La crisis del coronavirus desmonta el discurso del colectivo anti-vacunas

Manifestación contra obligatoriedad de las vacunas en Ucrania. (Gleb Garanich)
Manifestación contra obligatoriedad de las vacunas en Ucrania. (Gleb Garanich)

Las argumentaciones insustanciales no siempre tienen las horas contadas y buen ejemplo de ello es la invariable postura de los colectivos que no creen en las vacunas. En algunos casos, los escépticos ante tales antídotos han mostrado su disconformidad con la posible obligatoriedad de vacunarse contra el Covid-19 cuando se encuentre un remedio. En Texas, un grupo anti-vacunas mostró en su página de Facebook que le tienen más miedo al medicamento que a las consecuencias del virus. Quizás uno de los comentarios más radicales en este sentido fue el proferido por una usuaria convencida de que las vacunas no deberías ser obligatorias.

“Si van a implantar la vacunas contra el coronavirus por la vía rápida, ¿cómo nos vamos a defender a nosotros mismos? Tendrán que vacunar a mi hija por encima de mi cadáver”, afirmó una de las participantes, según medios locales.

Otros usuarios optaron por el uso de las armas para defenderse de las “garras” de las autoridades que implanten vacunas obligatorias a la población. Texas es uno de los lugares en Estados Unidos que más negacionistas tiene entre su población. De hecho, durante este curso, un 1,35 por ciento de niños (73 mil) no se han vacunado de la última tanda que necesitan para quedar inmunizados de determinadas enfermedades. Según el Departamento de Salud de Texas, la razón por la que no formaron parte del programa fue “por motivos no médicos”, y desde la institución también indicaron que estas cifras no incluyen a niños que reciben educación en sus hogares.

Campaña de vacuna contra la polio en Pakistán. (Akhtar Soomro)
Campaña de vacuna contra la polio en Pakistán. (Akhtar Soomro)

Los razonamientos que utilizan los contrarios a ser vacunados oscilan entre el hecho de que esos medicamentos son una manera de controlar a la población que sirven para enriquecen a las farmacéuticas a costa de una ciudadanía que pierde su libertad. Sin embargo, el contexto actual es un recordatorio de cuán equivocada es su argumentación. Las vacunas sólo funcionan si un número suficiente de personas las reciben para crear lo que se denomina inmunidad colectiva, que frena la rápida propagación de las enfermedades y protege al pequeño número de personas que no pueden recibir vacunas por razones médicas. Cuando las personas optan por no vacunarse, la inmunidad colectiva de la comunidad se debilita y se producirían muchos más contagios y supondría una amenaza para los grupos más vulnerables.

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Los grupos anti-vacunas tienen razón, las autoridades pretenden con estos medicamentos controlar a la población, aunque se les olvida un detalle: ese control es necesario para evitar situaciones como la que se está viviendo en la actualidad con el Covid-19. En las enfermedades que se transmiten de persona a persona, es más difícil mantener una cadena de infección cuando una gran parte de la población es inmune. Cuanta mayor es la proporción de individuos inmunes, menor es la probabilidad de que una persona susceptible entre en contacto con una persona infectada, y en esta ecuación, estar vacunados es imprescindible.

Trabajos en un laboratorio para encontrar la vacuna contra el Covid-19. (Getty Images)
Trabajos en un laboratorio para encontrar la vacuna contra el Covid-19. (Getty Images)

Precisamente, en Texas se registraron recientemente numerosos casos de sarampión relacionados con personas que optaron por no vacunarse. Las consecuencias de contar con personas que no se vacunan es romper con la cadena de inmunidad colectiva y poner en riesgo a parte de la población. Es por tanto una cuestión de responsabilidad social, no de deseo de libertad individual, y por tanto egoísta.

Y no hace falta basarse en la situación que está generando el Covid-19 en la actualidad, la historia ha demostrado que las vacunas para luchar contra determinadas enfermedades han sido claves para la humanidad. Edward Jenner es quizás la persona que más vidas ha salvado gracias a la vacuna de la viruela, cuya tasa de mortalidad es muy superior a la del coronavirus que estamos padeciendo: un 80 por ciento de los niños contagiados y un 60 por ciento de los adultos fallecieron por viruela. Durante el siglo XX las víctimas mortales ascendieron a 300 millones antes de que la vacuna estuviera disponible en 1979. Otra de las victorias históricas de las vacunas es la de la polio, la cual ha salvado a 10 millones de personas de sufrir parálisis desde 1988, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Incluso la vacunación global contra la viruela que comenzó en el año 2000 ha prevenido alrededor de 23 millones de muertes desde entonces hasta 2018, según la OMS.

Parece que la amnesia ante las evidencias históricas entre los grupos anti-vacunas prevalece sobre la lógica. Es así como su cordura queda secuestrada por un razonamiento tan básico como inquietante: “no quiero que los vampiros me digan qué debo hacer con mi cuerpo, ni que las grandes farmacéuticas saquen partido de ello”.

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¿Qué más hace falta para que se den cuenta de la importancia de las vacunas?

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