El drama de decenas de desalojados por inundaciones en Brasil: en cambuches y bajo puentes

Porto Alegre (Brasil), 30 jul (EFE).- Tres meses después de las fuertes lluvias que azotaron al sur de Brasil, el drama continúa para decenas de familias, que, lejos de los albergues y aglutinadas en improvisados cambuches, esperan que las aguas terminen de bajar para volver a sus casas o que lleguen ayudas para construir un nuevo hogar.

Los temporales, que se extendieron durante casi dos meses, afectaron principalmente a Río Grande do Sul, estado fronterizo con Argentina y Uruguay, con 182 muertos, 32 desaparecidos y cerca de 2,4 millones de damnificados, según la Defensa Civil.

Hogar de pescadores, recicladores de basura y trabajadores de baja renta, Ilha Grande dos Marinheiros, una isla que se levanta sobre el lago que forma el río Guaíba, quedó prácticamente bajo el agua.

Con vías sin pavimentar y con la mayoría de las viviendas que son palafitas o casas construidas con restos de demoliciones, el panorama fue devastador para las 1.400 personas que habitan la isla, que es una de las 16 que conforman el barrio Archipiêlago de Porto Alegre, la capital regional.

Al borde de la vía

Meses después de las inundaciones, unas 40 familias que vivían allí ahora se refugian, a lo largo de unos seis kilómetros, en la vera de la BR-290, una de las principales carreteras de Río Grande do Sul

En cambuches improvisados con cartones, plástico y lona lidian diariamente con la falta de servicios públicos, las bajas temperaturas que llegaron con el invierno y el bullicio y la polución que deja el paso continuo de automotores.

Un peligro también para los más pequeños, que juegan y corren por el lugar sin medir riesgos.

A lo largo de la vía, en medio de los 'hogares' provisionales, se pueden ver enseres cubiertos con plásticos, junto a inmensos costales repletos de botellas recicladas por algunos de los moradores para ayudarse a subsistir.

Un equipo de EFE que visitó el lugar también se encontró con una 'minigranja' armada con tejas de zinc, madera y cobertores, donde una vaca y otros animales estaban resguardados.

Cerca de allí, un puñado de familias se acomodó bajo un gigantesco puente de cemento, que ayuda a lidiar un poco con las adversidades climáticas pero cuyo suelo de tierra se convierte en un lodazal cuando llueve.

Con solo dos baños químicos, de los cuales uno que, por estar ubicado sobre la autopista, puede ser derrumbado en cualquier momento por algún camión de carga , estas familias pasan los días en medio de carencias.

"No tenemos luz, no tenemos como dormir en la noche", dijo a EFE Ruth, una mujer de 31 años que hace lo que puede para alimentar a sus hijos mientras espera que el agua termine de bajar para volver a su hogar.

Para Josiane, una de sus 'vecinas' y quien ya ha pasado por tres inundaciones en la isla, la situación es menos optimista, pues vivía en una casa alquilada y, sin trabajo, ni ella ni su esposo tienen condiciones para pagar por un sitio donde morar.

"Así que estamos viviendo bajo el puente con nuestros tres hijos y durmiendo dentro del carro", señaló a EFE con resignación desde su nuevo 'hogar', levantado en medio de escombros y basuras.

Mejor que en albergues

Pese a las precariedades, los habitantes de esta improvisada comunidad prefieren quedarse ahí que buscar morada en albergues lejanos.

Estar cerca permite a unos pocos ir volviendo a las casas donde el agua ya bajó por completo y vigilar que los hogares no sean invadidos en una zona históricamente empobrecida, donde el hambre abunda y la ausencia del Estado es costumbre.

Los que lo perdieron todo encuentran allí la solidaridad de familiares y amigos mientras deciden si volverán a la isla o tomarán un nuevo rumbo. Son como una gran familia y también por eso se niegan a abandonarse entre sí.

Nelson, que perdió lo que había conseguido en 10 años, es una de las fuerzas vivas de esa comunidad.

En medio de sus propias carencias se las ingenió para crear un 'centro logístico' donde recibe y administra las donaciones que llegan al lugar, principalmente agua y alimentos.

Allí la solidaridad externa y el apoyo mutuo entre ellos hacen más que la esperada ayuda de los órganos públicos, que, según Nelson, "son ineficientes y no están funcionando".

(c) Agencia EFE