Cinco claves de las elecciones que provocaron un terremoto político en Cataluña
BARCELONA.- El resultado de las elecciones autonómicas en Cataluña han supuesto un auténtico terremoto que cambia las coordenadas de la política catalana para los próximos años, sino décadas, y que dejará sentir sus efectos también a 600 kilómetros de distancia, en la capital, Madrid.
Estas son las cinco claves para entender cómo cambia las elecciones repercutieron en el escenario político español.
1. Fin de ciclo del desafío independentista
Desde 1984 -prácticamente, el retorno del autogobierno tras el franquismo-, los partidos de obediencia catalana habían tenido la mayoría absoluta del Parlamento catalán. El domingo, recabaron solo 61 diputados, lejos de los 68 que marcan el umbral de la mayoría. Sin el control de la Generalitat, los partidos independentistas no podrán plantear ningún nuevo pulso al gobierno central, ya sea para declarar la independencia o incluso exigir un referéndum pactado con el presidente, Pedro Sánchez.
Aunque es verdad que la caída del independentismo, que obtuvo 74 escaños en 2021, se debió sobre todo al abstencionismo de sus votantes, nada hace presagiar que podrá volver a armar una mayoría operativa: la novedad fue la entrada en el Parlamento de la extrema derecha catalana, a la que los otros partidos independentistas aplican un cordón sanitario. Por lo tanto, en los próximos años, no habrá nueva intentona independentista.
2. Sánchez sale reforzado, aunque con reservas
Hace unos meses, el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) parecía enfrentarse a un “annus horribilis” que podía poner en jaque su precaria legislatura. En Galicia, las urnas le otorgaron un duro golpe, y la presión de la oposición de derecha lo acosaba en las calles, con la aprobación de la amnistía como ariete. Pero las urnas en Cataluña le han proporcionado el argumento que necesitaba para reponerse: la amnistía ha permitido desactivar y derrotar al independentismo.
Ahora, Sánchez afronta con optimismo las elecciones europeas del próximo 9 de junio, que cerrará un largo ciclo electoral. Descartado un final abrupto de legislatura por un hundimiento electoral del PSOE, los resultados en Cataluña pueden traerle dolores de cabeza en forma de derrotas en votaciones parlamentarias sensibles, ya que Junts, de Carles Puigdemont, una vez perdida la Generalitat, probablemente actuará de forma díscola en el Congreso. No se puede descartar que Puigdemont incluso favorezca el fin de la legislatura al no apoyar los presupuestos, pero es poco probable.
3. Buena noticia para el PP
Rara es la ocasión en las que tanto el PSOE como el conservador Partido Popiñar (PP) pueden sonreír en una noche electoral. Pero así sucedió el domingo. El PP de Alberto Núñez Feijóo logró pasar de 3 a 15 diputados y pasar de tener el farolillo rojo en el Parlamento a ser la cuarta fuerza. Además, se impuso a su rival en la derecha nacionalista española, VOX. La debilidad del PP en Cataluña es una de las razones que han impidieron a Feijóo lograr la mayoría absoluta. Con esta mejora, puede aspirar a conseguirla en la próxima contienda.
4. La extrema derecha también sube en Cataluña
Gracias a su histórico “cinturón rojo”, Cataluña ha sido durante décadas una de las regiones europeas más progresistas. Sin embargo, las urnas demostraron que no es inmune a los vientos ultraconservadores que recorren Europa. El crecimiento del PP no se hizo en detrimento de VOX, que repitió sus excelentes resultados de 2021. Además, entró en el Parlamento un nuevo partido con una ideología también de extrema derecha: Aliança Catalana. Fuerte en las zonas de la Cataluña rural, su discurso utiliza el mismo tono xenófobo que VOX, pero su ultranacionalismo es catalán, no español, y defiende proclamar la independencia lo más pronto posible. En total, en estas elecciones las opciones de extrema derecha lograron un 13% de los sufragios. Se acabó la “excepción catalana”.
5. El futuro de Puigdemont y de Junts en el alero
Los resultados del domingo no fueron malos para el expresidente Carles Puigdemont, que todavía vive exiliado en Bruselas. Fue capaz de atraer bastantes votantes de Esquerra Republicana, su gran rival independentista, al que derrotó sobradamente. Ahora bien, debido al descenso general del independentismo, su resultado no fue suficiente para ser investido en la Generalitat. Puigdemont no se resigna, y pide al Partido Socialista que lo invista a cambio de su apoyo en Madrid. Es un movimiento de cara a la galería, como el de Feijóo en verano del año pasado.
Tanto Puigdemont como su partido deberán decidir qué quieren ser de mayores. El expresidente había sugerido que si no conseguía una victoria que le restituyera en la presidencia, abandonaría la política. ¿Lo hará, siendo claramente el mayor activo de su partido? Junts, por su parte, debe someterse a una seria reflexión sobre su estrategia de futuro. Su apuesta por abanderar la línea dura del independentismo le ha permitido liderar el espacio, pero al encogerse éste, es insuficiente para gobernar. Una opción podría ser moderar su discurso y mutar en una versión catalana del Partido Nacionalista Vasco (PNV), su socio en Euskadi. El PNV es un maestro en el arte de la negociación con el Estado central para conseguir prebendas para su territorio utilizando sus votos en el Congreso, no haciendo amagos de ruptura.