Los Callejas, la familia de árbitros que imparten justicia en los campos de Bolivia

El Alto, 17 jul (EFE).- Ramiro Callejas y sus hijos, Erick de 11 años y Silvia de 15, conforman un inusual equipo de árbitros todos los fines de semana, los domingos por la mañana toman su uniforme, tarjetas, silbatos y cronómetros, para aplicar justicia y promover la competencia leal entre los rivales que se enfrentan en las canchas de fútbol de la ciudad de El Alto en Bolivia.

Cuando los tres pisan un campo de juego dejan de lado su relación familiar y se hablan y riñen como "colegas" e inician una relación "profesional" de árbitros que se mantiene inquebrantable hasta que suena el pitido final del último partido.

Los Callejas han constituido un "servicio de árbitros" con su nombre y funciona como un emprendimiento familiar para dirigir encuentros en las ligas de fútbol y fútbol sala en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz, ubicada a 4.090 metros sobre el nivel del mar.

Ramiro, de 50 años, le dijo a la Agencia EFE que el arbitraje comenzó como un pasatiempo que luego se convirtió en una responsabilidad y que le sirve a los tres para también "fortalecer" la relación como familia.

Familia autodidacta

Ninguno de los tres ha tenido una formación oficial como árbitros, Ramiro se dedicó a dirigir para "no perder el contacto con las canchas" cuando hace 20 años sufrió una lesión le impidió seguir siendo arquero, la posición en la que jugaba, por lo que se especializó en las reglas del juego y se vistió de juez.

"Soy un árbitro aficionado, un autodidacta. El conocimiento que tengo es del reglamento de fútbol, libros, textos e internet y hacemos la preparación en casa no más", aseguró.

Hace tres años a esa labor se sumó Erick, su hijo menor, quien en ese momento con solo 8 años comenzó a colaborar a su padre, primero como asistente hasta que llegó a dirigir como juez principal varios partidos de fútbol, algo inusual en Bolivia.

"Mi papá me ha apoyado. Me dijo que intente (ser árbitro), he intentado y me ha gustado", le dijo Erick a la Agencia EFE quien está a punto de cumplir 12 años y tiene decenas de partidos dirigidos de experiencia

La terna de jueces la completa Silvia, quien decidió sumarse al arbitraje de los partidos de fútbol hace unos meses y que se dedica a llevar la planilla de los juegos con el registro del tiempo, jugadores, faltas y goles.

"Me gusta el deporte porque mi papá me ha animado. Me he puesto a estudiar un poquito (las reglas del fútbol) y he empezado a trabajar y colaborar a mi papá", dijo la adolescente que se ha propuesto perfeccionar sus conocimientos para pronto ser parte del reducido grupo de arbitras en el país.

Arbitrando de sol a sol

Todos los domingos, los Callejas comienzan su rutina a las 6 de la mañana para realizar su quehaceres en casa junto a su madre y prepararse para ir a la cancha con su indumentaria y el equipamiento necesario.

Las jornadas de arbitraje son de varias horas ya que deben conducir varios partidos, entre cinco y ocho dependiendo, dependiendo si son partidos de fútbol o fútbol de sala.

A veces, ese trabajo lo hacen en campos de fútbol con césped sintético, bien delimitados, otras ocasiones en terrenos de tierra en los que las líneas se señalan con cal o estuco y que desaparecen cuando el viento es fuerte o con el trajín del juego.

Erick recordó que una vez no anuló una jugada en la que el balón salió del campo que terminó en gol y que después varios jugadores del equipo afectado le reclamaron en grupo.

Este joven árbitro tiene como referente al exjuez italiano Pierluigi Collina, cuyo carácter y autoridad busca replicar cuando le toca dirigir un juego.

"He trabajado la parte psicológica (de Erick) para que no le afecte nada. En lo psicológico siempre le digo que debe ser optimista, que tiene que tener carácter, tomar decisiones firmes y no retractarse", mencionó su padre Ramiro.

Por su parte, Silvia dijo que los momentos más difíciles se dan los últimos minutos finales de los partidos que están empatados. Ahí es cuando los jugadores están más crispados, reclaman por las decisiones de los árbitros, los golpes de los rivales o el tiempo de juego.

Una vez que termina la jornada, ya de camino a casa, los tres Callejas comienzan en evaluar cómo les fue, si fallaron en algo o qué pudo salir mejor, para la siguiente vez volver a la cancha como un una familia o colegas más unido.

Por Gabriel Romano

(c) Agencia EFE