Coronavirus vs Ébola: las diferentes varas de medir cuando un virus amenaza a ricos o mata a pobres
Este coronavirus es tan nuevo que no tiene asignado un nombre más allá de la etiqueta, el nuevo coronavirus 2019 (2019-nCoV), circunstancia diferente a otros casos como el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS, en sus siglas en inglés) o el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, en inglés), que también son coronavirus). Es tan reciente y desconocido, que el sentimiento de indefensión que sienten distintos sectores de la población es enorme, sobre todo en los países desarrollados. Es lo impredecible del virus lo que nos sensibiliza, es la facilidad con la que podría llegar a nosotros lo que nos preocupa y nos aterra la sencillez con la que se extiende entre personas. Hasta el momento, hay alrededor de 20.400 infectados y alrededor de 425 muertos, es decir, un 2% de los afectados, de los cuales se han producido 195 contagios y dos fallecimientos fuera de China. El riesgo de propagación a diferentes naciones es real y eso inquieta a los gobiernos, a los medios de comunicación, a las instituciones y a nosotros mismos.
Sin embargo, mientras lidiamos con el dilema de si esta tos que tengo será cosa del dichoso virus, de si debería estar cubriéndome la nariz y la boca cuando la persona de al lado estornuda o de si tendría que evitar tener contacto con ciudadanos chinos (uno de estereotipos recientes más racistas que están ocurriendo), en otras partes del mundo están sufriendo pandemias y epidemias a las que no prestamos atención alguna.
“El Ébola es un buen ejemplo, porque solo empezó a llegar a las cabeceras de las noticias de todo el mundo cuando se dieron los primeros casos fuera de África (en España y en los Estados Unidos)”, señaló a Yahoo! Raquel Medialdea, epidemióloga que trabaja en el Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades. “Desde Agosto de 2018, ha habido una epidemia en la República Democrática del Congo (RDC) que ya se ha convertido en la segunda más grande de ébola en la historia y ha pasado casi desapercibida para la mayoría de medios internacionales”, apuntó.
Concretamente, este virus que llegó a ser tan temido en el mundo desarrollado cuando traspasó las fronteras de África hace unos años ha causado en la RDC alrededor de 2.231 fallecimientos y 3.373 casos de contagio desde agosto de 2018, es decir, un 66 por ciento de los afectados. Según Médicos sin Fronteras, en 2019 y lo que llevamos de 2020 se está produciendo cierta ralentización en el diagnóstico de casos de Ébola, aunque la crisis de salud pública sigue siendo grave. Esta epidemia es la décima desde 1976 que sufre la RDC y es la segunda más grave de la historia desde la que afectó a África del Oeste en 2014. En Liberia, Sierra Leona y Guinea se contabilizaron alrededor de 11.000 muertes.
“El Ébola es uno de los virus con más mortalidad que existe, con un 30 a 70% de fallecimientos, dependiendo de la epidemia. En el caso actual en Congo la mortalidad está en torno al 60%. Parece que este coronavirus tiene una mortalidad mucho más baja de aproximadamente 2 – 4.5%. Pero, estos datos son todavía preliminares dado que ha sido descubierto hace tan solo unas semanas. Todavía existen muchas incógnitas con respecto a la incidencia de enfermedad y mortalidad asociada a este nuevo virus”, agregó Medialdea.
Sin embargo, no es el único virus o parásito que está causando estragos en los países más necesitados, ya que las cifras de afectados que deja tras de sí la malaria es estratosférica.
“La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la malaria mata a más de 400.000 personas al año y más del 93% de estas muertes ocurren en Africa”, señaló Medialdea. “Como la malaria se transmite por un mosquito que no está presente en la mayoría de países desarrollados, rara vez se llega a hablar de ella en los medios de comunicación”.
