El escándalo sexual de Benjamin Netanyahu que su esposa Sara (e Israel) decidieron olvidar

Israel's ex-premier and leader of the Likud party Benjamin Netanyahu, flanked by his wife Sara, addresses supporters at Benjamin Netanyahu y Sara Netanyahu en la sede del Likud (Photo by Menahem KAHANA / AFP) (Photo by MENAHEM KAHANA/AFP via Getty Images)
Benjamin Netanyahu y Sara Netanyahu en la sede del Likud (Photo by Menahem KAHANA / AFP) (Photo by MENAHEM KAHANA/AFP via Getty Images)

La escalada bélica entre el Gobierno de Benjamin Netanyahu y Hamás ha cruzado todas las líneas rojas inimaginables. “La violencia es de proporciones épicas”, ha denunciado la ONG Save The Children, que asegura que más de 3.100 niños han muerto a consecuencia de los bombardeos incesantes del ejército israelí que caen día y noche sobre Gaza. Sin embargo, las consecuencias de la masacre perpetrada por milicianos de Hamás en Israel el pasado 7 de octubre no solo se está cebando con los más pequeños. Según el Ministerio de Sanidad de la Franja, controlado por la organización yihadista, en total, más de 8.000 palestinos han perdido la vida desde aquel fatídico día.

Las voces criticas contra Benjamin Netanyahu resuenan cada vez con más fuerza, coincidiendo con la incursión terrestre de Israel en Gaza. En el exterior, las protestas masivas aglutinan más detractores de Bibi, como le llaman sus seres queridos, al que señalan de crímenes de lesa humanidad. Porque la guerra es la guerra, sí, pero en la guerra no todo vale. En cuanto a sus conciudadanos, según una encuesta realizada por ‘The Jerusalem Post’, el 56% considera que debería dimitir por su falta de liderazgo a la hora de prever el ataque terrorista de Hamás, cuando fueron brutalmente asesinadas 1.400 personas en suelo israelí. Otras 239 continúan secuestradas, de acuerdo con el último recuento del Ministerio de Defensa.

No parece, si nos remitimos a la trayectoria de Netanyahu, que renunciar entre dentro de sus planes. En casi treinta años de carrera, el mandatario ha protagonizado diversas polémicas, como su cuestionada reforma judicial, pese a las protestas masivas en las calles, además de varios escándalos relacionados con su vida personal. Ninguno ha tenido un coste político suficientemente significativo como para forzarle a abandonar su cargo. Ni siquiera cuando protagonizó un sonado ‘affaire’ que puso en jaque su matrimonio con Sara, su tercera mujer, y que se saldó con el ascenso de esta en la cúpula de poder del Estado Israelí. Se dice que, en la actualidad, el primer ministro no toma ninguna decisión sin la venia de Sara.

En 1993, esta hija de un profesor polaco y madre jerosolimitana recibió una llamada anónima que le advirtió de que su marido mantenía una relación extramatrimonial con una colaboradora. Llevaban solo dos años casados. La voz al otro lado del teléfono amenazó con difundir un video del, por aquel entonces, viceministro de Asuntos Exteriores, manteniendo relaciones sexuales con su amante si este no renunciaba a su candidatura para liderar el Likud, principal partido político de derechas, en la oposición en ese momento. Ajena al chantaje y las consecuencias políticas que tendría sobre la carrera política de su marido si el material se hacía público, Sara le echó de casa después de que este le confirmara la infidelidad.

Sara Netanyahu, tercera y actual esposa de Benjamin Netanyahu. Photo by Ilia Yefimovich/picture alliance via Getty Images
Sara Netanyahu, tercera y actual esposa de Benjamin Netanyahu. Photo by Ilia Yefimovich/picture alliance via Getty Images

Haciendo caso omiso a las recomendaciones de su equipo de consejeros, Benjamin Netanyahu optó por confesar el engaño en televisión, así como denunciar el chantaje del que estaba siendo objeto y cargar contra sus enemigos. Contra todo pronóstico, acabó reconciliándose con Sara y ganando las primarias del Likud. Tres años más tarde, tras el asesinato del primer ministro Isaac Robin, fue elegido para liderar el país. En otras palabras: salió reforzado ante la opinión pública. Una situación paradójica que también aprovechó su esposa y madre de dos de sus tres hijos, Yair y Avner, para acumular más peso político a la sombra de Bibi, entre bambalinas.

Desde aquella polémica, no hay evento, viaje oficial o compromiso en el que Sara no acompañe a su marido. Según cuenta el periodista israelí Ben Caspit en su biografía no autorizada sobre el primer ministro israelí, la presencia constante de la mujer en la vida política de Benjamin Nethanyahu obedece a un pacto secreto al que llegó la pareja a través de sus abogados después de que le perdonara. “Redactaron un acuerdo de reconciliación que sigue vigente. Nadie ha visto nunca ese papel, pero, tras el acuerdo, Bibi regresó al domicilio conyugal y Sara se convirtió en una esposa como ninguna otra. Ahora era la máxima directora ejecutiva de todo. En retrospectiva, el asunto del vídeo causó un trauma emocional severo a Sara y las relaciones entre ellos cambiaron por completo. A medida que pasan los años, la línea divisoria entre sus personalidades se ha desdibujado… Se han fusionado en una sola personalidad política”, subraya Caspit.

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Exista o no ese documento en el que se delimita el nuevo equilibrio de poder del matrimonio, la realidad es que Netanyahu suma 15 años en el poder como primer ministro (repartidos en diferentes etapas) siempre de la mano de su incondicional Sara. Esto, a pesar de que la imagen pública de su esposa se ha convertido en un auténtico lastre en la última década. En 2015, fue acusada de fraude junto a Nethanyahu por aceptar exclusivos y carísimos regalos a cambio de favores, mientras que en 2016 fue sentenciada a pagar miles de dólares a un extrabajador doméstico por haber creado un ambiente de trabajo hostil. Algunos diarios contrarios al Gobierno comenzaron a apodarla la María Antonieta de Israel, en referencia a sus tiranas y despóticas maneras de tratar a su personal.

Se desconoce cómo ha influido Sara Netanyahu, de profesión, psicóloga educativa, en la decisión de su marido de asediar la Franja Gaza hasta destrozarla. Y con ello, a sus algo más de dos millones de habitantes que, atendiendo al atroz y diario conteo muertos, ya deben ser menos. Muchas menos vidas humanas borradas de un plumazo, porque no son cifras, son personas. Lo mismo que las 1.400 vidas que se llevó por delante Hamás y detonaron la barbarie.

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