Los expertos llevan años avisando de una posible pandemia, pero los mandatarios no escucharon
Cuánto hemos tardado en reaccionar ante la pandemia provocada por el Covid-19. Como individuos, como sociedad, como empresas, comunidades, gobiernos y, al fin y al cabo, como humanidad. Inmersos en otros temores, se nos olvidó que nuestra fragilidad podía quedar perfectamente expuesta en cuestión de semanas, no por una guerra nuclear o por los efectos de un asteroide o incluso por las consecuencias directas del cambio climático, sino por la mutación de un virus animal. Lo dijo Bill Gates en 2015 y lo repitió en 2017 con las credenciales de ser uno de los pensadores filántropos más conscientes de la realidad en la que vivimos, de las necesidades que tienen los países menos desarrollados y de la poca prevención de las naciones en casos como el que estamos viviendo en la actualidad. Según él, el sistema no estaba preparado para una pandemia, y el tiempo le ha dado la razón. No ha sido el único en avisar.
Las investigaciones que durante años han llevado a cabo científicos, epidemiólogos y profesionales de la salud, y que han sido amplificadas en medios de comunicación especializados y generalistas han ido en esta dirección. Ahora, las hemerotecas demuestran la cantidad de ocasiones en las que se alertó sobre las consecuencias de una pandemia en nuestra era, pero ningún Gobierno le dio prioridad a esta amenaza.
Durante la década pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial reunió a 15 expertos para que realizaran una evaluación encargada por la ONU, llamada ‘La Junta Mundial de Vigilancia de la Preparación’ (The Global Preparedness Monitoring Board, GPMB). La gestión de la última pandemia de Ébola en la República Democrática del Congo hizo saltar las alarmas sobre la necesidad de adelantarse a una situación similar a nivel global. Las conclusiones publicadas en 2019 fueron aterradoras: “No contamos con las estructuras suficientes como para hacer frente a la próxima pandemia letal”. Este grupo de investigadores advirtieron que las enfermedades propensas a las epidemias, como el Ébola, la gripe y el Sars, son cada vez más difíciles de manejar ante el aumento de los conflictos, los Estados frágiles y el incremento de la migración. También agregaron que la crisis climática, la urbanización y la falta de saneamiento y agua adecuados son caldo de cultivo para brotes catastróficos de rápida propagación.
Entre los expertos que intentaron avisar de los peligros potenciales que podía provocar un virus se encuentra la doctora, Gro Harlem Brundtland, máxima responsable del GPMB y expresidenta de Noruega, que alertó sobre la urgencia de crear un sistema preparado para una potencial pandemia.
“Ya es hora de actuar de forma urgente y sostenida. Esto debe incluir el aumento de la financiación en los planos comunitario, nacional e internacional para prevenir la propagación de los brotes. También es necesario que los dirigentes adopten medidas proactivas para fortalecer los mecanismos de coordinación para preparar a todos los gobiernos y la a sociedad con el fin de responder rápidamente a una emergencia”, afirmó tras dar a conocer un informe en el que estimó un impacto de “decenas de millones de personas fallecidas” en todo el mundo en caso de producirse una propagación global.
¿Cómo es posible que ante tantos signos de alerta, los máximo dirigentes de las potencias mundiales no hayan puesto cartas en el asunto antes?
Sencillamente, porque hasta el momento, las recientes amenazas víricas que han surgido en el primer mundo - otra cosa es lo que sucede en países en vías de desarrollo - han sido controladas gracias a una combinación de suerte, de acciones rápidas y de cierta preparación. Según el Dr. Keiji Fukuda, ex jefe de epidemiología del Centro de Control y Prevención de Enfermedades, “la humanidad ha ido esquivando balas en los últimos años”. Otras amenazas como el SARS en 2002, la gripe porcina en 2009 o el Ébola en 2014 no llegaron a ser pandemias completas, algo que ha servido para generar un sentimiento de confianza en las máximas autoridades de los países en que las crisis víricas eran fácilmente controlables. A pesar de que la gripe aviar, con cepas como la H5N1 que apareció en Hong Kong en 1997 tuvo unos altísimos índices de mortalidad, y otras que mutan cada año, no se han generado picos de afectados en el mismo espacio temporal como los que estamos presenciando en la actualidad. Aquellos virus no colapsaron los sistemas sanitarios y los contagiados se extendieron a lo largo del tiempo, por lo que los máximos mandatarios en salud de los países más desarrollados nunca percibieron una amenaza real capaz de poner patas arriba los cimientos del capitalismo.
Otra de las figuras más activas en investigar los peligros de un virus que afecte a la humanidad fue el periodista galardonado, Simon Parkin, quien en 2018 publicó una serie de cinco reportajes en la publicación online, ‘How we get next’, y reproducido en español en la revista, Materia. Allí analizó el pasado, el presente y el futuro de las pandemias y sus consecuencias.
“Si un corredor de apuestas tuviera que estimar las probabilidades sobre qué evento apocalíptico es más probable que elimine a la raza humana, una pandemia tendría más probabilidades que cualquier ataque nuclear, alzamiento de robots o asteroide”, escribió en el último de sus cinco reportajes.
La situación actual ha evidenciado que hacer oídos sordos al racimo de indicaciones, avisos y recomendaciones llegados de todas las esferas posibles del mundo de la investigación ha sido un error y ha tocado a los gobiernos donde más duele: en la salud y la economía. Los expertos coinciden en que saldremos de ésta, y esperan que esta pandemia sirva para que en el futuro, los máximos mandatarios se concentren en buscar soluciones a los asuntos verdaderamente importantes.