Bir Tawil, el lugar del mundo que no le pertenece a nadie y ningún país reclama

Bir Tawil está conformado por 2.060 kilómetros cuadrados de desierto, dunas y arenas, a temperaturas extremas. Getty Creative
Bir Tawil está conformado por 2.060 kilómetros cuadrados de desierto, dunas y arenas, a temperaturas extremas. Getty Creative

A lo largo de la frontera que separa Egipto y Sudán del Norte hay un rinconcito de nombre Bir Tawil, que en árabe significa ‘pozo de agua alto’. Lo paradójico de este lugar no es su denominación, sino su estatus. Es uno de los dos territorios del mundo que no le pertenece a nadie ni ningún país tiene jurisdicción para imponer ahí su ley. Sus 2.060 kilómetros cuadrados de territorio es lo que se conoce como ‘Terra nullius’ o tierra de nadie. Un concepto latino que históricamente usaron los colonizadores anglosajones para justificar la expansión de su soberanía y exterminar a la población nativa. Pero ‘el pozo de agua alto’ no sucumbe a ninguna ocupación porque nadie quiere quedarse con él.

El triángulo de Bair Tawil, como también se denomina aunque tiene forma trapezoidal, es un abismo entre tanta propiedad privada. Nadie vive ahí. Solo el desierto inhóspito que se extiende por un área del tamaño casi idéntico de Luxemburgo. Localizado en el este del continente africano, aparece en los mapas a uno de los márgenes del Mar Rojo, muy cerca del agua a vista de cartógrafo, pero ni lo roza. Ahí no hay nada. Si acaso arena, piedras y temperaturas que exceden lo extremo. Por eso no hay Dios que lo reclame, aunque tanto Sudan del Norte como Egipto podrían.

La aparición de este territorio sin dueño se sucedió en un despacho, a muchos kilómetros de ahí. Es lo que tienen los todopoderosos: que se reparten el mundo siguiendo los designios de sus propios intereses desde la tranquilidad de sus oficinas de estilo renacentista, a buen recaudo. En 1899, Reino Unido estableció la frontera administrativa entre Egipto y Sudán del Norte al más puro estilo humano. Armado con un lápiz y una regla, dibujó una línea recta sobre el paralelo 22 que rectificó tres años después para acomodar a las tribus de la zona. De la creatividad británica surgió su nueva invención, Bir Tawil, que fue a parar a manos del Estado egipcio (colonia británica en ese momento), y una segunda región, el triángulo de Hala’ Ib, que concedió a Sudán.

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Los británicos se retiraron de la zona ocupada en 1956 y dejaron a los dos países elegir su suerte y resolver los problemas que habían generado años atrás con esa redefinición de la frontera colmada de creatividad. La confrontación estaba servida. Egipto y Sudán del Norte tenían que decidir quién se quedaría con qué, pero solo podían elegir uno de los territorios inventados. Solo uno. Ninguno de los dos estuvo dispuesto a quedarse con la desangelada Bir Tawill y prescindir así de Hala’ Ib, cien veces más valiosa. Este triángulo que sí tiene forma de triángulo es más grande (20.580 kilómetros cuadrados), tiene población, infraestructura y acceso a la costa.

El encontronazo entre ambos países se recrudeció cuando en 1992 se descubrieron yacimientos petrolíferos en esta área. Tras años de enfrentamiento, el ejército sudanés decidió retirarse de Hala’ Ib y ceder su control efectivo a Egipto a partir de 2000. Desde entonces, han sido varias las ocasiones en las que Sudán del Norte ha reclamado ante las instituciones pertinentes la soberanía de la zona que le fue conferida originalmente por decisión de los británicos. Sus peticiones han caído en saco roto.

En cuanto a Bir Tawil, ahí sigue, en mitad de la nada, sin nadie que quiera apropiarse de ella porque no tiene nada que ofrecer. Quedarse con la soberanía de esta trapecio mal aparcado supone cederle automáticamente al rival la todo poderosa región de Hala’ Ib. ¿Y quién en su sano juicio va a querer renunciar al petróleo y las riquezas que esta produce? Nada más que añadir.

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