'Ciencia fake', una industria que prolifera en China y es una amenaza para la ciencia
Las fábricas de estudios falsos proliferan creando desconfianza en el sistema científico
Publicar un estudio en una revista científica es el principal objetivo de la mayoría de investigadores en todo el mundo. Mostrar públicamente, especialmente a la comunidad científica, los avances y descubrimientos obtenidos durante años de trabajo constituye uno de los pasos esenciales en el método científico y la mejor culminación de cualquier proyecto de investigación. Para los científicos es toda una satisfacción, pero también es una enorme presión: su prestigio, su carrera científica, su ascenso en el escalafón académico, su propio sueldo, la financiación de sus proyectos o incluso la existencia (o desaparición) de una línea de investigación podría depender de los estudios publicados.
Esta presión es tan alta que el “Publish or Perish” (Publicar o Perecer) se ha convertido ya en un lema grabado a fuego en cualquier centro de investigación científica y está desembocando en un preocupante incremento del número de publicaciones falsas. Desafortunadamente la experiencia nos dice que cuando algo se considera valioso e importante, aparece también una poderosa tentación de hacer trampas. De un tiempo a esta parte las malas prácticas en el sistema de publicación han aumentado notablemente y un país específico se ha colocado en el centro de las miradas: China.
En las últimas dos décadas, China se ha convertido en una potencia de publicación científica imparable y cuenta entre sus filas con algunos de los editores de artículos científicos más prolíficos del mundo. Las cifras son espectaculares: en 2021 China publicó 3,7 millones de artículos científicos, el 23 % de la producción mundial y en 2023, gracias también al empuje de la secuenciación del genoma del virus COVID-19, China superó por primera vez a EE.UU en la cantidad de artículos más citados.
Este aumento de la producción científica no sería preocupante por sí mismo si no fuese porque muchos expertos apuntan a que este impresionante crecimiento también “enmascara ineficiencias sistémicas y una base de investigación fraudulenta y de baja calidad”. El sistema chino de ciencia ha incorporado una presión enorme por publicar y sus propios investigadores lo reconocen: “Para sobrevivir en la academia china se deben alcanzar muchos indicadores de rendimiento. Cuando publicamos nos tenemos que enfocar en la cantidad sobre la calidad porque cuando un posible empleador mira nuestros currículos suelen juzgar la cantidad de nuestra producción sobre la calidad de la investigación”.
Esta situación ha propiciado la aparición de una industria de ciencia fake con verdaderas fábricas de estudios ficticios que empiezan a poner en serios aprietos el sistema de publicación científico.
John Chesebro es investigador y revisor en Spandidos, una editorial biomédica que acepta un enorme volumen de estudios científicos procedentes de China (hasta el 90%). Su tarea principal es detectar fraudes en los trabajos de investigación publicados y, esta semana en Financial Times, desvela algunos de los trucos más usados por las cada vez más habituales fábricas de estudios falsos. “Desde la duplicación clara de imágenes científicas que se muestran en numerosos estudios (y que ni siquiera están relacionados) hasta retoques más sutiles. A veces se gira una imagen para intentar simular que es diferente, a veces se manipula digitalmente partes de ella para agregar o eliminar características y que los datos parezcan coherentes con los resultados que ofrecen las conclusiones”. Chesebro estima que llega a rechazar hasta un 10% de los artículos recibidos debido a datos fraudulentos o problemas éticos.
Un negocio que ya mueve mucho dinero
Es difícil estimar el alcance de la producción científica falsa y las cifras se mueven entre el 2% y el 20% de los artículos publicados, un abanico excesivamente amplio para saber a qué nos enfrentamos realmente. Económicamente sí parece preocupante: se calcula que los ingresos globales de estas fábricas de estudios falsos son, como mínimo, de 1.000 millones de dólares al año, y probablemente mucho más. Está claro que estas industrias de ciencia fake no son exclusivas de China pero el acuerdo general de los expertos señala que es el foco más inquietante.
La otra cara de la moneda son los propios investigadores. Un interesante artículo publicado en Coda nos da una idea de cómo funcionan estas industrias a la caza de estudios. El ejemplo es Chengyi Zhang (nombre inventado para proteger su identidad), una investigadora en el ámbito médico. A los pocos días de publicar su primer artículo en una revista científica china, comenzó a recibir llamadas y mensajes. “De repente, me vi inundada con ofertas de ventas de servicios que me ofrecían producir artículos académicos bajo mi nombre, sobre cualquier tema que quisiera”. Los mensajes prometían que, por un precio de 62.000 yuanes (unos 9.000 dólares), estos artículos ficticios podrían publicarse en revistas médicas internacionales de bajo y medio impacto. Las personas con las que habló afirmaron estar empleados por publicaciones revisadas por pares, incluido el Chinese Journal of General Medicine o el Chinese Journal of Hospital Pharmacy.
Los académicos de todo el mundo se ven empujados a publicar para avanzar en sus carreras y obtener financiación, sin embargo esta presión en China se ha visto exagerada por la feroz competencia por unos recursos limitados. Se estima que hay más de 2 millones de investigadores en China compitiendo por fondos de los gobiernos central y locales y esto “crea un incentivo institucionalizado para hacer trampa y alcanzar los ambiciosos objetivos de citas y producción científica del país”.
La ciencia es la mayor herramienta que el ser humano ha desarrollado para adquirir conocimiento. La publicación de los resultados obtenidos en las diferentes investigaciones es un factor clave para ese conocimiento y para que el resto de la comunidad científica pueda avanzar (o retroceder) en todos los campos. Más allá de los férreos controles y revisiones, este sistema tiene un fuerte componente de honestidad y confianza… y empieza a perderse. Muchos científicos reconocen que no tienen tiempo material para determinar qué trabajos son rigurosos y cuáles se han fabricado por lo que la solución más rápida es descartar desde el origen. “Hay suficiente basura procedente de la industria fake de China que cada vez más investigadores confiesan que no leen artículos si provienen de una fuente china”.
Esto no solo afecta a la gran mayoría de investigadores y científicos chinos que sí son honrados y rigurosos, nos lleva a la insólita situación de tener una nueva potencia mundial en ciencia de la que todos desconfían.
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Referencias científicas y más información:
Else, H., & Van Noorden, R. “The fight against fake-paper factories that churn out sham science”. Nature (2021) DOI:10.1038/d41586-021-00733-5
Eleanor Olcott, Clive Cookson, Alan Smith “China’s fake science industry: how ‘paper mills’ threaten progress” Finantial Times
Isobel Cockerell “China’s ‘paper mills’ are grinding out fake scientific research at an alarming rate” Coda