculos que una carrera de atletismo.

Está el equipo (muy reglamentado y físicamente pesado). Están los protocolos de las aerolíneas sobre armas de fuego (bizantinos y aplicados de forma incoherente). Y luego está el papeleo necesario para poseer armas en distintos países (voluminoso).

Una cubeta de casquillos de bala usados en Fort Moore, cerca de Columbus, Georgia, el 28 de mayo de 2024. (David Walter Banks/The New York Times)
Una cubeta de casquillos de bala usados en Fort Moore, cerca de Columbus, Georgia, el 28 de mayo de 2024. (David Walter Banks/The New York Times)

También está el temor siempre presente, el peor de todos, de que alguna parte de su equipo meticulosamente confeccionado se extravíe, una posibilidad poco común, pero real, que ha descarrilado de manera temporal la carrera de algunos tiradores.

Si a todo esto le añadimos la evidente ansiedad que supone llevar un arma a un aeropuerto, no es de extrañar que muchos tiradores de élite afronten los viajes con una sensación progresiva de temor.

“Simplemente aceptamos que, cuando lleguemos al aeropuerto, va a ser una pesadilla”, aseguró Ivan Roe, de 28 años, tirador de rifle que asiste este año a sus primeros Juegos.

El más mínimo descuido puede suponer un desastre.

Un error inocente, por ejemplo, hizo que Will Shaner, de 23 años, medalla de oro en la prueba de rifle de aire comprimido de diez metros en los últimos Juegos de Verano, pasara horas en una celda de detención en el aeropuerto de Múnich. Su itinerario de viaje cambió en el último momento y su permiso de armas había caducado el día anterior a su vuelo de regreso.

El personal del aeropuerto le informó que, técnicamente, estaba “contrabandeando armas”, recordó Shaner, y que las consecuencias podrían ser nefastas.

“Entonces, de repente, dijeron: ‘Muy bien, váyase; por favor, salga de nuestro país’”, relató Shaner, quien dijo que lo detuvieron en otra ocasión cuando una máquina de rayos X detectó una bala perdida en su equipaje de mano.

Los aeropuertos de Estados Unidos, donde las leyes sobre armas varían según el estado, están acostumbrados a los viajeros que viajan con armas de fuego, debidamente o no. El año pasado, la Administración de Seguridad en el Transporte interceptó una cifra récord de armas en los controles de seguridad de los aeropuertos: 6737. Más del 90 por ciento de ellas estaban cargadas cuando fueron descubiertas.

El personal de seguridad de la mayoría de los demás países tiene menos experiencia. Lucas Kozeniesky, de 29 años, tirador de rifle de aire comprimido que ganó una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Tokio, recuerda que una vez en China los agentes de aduanas tiraron los perdigones de su rifle —varios centenares— a un cuenco e intentaron contarlos a mano para determinar si había superado el límite legal.

Además de lo absurdo de ese conteo, Kozeniesky recuerda que había metido unos cuantos cartuchos de más en sus botas, algo que podría haberlo metido en problemas con las autoridades chinas. “Estaba temblando un poco”, aseguró Kozeniesky, a quien por fin dejaron pasar.

Incluso si los tiradores siguen las normas, a menudo se encuentran con otros obstáculos arbitrarios.

Este año, Roe intentaba facturar en un vuelo de Argentina a Brasil con algunos compañeros de equipo cuando un empleado de la aerolínea les informó de repente que la compañía no transportaba armas de fuego. Roe y sus compañeros pasaron diez horas buscando otro vuelo en otra compañía aérea.

Ali Weisz, tiradora de rifle de 29 años, relató que una vez la detuvo en el aeropuerto de Columbus, Georgia, un agente de mostrador que le dijo que necesitaba un candado distinto en cada pestillo de seguridad de la funda de su pistola. Su funda tenía seis pestillos. Ella tenía dos candados. Esto nunca había sido un problema y, de hecho, no existía tal requisito. Pero el agente se mostró inflexible, así que Weisz, sin tiempo, le pidió a un amigo que fuera rápido al aeropuerto con cuatro candados más.

Los tiradores simplemente tienen que estar más preparados y ser más pacientes que el viajero promedio, comentó Reya Kempley, antigua coordinadora de operaciones del equipo de tiro estadounidense, cuyo trabajo de tiempo completo consistía en llevar a la gente a donde tenía que estar. Tienen que presentarse con más tiempo de anticipación a la salida y esperar mucho más a la llegada. Tienen que estar más informados sobre las normas de las aerolíneas incluso que la mayoría de los empleados y ser capaces de citarlas sin caerles mal (muchos llevan ahora camisetas, gorras y otros pequeños regalos extra para ganarse su favor).

También tienen más que perder. Vincent Hancock, tres veces campeón olímpico de tiro al plato, dijo que su escopeta valía cerca de 15,000 dólares y su juego de gafas de competencia otros 2000 dólares.

Y lo que es más importante, cada arma tiene un nivel de personalización y una sensación intangible que ninguna cantidad de dinero puede remplazar. Sarah Scherer, que ha sido atleta olímpica dos veces, lo aprendió por las malas en 2013, cuando una compañía aérea extravió el estuche con su rifle de aire comprimido tras un viaje a Europa. Pasaron meses sin que apareciera. Empezó a entrenar con un nuevo modelo, pero no conseguía sentirse cómoda con él. Su entrenamiento pareció evaporarse.

“Me preguntaba: ‘¿Seré capaz de seguir practicando este deporte? ¿Acaso es el final?’”, dijo Scherer, que, para su alivio, recuperó su rifle perdido después de casi un año.

c.2024 The New York Times Company

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