Centralia, la ciudad que lleva más de 60 años ardiendo e inspiró la terrorífica 'Silent Hill'

Centralia, donde las calles y avenidas se han convertido en verdaderas zanjas. AFP PHOTO/DON EMMERT (Photo credit should read DON EMMERT/AFP via Getty Images)
Centralia, donde las calles y avenidas se han convertido en verdaderas zanjas. AFP PHOTO/DON EMMERT (Photo credit should read DON EMMERT/AFP via Getty Images)

Dicen que Centralia es una de las puertas al infierno. Y si no lo es, se le parece mucho. En este pequeño pueblo minero de Pensilvania (Estados Unidos), un incendio inagotable en el subsuelo, sin atisbo a apagarse, lleva 61 años expulsando llamas y gas tóxico que hace impracticable la vida.

El panorama es desolador: fisuras kilométricas a lo largo de lo que alguna vez fueron calles y avenidas perfectamente pavimentadas; hogares y establecimientos abandonados y resquebrajados; agujeros que son auténticas zanjas y despiden humo, como si la Tierra exhalara aire en una respiración ininterrumpida; la vegetación reclamando sus antiguos dominios en una estampa casi apocalíptica… En 1980, Centralia estaba habitada por 2.761 personas, su momento de mayor esplendor. Un siglo después, el censó bajo hasta los 1.100 residentes. Hace 10 años, en 2013, solo quedaban siete.

¿Pero qué pasó en esta fructífera ciudad para que acabara convertida en una ciudad fantasma, abandonada a su suerte en algún lugar del noreste de Filadelfia? El origen del declive de Centralia data en 1962 y descansa en una quema controlada de basura en el vertedero para deshacerse de los desperdicios acumulados. A ‘priori’, parecía una buena idea, rápida, barata y sencilla. Sin embargo, las autoridades pertinentes en tomar la decisión no repararon en que su bonito pueblo había sido fundado encima de una de las zonas de nuestro planeta donde se concentra mayor cantidad de antracita, una variedad de carbón con una capacidad calorífica de casi un 50% por encima del carbón normal.

Una de las bocas de humo que manan del subsuelo de Centralia, en Pensilvania (EE.UU.). AFP PHOTO/DON EMMERT (Photo credit should read DON EMMERT/AFP via Getty Images)
Una de las bocas de humo que manan del subsuelo de Centralia, en Pensilvania (EE.UU.). AFP PHOTO/DON EMMERT (Photo credit should read DON EMMERT/AFP via Getty Images)

Para complicar más el asunto, el vertedero estaba dispuesto sobre una antigua mina de carbón al aire libre de 15 metros de profundidad. La basura ardió y el fuego fue sofocado según el plan inicial. Pero las llamas comenzaron a aparecer días después y a extenderse por los túneles subterráneos, bajo la superficie, quemando los depósitos de antracita a su paso. Las autoridades intentaron detener la propagación con diferentes métodos, desde inundar el vertedero, hasta verter grandes cantidades de arena. Pero el efecto dominó era ya imparable y en pocas horas alcanzó el subsuelo del pueblo. A la amenaza de las llamaradas, con la consecuente quema de casas, hay que sumarle la emisión de monóxido de carbono por la combustión del carbón y el peligro de que los habitantes murieran envenenados.

En 1983, el Gobierno estadounidense puso en marcha un plan de 42 millones de dólares para reubicar a la población. La mayoría se acogieron a la ayuda, pero hubo quien no quiso abandonar su hogar. Se estima que los yacimientos de carbón que arden bajo Centralia pueden continuar otros 250 años más.

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La siniestra estampa del pueblo que quedó con el paso de los años dio pie a que los guionistas de la película de terror ‘Silent Hill’ (2006), basada en la serie de videojuegos del mismo nombre, se inspiraran en ella para recrear el pueblo ficticio en el que se sucede la trama.

Una de las pocas casas que se mantienen en pie en Centralia (Photo by Benno Schwinghammer/picture alliance via Getty Images)
Una de las pocas casas que se mantienen en pie en Centralia (Photo by Benno Schwinghammer/picture alliance via Getty Images)

En la actualidad, se ha convertido en centro de peregrinación para la comunidad ucraniana de Estados Unidos que, cada domingo, asiste a la homilía que se celebra en la Iglesia Católica Ucraniana de Centralia, una de las pocas, poquísimas edificaciones que 61 años después se mantiene en pie. Un milagro para los feligreses que, en realidad, tiene una explicación: fue construida sobre un terreno de roca sólida que impide que las llamas del subsuelo la alcancen. Conciencia o no, parece que, por ahora, el templo religioso le ha ganado la partida al infierno.

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