¿Realmente sirven para algo los test de personalidad?
Aunque puedan parecer recientes se ha cumplido ya un siglo desde los primeros cuestionarios de personalidad. Durante la Primera Guerra Mundial, se empezaron a hacer preguntas a los soldados para estudiar los posibles problemas de salud mental durante el conflicto. Unos años más tarde, cuando la aviación se convirtió en parte importante de las confrontaciones bélicas, el ejército de los Estados Unidos incorporó estos incipientes métodos y test para diferenciar qué pilotos estaban en condiciones de pilotar aviones militares.
En la actualidad los test de personalidad se han extendido a una infinidad de actividades, entrevistas de trabajo, selección de personal… sin embargo, muchos expertos explican que los resultados de estos cuestionarios no ofrecen demasiada validez. La propia Scientific American ha publicado estos días un artículo en el que se advierte que muy pocas evaluaciones de personalidad son confiables, y los investigadores afirman que su uso, fuera de los ámbitos académicos, es muy discutible.
Si descartamos los típicos cuestionarios y test de preguntas que algunas webs ofrecen a sus usuarios como divertimento y que no tienen ninguna validez científica, y nos centramos en los modelos más serios comprobaremos que en muchos casos los problemas y desventajas que surgen son similares en todos ellos.
Contactamos con Eparquio Delgado, uno de los psicólogos científicos más activos en redes, que nos señala diversos obstáculos. “Se llaman test de personalidad y aquí ya encontramos la primera dificultad: definir qué es la personalidad. En la mayoría de estos cuestionarios el objetivo es englobar las respuestas en categorías y poder así encontrar tendencias de comportamiento. Surge así un nuevo problema puesto que si queremos analizar pautas de actuación, los cuestionarios de preguntas son poco útiles si no se acompañan además de observación”.
Incluso los modelos más utilizados y extendidos, como el Big 5 Personality, adolecen de los mismos inconvenientes. Clasifica a los sujetos en cinco grandes categorías, tan amplias que tampoco tienen aplicaciones directas para los objetivos que se buscan. “Por ejemplo, que alguien entre dentro de la categoría “extrovertido” no lo convierte en un buen vendedor” explica Simone Vazire de la Universidad de California, “son correlaciones forzadas que suelen ser incidentales y que en el mejor de los casos tan solo sirven de herramienta comparativa en comparación con otras personas que han realizado la misma prueba”.
De hecho, la inmensa mayoría de los cuestionarios que nos vamos a encontrar roza la pseudociencia. Randy Stein, psicólogo de la Universidad Politécnica Estatal de California explica que “algunas pruebas comerciales de personalidad hacen preguntas extrañas, como: ¿Te identificas con las serpientes? o ¿Cómo reaccionas ante un cierto color? e intenta extraer inferencias de tus respuestas. Ese tipo de conclusiones se aventuran en el ámbito pseudocientífico”.
“Englobar a alguien en categorías es siempre problemático” explica Eparquio Delgado. “Por sí solos estos cuestionarios no tienen mucha validez y como mucho deberían ser utilizados con fines complementarios u orientativos, acompañados de otras actividades y sobre todo observación”.
Referencias y más información:
Angus Chen “How Accurate Are Personality Tests?” Scientific American
Merve Emre “Five mith about personality test” Washington Post