Baja el volumen, por favor: cómo cuidar tus oídos


Cada vez el uso de auriculares se populariza más, no importa el tamaño ni la visibilidad, en la calle, en los medios de transporte público o cuando practicamos algún deporte como correr. Por una cuestión de inmersión en la música o de seguridad, para no tener que sacar el celular cuando nos llaman en la vía pública, vemos más personas con auriculares, no importa su tipo.

Dispositivos que recubren por completo el oído o aquellos que se introducen en el conducto auditivo. Grandes, chicos o medianos. Los que tienen anulación de ruidos externos o los que son solo un medio para llevar música y llamadas del celular a nuestro cerebro y no tienen mayor tecnología. En definitiva, todos, pueden implicar un riesgo para nuestra salud si no los sabemos usar. Sí, el volumen al que los usamos puede costarnos caro.

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Seguramente usted habrá visto en algunos modelos de smartphones que cuando pasa el volumen del audio, teniendo auriculares conectados, sale en la pantalla un cartel que dice algo así como “si escucha en volumen alto por largos períodos, puede ocasionarle daños en los oídos”. También en algunas marcas de reproductores MP3 hallará en su envoltorio algún folleto que le advertirá de los efectos perjudiciales de usar el equipo a todo volumen.

Más allá de que llega un punto en que la música puede ser desagradable, sea una melodía celestial o un concierto de violines, cuando pasamos de determinado nivel, existe un efecto irreversible que daña nuestra capacidad auditiva. Y se genera un círculo vicioso: comenzamos a perder nuestro oído y tendemos a poner el volumen más alto, aunque esto implique solo aumentar nuestra incipiente sordera.

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Este efecto está bien estudiado y se llama NIHL, siglas en inglés de Noise-induced hearing loss, o pérdida del oído inducida por el ruido. Sí, no quiere decir que una sinfonía de Beethoven sea ruido. Pero alcanza un nivel que cualquier música, cuando comienza a molestarnos, pasa a considerarse un ruido. El NIHL es una forma de trastorno de la audición producida por escuchar a elevado volumen. El daño es acumulativo. Lo que se perdió, se perdió. Podemos darnos cuenta de que lo padecemos por algunos síntomas, como la citada pérdida de la audición o porque tal vez empezamos a oír un campanilleo.

El National Institute on Deafness and Other Communication Disorders (NIDCD), en su página , explica que los sonidos menores de 75 dB (decibeles), incluso durante exposiciones prolongadas, no suelen causar efectos adversos. Pero más allá de 85 dB, comienzan los problemas. Cuanto más fuerte esté el sonido, menos tiempo se necesitará para empezar a sufrir daños.

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¿Qué sonidos son mayores a 85 dB? Por ejemplo, una motocicleta, un MP3 a máximo volumen (unos 105 decibeles), la sirena de un vehículo, o un disparo cercano de un arma de fuego. Lamentablemente, un concierto de rock puede alcanzar los 100 dB. Un par de auriculares conectado a un equipo de audio, 110 dB.

No tiene nada que ver la edad para ser probables víctimas del NIHL. Chicos o grandes podemos sufrirlo.

Podríamos seguir algunos consejos prácticos para minimizar la posibilidad de pérdida de la capacidad auditiva. En primer lugar, conocer qué sonidos pueden provocar daño. Usar protectores para los oídos si por motivos laborales tenemos que estar expuestos a ruidos en forma continua. Cuidemos a los chicos: no los expongamos en la casa a equipos de audio o televisión a todo volumen.

Si usted oye la música que está escuchando el pasajero que está sentado a su lado, seguramente este tendrá su MP3 a más de 85 dB. ¿Se anima a hablarle del NIHL y aconsejarle que baje el volumen?

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Manuel H. Castrillón es periodista especializado en tecnología, residente en la ciudad de Buenos Aires. @castri2010