Descienden los embalses españoles, resurgen las ruinas, acuden los turistas
Madrid, 24 ago (EFE).- Como si fueran fantasmas, los restos de iglesias, puentes y hasta pueblos enteros resurgen de los embalses españoles cuando el calor aprieta, la lluvia no llega y el consumo de agua se mantiene o incluso se incrementa, atrayendo irremediablemente a curiosos que en ocasiones alteran la tranquilidad de estos espacios naturales.
Es lo que se denomina "turismo de sequía", del que se ha quejado el alcalde de Vilanova de Sau (Barcelona), Joan Riera, que ha optado por restringir el acceso al pantano de Sau, colapsado por la gran afluencia de turistas que quieren entrar en la iglesia de Sant Romà, sumergida en 1962 y que ahora ha quedado completamente al descubierto por la sequía.
"No tenemos que celebrar esta afluencia de turistas porque es consecuencia de un desastre natural que está afectando mucho a nuestra zona", ha dicho, en declaraciones a Efe, Riera, quien lamenta que esta afluencia haya provocado, en algunos casos, "actitudes incívicas" y "haya dificultado el acceso de los vecinos al pueblo", retenidos en la carretera más de una hora.
"Es bueno que haya turismo y que disfruten del pueblo y del valle, pero es cierto que tanto turismo también nos perjudica", aduce el alcalde, quien asegura que estas últimas semanas se han acumulado más residuos que el resto del año, lo que "genera un gran gasto para el Ayuntamiento".
Lo que Riera llama el "efecto Instagram" se produce en torno a otros restos puestos al descubierto por el fuerte descenso del nivel del agua, como ocurre en numerosos municipios de Galicia, en el norte de España, donde han resurgido aldeas, castros o petroglifos que a diario reciben la visita de muchos curiosos sin mayores problemas aparentes.
En la localidad ourensana de Bande, de apenas 1.500 habitantes, disfrutan de numerosos tesoros, el más espectacular seguramente el campamento militar romano de Aquis Querquennis, también conocido como "A Cidá", de hecho uno de los referentes turísticos de la provincia.
A menos de treinta kilómetros de distancia de Bande, ya en el límite con Portugal, otro de los tesoros es el pueblo de Aceredo, en el embalse de Lindoso, desaparecido en el año 1992 y cuyas ruinas han quedado al descubierto debido al descenso del nivel de agua desde hace meses.
La construcción, que nació de un acuerdo entre las dictaduras de Franco y Salazar, borró del mapa décadas más tarde las casas que se levantaban en A Reloeira, Buscalque, O Bao, y Lantemil, anegadas el 8 de enero de 1992 y que hoy atraen a numerosos curiosos de ambos lados de la frontera.
La provincia de Lugo también disfruta de su particular "Atlántida gallega", como es Portomarín, a orillas del Miño, uno de los ríos que mejor reflejan cada verano las consecuencias de la falta de agua durante la época estival. La actual falta de agua permite a los turistas y curiosos pasear por las antiguas calles de la localidad.
También en el norte español, en Cantabria, la directora general de Patrimonio Cultural y Memoria Histórica, Zoraida Hijosa, ha indicado a Efe que, como siempre, cuando llegan épocas de sequía, el pantano del Ebro deja al descubierto la catedral de los peces; las ruinas del puente Noguerol, que se ve "perfectamente desde Burgos y Cantabria"; y también el esqueleto del aeródromo de Orzales, en Campoo de Yuso.
Como en estos lugares de Cantabria, la afluencia de curiosos no es masiva en el embalse asturiano de Grandas de Salime, uno de los tres que hay en el cauce del río Navia, donde es habitual cada año por esta época que afloren los viejos muros de pizarra del pueblo de Salime, aunque sí que se acercan personas que van a visitar la central eléctrica o que hacen el Camino Primitivo de Santiago.
Más de 800 kilómetros al sur, en la provincia de Córdoba, la bajada de nivel de las aguas permite retomar la investigación del yacimiento ibero normalmente oculto bajo el embalse de Sierra Boyera, que está al 12 %.
En este caso, son los profesionales de la Universidad de Granada los únicos privilegiados que por el momento pueden llegar hasta este enclave, fechado entre los siglos VI a II antes de Cristo y descubierto en 2017.
En el embalse de Iznájar, el mayor de Andalucía por capacidad aunque ahora por debajo del 18 %, es tradicional que la bajada del agua permita la visión de las estructuras que inundó en 1969 y también de una necrópolis ibera y restos romanos, para los que se están organizando visitas guiadas que por ahora están siendo un éxito por el interés que ha despertado entre la población.
En el oeste español, Extremadura, aparte del conocido conjunto megalítico del Dolmen de Guadalperales, en el embalse de Valdecañas, la sequía también ha dejado al descubierto el puente de La Mesta, en Villarta de los Montes (Badajoz), de más de 200 metros, que data del siglo XIV y que era paso para el ganado por la Cañada Real Leonesa.
El ejemplo más destacado en Aragón es la torre y el esconjuradero del pueblo de Mediano, que en épocas de sequía, cuando el pantano del mismo nombre baja de nivel, vuelve a emerger del fondo de las aguas que anegaron tanto la iglesia como las casas del pueblo.
Castilla y León, donde los pantanos no tienen un nivel tan preocupante como en otras regiones, el descenso del pantano de la Cuerda del Pozo, en la provincia de Soria, deja ver estos días el puente romano de Vinuesa y buena parte de la torre de la iglesia del pueblo de La Muedra, que está anegado cuando el embalse sube de nivel.
Ademas, en Aguilar de Campoo (Palencia), la sequía ha dejado al descubierto las ruinas del puente medieval (siglos XIII y XIV) de la desaparecida localidad de Villanueva del Rio, si bien, por el momento, la presencia de algunos visitantes no ha generado aquí ningún tipo de negocio.
(c) Agencia EFE