Según la OMS, se estima que en 2018 se produjeron 228 millones de casos de malaria en todo el mundo. La mayoría suceden en el continente africano, un 3,4 por ciento se producen en Asia Sudoriental y un 2,1 por ciento en el Mediterráneo Oriental. Tal y como indica la organización, los niños menores de 5 años son el grupo más vulnerable afectado por este parásito. En 2018, este grupo representó el 67% de todas las muertes por malaria en todo el mundo: 272.000 fallecimientos. Pero hay más virus y parásitos que suponen una amenaza a los habitantes de países en vías de desarrollo. El dengue y el chikungunya también traen de cabeza a los organismos que se encargan de los procesos de prevención y protocolos de contagio. Ambos se contraen a través de picaduras de mosquito. En el primer caso, y según datos de la OMS, la mitad de la población del mundo está en riesgo de contraer esta enfermedad. El chikungunya, por su parte, supone una amenaza para tres mil millones de personas.
El coronavirus está de actualidad debido a que es desconocido y su amenaza a países desarrollados es real debido al flujo de población que que se mueve de un país a otro. También porque es difícil que el Ébola u otros virus y parásitos mortales traspasen fronteras, y si lo hacen, hay protocolos que reducen al mínimo el impacto.
“En Europa, frenar un virus como el Ébola no es complicado dado que el método de transmisión es por contacto con fluidos de un individuo infectado. Grandes epidemias de Ébola en Europa son muy improbables debido a que las costumbres y tradiciones no incluyen frecuente contacto con vómito, diarrea u otros fluidos de personas enfermas”, argumentó Medialdea. “Por otro lado, controlar la transmisión de este nuevo coronavirus parece mucho más complejo. Su modo de transmisión se parece al de la gripe y, aun con todos los medios de contención posibles, es más complejo evitar la transmisión. Además, hace años que Europa está preparándose con protocolos para reducir el riesgo de contagio en el caso de que un caso de Ébola llegue a Europa. Como este virus es nuevo, no existía un protocolo específico”, sostuvo.
La gran incógnita es, ¿por qué aunque estos virus y parásitos no afecten a los países desarrollados, no se destinan mayores esfuerzos para combatirlos en las naciones donde sí causan estragos?
La respuesta nos la da un médico de urgencias que trabaja en lugares de conflicto y países en vías de desarrollo para organizaciones como Médicos sin Fronteras y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Prefiere guardar su anonimato.
“El mundo en el que vivimos no es uno donde eje sea el bienestar social o donde se trabaje para desarrollar los países y combatir la desigualdad. Aunque hay organismos como la OMS y la ONU que tienen mecanismos de contención de epidemias y crisis sanitarias, las condiciones de muchos países son muy desfavorables. La culpa es del expolio constante, injusto, ilegal e inmoral tanto humano como de recursos naturales de todos estos países a través de empresas privadas. Las posibilidades de que haya enfermedades, carencias sanitarias y conflictos recae en una política internacional de colonialismo encubierto por un neoliberalismo exacerbado”, señaló.
Aunque las costumbres que están arraigadas en algunos países provocan contagios (como el que algunas tribus duerman con sus cadáveres o los bañen y se beban el agua después), para este médico, las razones también tienen que ver también con la falta de sostenibilidad del sistema.
“Vivimos en un sistema insostenible en lo social, en lo económico y en lo medioambiental, y esto produce pandemias no solo de enfermedades biológicas, virales o parásitos, como la malaria o el cólera, sino epidemias de salud mental. Cada vez hay más traumas, depresión y ansiedad en países subdesarrollados que antes no existían. Eso es por la occidentalización de sus sociedades. Las medidas sociales y económicas son las que más impacto tienen en la sociedad y es ahí donde hay que incidir”, sentenció.
La desigualdad será insalvable hasta que a las potencias mundiales no les interese romper con este desequilibrio insostenible. Formamos parte de sociedades hipnotizadas a las que la inclinación de proximidad, nuestra propia protección y nuestro confort nos hace olvidar que más allá de nuestro mundo existe una realidad totalmente distinta. Pero eso no importa, porque el coronavirus nos acecha, y eso es lo verdaderamente importante. ¿Verdad?