Cómo uno de los centros del narco en los 80 es hoy un destino turístico imperdible

Hubo un tiempo en el que la Comuna 13 San Javier era un lugar vetado para todo aquel que no fuera de ahí. Para sus habitantes, desoír las leyes que ahí regían la existencia era una sentencia de muerte asegurada. Algo más de una década después de aquello, este barrio marginal localizado en las colinas occidentales de Medellín recibe cientos de miles de turistas al año, nacionales y extranjeros. Curiosos que quieren caminar por las mismas calles que alguna una vez pisó quien, probablemente, haya sido el personaje más sanguinario de la historia de Colombia, Pablo Escobar. A pesar de que no es oro todo lo que reluce, la Comuna 13 ha resurgido de sus cenizas, aunque solo sea a la luz del día.

Marcada por la guerra, los bombazos, los sicarios, las desapariciones, la barbarie y la pobreza, la Comuna 13 es hoy un destino imperdible para todo aquel que visite la ciudad de la eterna primavera. Así se conoce coloquialmente a Medellín por sus temperaturas que rozan los 24 grados casi todo el año. Considerada la segunda capital del país, con permiso de los barranquilleros, caleños y bumangueses, es, probablemente, la más innovadora de todo el territorio colombiano si omitimos sus comunas, 16 en total.

Pasear por las calles de este asentamiento urbano, ojo, las que están habilitadas para el disfrute del público, supone sumergirse en un recorrido lleno de color, grafitis y emprendimiento popular. El barrio se ha transformado gracias a una iniciativa de Casa Kolacho, un colectivo juvenil que, hace diez años, quiso lavarle la cara a su malogrado hogar a través del arte callejero. La idea fue cobrando fuerza y sumando vecinos que vieron en esta propuesta la forma de salir adelante.

Una de las coloridas calles llenas de grafitis de la Comuna 13. Foto: Getty Creative.
Una de las coloridas calles llenas de grafitis de la Comuna 13. Foto: Getty Creative.

Durante dos horas, el turista recorre la zona y visita los lugares más icónicos de la Comuna de la mano de un guía local. Aunque el éxito de la propuesta ha provocado que cada vez más guías ‘infiltrados’ busquen su cuota de turistas, en principio, son los mismos residentes, habilitados para tal efecto, quienes se encargan de mostrar la transformación que ha experimentado su barrio. Y así debería ser. Todo se reinvierte en la comunidad.

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La regeneración de este asentamiento que aún así, se cae a pedazos, no es solo estética. A lo largo de toda la ruta se han inaugurado pequeños museos gestionados por las gentes de la Comuna, miradores desde los que contemplar Medellín previo pago y comercios donde comprar ‘souvenirs’ o probar la típica comida callejera paisa. El local de Doña Consuelo es parada obligada. Sus cremas de mango viche y limón, servidas en vasito de plástico, son lo más auténtico que el turista puede echarse a la boca.

Los murales que engalanan las paredes de las casuchas de ladrillo a medio terminar y de los muros que delimitan las calles de cemento mal rematado relatan los años de violencia que ahí se vivieron. Porque de lo que no se habla, no existe. Y lo que no se recuerda, se repite. Los grafitis son también un homenaje a las víctimas, a la esperanza y los sueños de una población que durante décadas ha sufrido las diferentes formas que ha ido adoptando el conflicto armado.

Vista panorámica de la Comuna 13. Getty Creative
Vista panorámica de la Comuna 13. Getty Creative

Pobreza y falta de oportunidades, una combinación peligrosa en la Comuna 13

La violencia es una vieja amiga de la Comuna 13. Su origen como asentamiento humano se remonta al desplazamiento forzoso de campesinos de las zonas calientes de Antioquia y alrededores. Ahí fueron a parar estas gentes humildes, huyendo del horror impuesto por los grupos armados ilegales y obligados a redefinir su vida de campo ahora en la ciudad. Lo que comenzó con la edificación de unas cuantas casas "de invasión", las llaman, acabó por instituir un barrio entero, caracterizado por la precariedad y la falta de oportunidades. Fantasmas que todavía persiguen a sus pobladores.

