Boca vive una pesadilla de lo que no logra despertar y Diego Martínez sigue al borde de la cornisa tras el empate con Estudiantes
Boca vive una pesadilla de lo que no logra despertar. Cuatro días después de la inesperada eliminación en Belo Horizonte que dejó a Diego Martínez al borde de la cornisa, el Xeneize jugó un gran primer tiempo en La Plata pero pagó carísimo un error compartido entre Luis Advíncula y Sergio Romero y estuvo a punto de perderlo en el final por un (supuesto) offside milimétrico que privó al Pincha de quedarse con el triunfo. Boca, que terminó con diez por la roja a Milton Giménez, fue mejor que su rival pero sigue sin torcer la racha como visitante. Un nuevo paso en falso que lo mantiene lejos de la pelea y vuelve a sembrar dudas en el futuro inmediato.
Boca fue mejor en términos generales, manejó el trámite en la primera mitad y logró ponerse arriba al inicio del segundo tiempo con un nuevo gol de Milton Giménez. Pero eligió defender muy atrás, sufrió el empate a falta de 10 minutos y el VAR lo salvó en el final de una nueva derrota catastrófica.
Los antecedentes de Boca contra el Pincha no venían siendo los mejores, con tres empates y dos derrotas consecutivas, incluidas las semifinales de Copa Argentina (2-3) y Copa de la (1-1 y 1-3 en los penales) y la caída 1-0 en La Plata en el tramo final de la Copa de la Liga, tras aquella increíble falla de Romero que puso puntos suspensivos a la clasificación del Xeneize. Y otra vez Chiquito fue protagonista de una acción desafortunada. Lema rechazó en el área, la pelota volvió a tomar altura y Cetré, de 1,74 metro, aprovechó la inacción del arquero (quedó a mitad de camino) y del peruano Advíncula (perdió fácilmente en el salto, sin infracción) para conectar de cabeza a la red.
Tras la derrota por penales con Cruzeiro, que sacó de carera a Boca en la Copa Sudamericana, Martínez cambió esquema y apellidos en La Plata para empezar de nuevo en La Plata en el torneo local y escalar posiciones en la tabla. Por primera vez en Boca, el entrenador paró al equipo con una línea de tres defensores, con Anselmino en lugar de Marcos Rojo (preservado para lo que viene) y cinco mediocampistas bien marcados: Advíncula y Lautaro Blanco por las bandas, Pol Fernández en el eje y Cristian Medina y Kevin Zenón a los costados. Un dibujo que dejó buenas sensaciones en el primer tiempo, en los que Boca generó superioridad numérica en mitad de cancha y llegó con mucha gente el área defendida por Mansilla, a quien llegó a convertir en figura.
Horas después de que se viralizara un video en el que confiesa su deseo de emigrar a Europa, Medina jugó para quedarse y fue la manija de un Boca protagonista que generó cuatro chances de gol claritas al cabo de la primera mitad. Dos de ellas, en los pies del volante pretendido por Fenerbahce y Fiorentina que horas antes de salir a la cancha le manifestó a la dirigencia su intención de dejar el club. La primera, tras un buen pase de Zenón, que también elevó su nivel: un bombazo al primer palo que Mansilla despejó al tiro de esquina. La segunda, un remate a colocar que también encontró resistencia en el buen arquero de Estudiantes. Un cabezazo de Lema y un disparo alto de Advíncula completaron el combo de llegadas de un Boca dominante que no supo plasmar en la red su marcada superioridad en el juego.
Lo mejor del partido
Estudiantes, de flojo andar en el torneo (dos triunfos en diez partidos) y ya sin vida en la Libertadores y en la Copa Argentina, volvió a ser una sombra de aquel conjunto serio y competitivo que supo lograr dos títulos de la mano de Eduardo Domínguez. Desordenado y sin ideas, apenas avisó dos veces en los primeros 45 minutos: un tiro de afuera de José Sosa y un gol anulado a Enzo Pérez, en clara posición adelantada.
Boca cosechó en el segundo tiempo lo que había sembrado en el primero. Porque mantuvo la intensidad en el juego y porque, a falta de Cavani (lesionado), encontró en Milton Giménez a su nuevo salvador. El ex Banfield, que venía de amargar a San Lorenzo y a Cruzeiro en Brasil, aprovechó una salida en falso de Mansilla (lo condiciona el desvío en Lollo) y, tras centro de Advíncula, marcó para Boca la ventaja merecida. Una marca registrada del equipo de Martínez: uno de cada tres goles en el año contaron con la participación directa de alguno de sus laterales. 37 de los 57 gritos en el ciclo fueron convertidos por sus 9.
Tras el gol, Boca renunció a la tenencia y dejó crecer a un Estudiantes desequilibrado. Como en aquella recordada semifinal en el Kempes, Domínguez apostó por la velocidad de Cetré para intentar estirar a la defensa de Boca y el colombiano volvió a rescatar al Pincha de una noche complicada.
El empate en La Plata estiró para Boca una racha de seis partidos sin ganar de visitante (Platense, Independiente del Valle, Instituto, Independiente Rivadavia, Cruzeiro y ahora Estudiantes) y no le permitió arrimarse a los primeros puestos de la tabla: cerró la fecha en la octava posición, a seis puntos del líder Vélez, y en zona de clasificación a la Copa Sudamericana.
Sin Cavani, sin Copa y sin suerte, Boca ingresó en un peligroso laberinto del que aún no ve la salida.