Ejemplos que los sudamericanos deberíamos imitar

El mundo del deporte experimentó en estos últimos días dos sucesos repudiables en su esencia pero dignos de destacar por sus condenas finales.

Uno sucedió en Villarreal. Otro en Los Angeles. El primero en el ambiente futbolístico. El segundo en la NBA. Los dos íntimamente relacionados en cuanto a su contexto racista.

Ya es de público conocimiento la banana que le arrojaron a Dani Alves en estadio El Madrigal de Villarreal, lo mismo que el comentario de alto tono discriminatorio y racial del dueño de los Clippers de Los Angeles, Donald Sterling.

No es cuestión de profundizar en ambos repudiables hechos sino en las sanciones ejemplares que se aplicaron.

La directiva del Submarino Amarillo expulsó de por vida del club al energúmeno y el Comisionado de la NBA Adam Silver hizo lo propio con el máximo dirigente del conjunto angelino el que a su vez deberá pagar una multa de 2 millones y medio de dólares, dinero que será destinado a instituciones que luchan contra la discriminación racial.

Ante este panorama surge la pregunta. ¿Cuándo aprenderemos los sudamericanos a respetar al prójimo? Es muy común ver en nuestras canchas la cantidad de proyectiles (incluidas botellas llenas de orines) del que son blanco los futbolistas visitantes en las diferentes canchas, sobre todo cuando van a ejecutar un tiro de esquina. Ni que hablar de la total y absoluta falta de respeto y de educación cuando se realiza un minuto de silencio, homenaje que jamás se cumple como es debido. O los cantos discriminatorios en las canchas argentinas contra los paraguayos y bolivianos.

Pero lo más preocupante es la pasividad e inacción de la dirigencia de los clubes, de las Federaciones y de la Conmebol.

Tomemos algunos ejemplos puntuales de entre tantos que suceden. Uno fue en Huancayo, Perú, durante el partido entre Real Garcilaso y Cruzeiro por la Copa Libertadores en febrero pasado, cuando la parcialidad local emitió sonidos similares al de los monos cada vez que Tinga, jugador del conjunto brasileño y de la raza negra, tocaba el balón.

¿Cuál fue el castigo? Apenas 12 mil dólares y la amenaza de jugar sin público si ese hecho se repetía.

El otro caso fue en el estadio Monumental de River Plate hace unas semanas atrás en el partido ante Godoy Cruz. Tras el gol del triunfo del equipo, un hincha arrojó una madera que pegó en la espalda de un jugador visitante.

¿Cuál fue el castigo? Cerrar ese sector de las tribunas en el partido siguiente.

Esto sin dejar de mencionar lo sucedido el día que el Millonario descendió al Nacional B. Hinchas claramente identificados por las cámaras de televisión destrozó gran parte de las instalaciones del estadio. A su vez otros grupos rompieron frente de casas y comercios en las inmediaciones del estadio.

Ninguno de esos cobardes fue castigado por la ley y la sanción fue de algunos partidos sin público.

En La Bombonera de Boca Juniors sus hinchas solían ingresar con elementos de pirotecnia, los que están prohibidos. Inclusive interrumpieron algunos partidos al encenderlos. ¿Cuál fue el castigo? Una fecha sin público.

¿Y las famosas cámaras de seguridad? Jamás son usadas, no sólo en La Bombonera sino en ningún lado salvo en algún caso aislado.

Hay muchos más ejemplos, todas burlas al sentido común y una manera más que directa de permitir que los vándalos sigan actuando libremente.

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