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Debido a su organización anárquica, sin plan de desarrollo urbano de por medio, el nuevo asentamiento se convirtió en centro estratégico de la delincuencia organizada y de las milicias guerrilleras del ELN, del ya extinto M-19 y, posteriormente, de las FARC.

En la década de los 80, Pablo Escobar, líder del Cartel de Medellín, hizo de los residentes de la Comuna 13 la base de su apoyo popular ­y criminal. De ahí salió el grueso de votantes que le llevó a ocupar un asiento en el Congreso de la República en 1982. También, la mayoría de los integrantes de su ejército de gatilleros. Jóvenes sin futuro que vieron en la figura del capo de la droga la forma de ascender en la estructura social a golpe de dinero fácil. Se calcula que bajo las órdenes de Escobar fueron asesinadas entre 3.000 y 4.000 personas.

 (Photo by JOAQUIN SARMIENTO / AFP) (Photo by JOAQUIN SARMIENTO/AFP via Getty Images)
(Photo by JOAQUIN SARMIENTO / AFP) (Photo by JOAQUIN SARMIENTO/AFP via Getty Images)

La violencia se instauró en la zona con la llegada de los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), formado mayoritariamente por paramilitares aliados con el Cartel de Cali, que buscaban dar caza al narcotraficante. Los enfrentamientos en la Comuna no cesaron con la muerte de Escobar, el 2 de diciembre de 1993. El narco se mantuvo bajo el liderazgo de ‘Don Berna’, que inauguró una nueva organización criminal, la Oficina de Envigado, dedicada a la cocaína y a combatir a las facciones guerrilleras que todavía permanecían en la Comuna.

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La falsa quietud que impuso Diego Fernando Murillo Bejarano, su nombre real, explotó en mil pedazos con la Operación Orión del 16 de octubre de 2002. Una intervención militar desastrosa orquestada por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez en pleno centro urbano, algo nunca visto. Recordemos que las grandes operaciones contra las guerrillas se han sucedido en la selva, en las montañas, en el territorio disperso, lejos de las grandes ciudades.

La obcecación enfermiza del expresidente por acabar con las milicias guerrilleras (FARC, ELN y los Comandos Armados del Pueblo) le llevó a destinar mil hombres del Ejército y la Policía que durante tres días sembraron el terror en la Comuna 13. Aunque las cifras bailan, hubo 17 muertos, 80 detenidos y 350 detenidos. Extrajudicialmente, los paramilitares desplegados, con la venia de las fuerzas del Estado, mataron a 71 personas y desaparecieron a 95. Todavía, más de dos décadas después, se desconoce el paradero de muchos de ellos. Los familiares de las víctimas llevan años denunciando que sus muertos están enterrados en una fosa común, perfectamente visible desde la Comuna, conocida como La Escombrera.

Soldiers patrol during a night curfew imposed at the Comuna 13 neighborhood, in Medellin, Colombia on October 30, 2020 amid the COVID-19 coronavirus pandemic. - Authorities placed the department Antioquia and its capital Medellin under a new lockdown after an increase in coronavirus cases. (Photo by JOAQUIN SARMIENTO / AFP) (Photo by JOAQUIN SARMIENTO/AFP via Getty Images)
Soldado en la Comuna 13 en octubre de 2020. (Photo by JOAQUIN SARMIENTO / AFP) (Photo by JOAQUIN SARMIENTO/AFP via Getty Images)

Tras la salida de los militares, Don Berna continuó imponiendo su imperio y su entrecomillada paz. Con su extradición a Estados Unidos en 2008, el poder ha ido transfiriéndose de mano en mano, de capo a capo. Y, aunque la Comuna 13 ya no es lo que era, ni se le parece, el crimen organizado sigue operando ahí donde el Estado no facilita el desarrollo.

Durante el día, el ir y venir de los turistas traslada una sensación de calma que nadie osa transgredir. Pero, al llegar la noche, las fronteras invisibles y los toques de queda vuelven a regir la vida, inamovibles hasta que el líder de turno lo considere. Tranquiliza saber que, a la mañana siguiente, volverá a salir el sol en La Comuna 13 y, con él, una paz que, sin ser del todo efectiva, es mejor que no tenerla.

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