La brecha entre la edad que tienes y la edad que crees tener nos dice mucho de ti
Hace unos días me reencontré con dos hermanos, buenos amigos de la infancia, a los que no veía desde hace años. Como era previsible terminamos hablando de dos temas inevitables: nuestros tiempos en el instituto y de cómo hemos cambiado ahora que todos estamos rondando la cincuentena. A pesar de peinar canas, los que aún se peinan, ninguno de nosotros se sentía tan mayor, en realidad si tuviésemos que decir la edad que sentimos tener los tres, sin excepción, nos adjudicaríamos al menos diez años menos. Algo similar le ocurrió a una editora en The Atlantic cuando le preguntó a su madre cuántos años tenía en mente… tras apenas unos segundos de reflexión, levantó la cabeza y contestó: unos 45 años. Su edad real eran 76 años.
El efecto es bien conocido y desde hace años existen estudios científicos intentando desentrañar sus causas y algunas consecuencias interesantes. En 2006, un estudio realizado en Dinamarca preguntó a casi 1500 voluntarios sobre la edad que sentían, más allá de la edad real que tenían. Los resultados fueron claros: los adultos mayores de 40 años se perciben así mismo (en promedio) un 20 por ciento más jóvenes que su edad real.
También sabemos que este fenómeno, denominado “edad subjetiva” no ocurre de la misma manera en todo el mundo, es decir, tiene importantes elementos culturales a tener en cuenta. En 2021 se publicó un metaanálisis con casi 300 estudios llevados a cabo alrededor de todo el mundo y encontró una discrepancia según los países y regiones donde se realizó la pregunta. La brecha es realmente amplia en Estados Unidos, Europa occidental y Australia, mientras que la diferencia entre edad real y edad “sentida” disminuye en otros continentes como Asia o África.
Las razones culturales son tan numerosas y diversas que es difícil apuntar a un motivo principal. Por ejemplo, algunos autores recuerdan que occidente la tradición cristiana puede tener un peso insospechado cuando, en la Edad Media, una curiosa cuestión salió a debate: Si el cielo es la total felicidad… ¿Qué edad deben tener los ángeles y almas que lo habitan? Los teólogos afirmaban que 33 años, puesto que era la edad en la que Jesús (como ejemplo de perfección) había ascendido. Siglos y siglos de representaciones artísticas, imágenes y tradición han condicionado la imagen de la “edad perfecta”… algo que, además, coincide con el pico de facultades físicas y el inicio de un lento declive. Por supuesto, el paso del tiempo ha traído importantes mejoras médicas, la mortalidad ha caído en picado, la esperanza de vida y las condiciones de calidad en esa vida se han incrementado, lo que nos lleva a envejecer mejor mientras que la influencia de esa tradición occidental sigue fija en la marca de los treinta y pocos.
Más allá de los evidentes elementos biológicos y mentales, debemos considerar otros factores sociales y económicos que despliegan un peso considerable. En las conclusiones del anterior metaanálisis se aprecia que la brecha de edad subjetiva está asociada también a brechas económicas (cuanto más rico es un país mayor es esa diferencia), sin mencionar que “en otras sociedades más colectivistas se otorga un mayor valor a los ancianos, obtienen más respecto y, por tanto, se tiene una visión diferente de la juventud y la edad”.
Pero la cuestión de la edad subjetiva no se queda tan solo en una curiosidad académica. Aquellos que afirman sentir menos años de los que realmente tienen suelen basar esta afirmación en un buen estado físico. Esta idea ha llevado a los investigadores a realizar estudios y confirmar que una mayor brecha en la edad subjetiva se relaciona con mejor salud y condición médica, así como con menos riesgo de ser hospitalizado por edad. Los científicos cada vez están más interesados en este fenómeno y, en los últimos años, han aparecido estudios que asocian esa brecha en la edad subjetiva a factores reales de salud y riesgo de muerte. El dicho popular de que “eres tan viejo como te sientes” podría tener algo de razón ya que existen estudios que correlacionan sentirse más joven con un menor riesgo de depresión, de demencia y un mayor bienestar mental.
Pero una gran brecha también conlleva algunos riesgos. La disparidad entre la edad que marca tu pasaporte y la que sientes en tu cabeza tiene importantes consecuencias en tu vida, tu conducta y tus planes. Sobrestimar tus posibilidades o tus capacidades puede llevarte a errores y situaciones comprometidas. “La medida en que los adultos mayores se sienten mucho más jóvenes puede determinar importantes decisiones cotidianas o de futuro”, explicaba el psicólogo Brian Nosek en un artículo de la BBC.
En su novela La Inmortalidad, el escritor Milan Kundera escribía que “siempre hay una cierta parte de todos nosotros que vive fuera del tiempo” y no iba desencaminado... los estudios realizados hasta ahora indican que sentirse más joven es un buen indicador médico y mental.
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Referencias científicas y más información:
Rubin, David C., Dorthe Berntsen. «People over Forty Feel 20% Younger than Their Age: Subjective Age across the Lifespan». Psychonomic Bulletin & Review, 2006, DOI:10.3758/bf03193996.
Jennifer Senior “The puzzling gap between how old you are and how old you think you are” The Atlantic
Betsy Morris “How Old Do You Feel? The Answer Can Reveal a Lot About Your Health, Scientists Say” Washington Post