Ni COP27, ni COP28: las cumbres del clima no sirven porque nadie cumple sus promesas

En 1995 se celebró la primera conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Un evento internacional que tiene como objetivo establecer obligaciones para que los países desarrollados reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero. La próxima, la COP28, tendrá lugar en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre de 2023.

Pese a que ya son casi tres decenas de cumbres y este modelo se ha ido manteniendo en los años, lo cierto es que los resultados han sido moderados y la mayoría de las promesas que se han formulado por parte de los Estados han terminado quedando en nada. Un buen ejemplo es lo que ha pasado este 2022.

Las cumbres climáticas no han conseguido compromisos rotundos por parte de los países. La próxima es la COP28. (Photo by Sui Xiankai/Xinhua via Getty Images)
Las cumbres climáticas no han conseguido compromisos rotundos por parte de los países. La próxima es la COP28. (Photo by Sui Xiankai/Xinhua via Getty Images)

Una de las promesas principales por parte de los países es reducir los subsidios a los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural). Fue realizada por primera vez en 2009 y reafirmada en 2021, durante la celebración de la COP 26 en Glasgow (Escocia).

El motivo es que la quema de estos combustibles libera contaminantes que intensifican el calentamiento global y contaminan el aire con toxinas, provocando problemas de salud y millones de muertes prematuras.

La promesa era reducirlos, pero el 2022 ha mostrado justamente lo contrario. Estos subsidios han aumentado hasta llegar a una cifra récord. Tal y como cuenta el Fondo Monetario Internacional, alcanzaron los 7 trillones de dólares el año pasado, superando ampliamente las cifras de todos los años anteriores.

Si solo nos quedamos con los miembros del G20, la suma de los principales países industrializados y emergentes del planeta, da una cifra de 1,4 trillones de dólares, lo que supone más del doble que en 2019.

Entre las razones que explican este récord se encuentran crisis globales, como el covid, o la invasión rusa de Ucrania, que ha provocado que los costes de la vida aumenten. Muchos gobiernos se han visto obligados a intervenir limitando las facturas energéticas o compensando los gastos de combustible. Y la huella de esta actuación ya la está pagando el planeta.

Protestas contra el cambio climático en Nueva York. (Photo by Lokman Vural Elibol/Anadolu Agency via Getty Images)
Protestas contra el cambio climático en Nueva York. (Photo by Lokman Vural Elibol/Anadolu Agency via Getty Images)

Pese a que han sido circunstancias extraordinarias, esta forma de proceder muestra el escaso interés de los gobernantes en cumplir con los objetivos climáticos. Y eso que sus efectos cada vez son más visibles: con récord de temperaturas altas en numerosos lugares del mundo, olas de calor descontroladas o sequías interminables, que ponen en riesgo la sostenibilidad futura.

El propio Banco Mundial, en su informe Detox Development, se muestra crítico con los gobiernos, ya que al subvalorar el precio de los combustibles fósiles con su intervención, alientan un uso excesivo y dificultan la adopción de tecnologías más limpias. Concretamente, tres cuartas partes de los subsidios energéticos van para carbón, gas y petróleo.

Más que a la educación

Hay un dato que muestra a la perfección lo que suponen estos subsidios a los combustibles fósiles. Cuestan el equivalente a un 7,1% del producto interior bruto mundial. Esta cifra puede no parecer muy alta, pero es muy superior a lo que los gobiernos gastan en educación (4,3%) y se queda cerca del gasto en atención médica (10,9%).

Mientras tanto, el objetivo de limitar a 1,5 grados celsius el calentamiento global es cada día más complicado por la falta de compromiso de los países. Vistas todas estas circunstancias, la pregunta es clara: ¿sirven para algo las cumbres del clima?

Desgraciadamente, parece que no. Hay varios acuerdos alcanzados que no son vinculantes, lo que significa que los Estados no están obligados a cumplirlos. Al final, este gran evento anual ha quedado reducido a discursos catastrofistas y promesas vacías de unos países que luego siguen haciendo lo que quieren.

Es evidente que una cumbre sobre el clima anual es un instrumento muy necesario habida cuenta de la situación actual con el calentamiento global, pero solo tendrá importancia cuando los países estén comprometidos con la agenda climática, más allá de intereses propios. La COP28 asoma en el horizonte, mientras que el tiempo para cambiar las cosas se empieza a agotar.

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