Por primera vez el aumento del nivel del mar acabó con una especie de los Cayos y los científicos temen que no sea la última

Cayo Largo cuenta con un cementerio nuevo, inquietante y único en su especie, pero no hay lápidas, marcas de enterramiento, nombres o cuerpos.

Es el último lugar en donde se vio con vida una especie de árbol increíblemente rara llamada árbol de Cayo Largo, allá por 2023. ¿El asesino? Todas las pistas apuntan al cambio climático.

Al menos, eso es lo que sugiere un artículo publicado recientemente. Los científicos han estado observando este particular rodal de cactus —conocido por su altura (hasta 20 pies) y el pelo marrón que crece alrededor de sus flores— desde la década de 1990.

En aquel momento, los investigadores determinaron que una parcela de dos acres en John Pennekamp State Park era la única población en Estados Unidos de Pilosocereus millspaughii, un vástago de la población caribeña más grande del cactus.

Pero el año pasado desapareció el último ejemplar. Los investigadores creen que la principal causa es el incremento del nivel del mar, ya que las mareas y las aguas subterráneas han vuelto el suelo demasiado salado para que la planta sobreviva. Al parecer, esta extinción local (también conocida como extirpación) podría ser la primera de una especie en Estados Unidos provocada por el clima.

“Por lo que sabemos, de todas las investigaciones publicadas que podemos encontrar, este es el primer caso”, dijo James Lange, botánico jefe de Fairchild Tropical Botanical Gardens y coautor del estudio, publicado el martes en la revista Journal of the Botanical Research Institute of Texas.

“Fue trágico ver cómo lo controlábamos a lo largo de los años”, dijo. “Era una planta grande, antigua y hermosa, una de las cosas que hacen únicos a los Cayos, y la perdimos”.

Janice Duquesnel, del Departamento de Protección Ambiental de la Florida (DEP), con la última gran mata de "Pilosocereus millspaughii" recién caída en septiembre de 2020. Puede verse agua estancada a unas pulgadas de la base de la planta.
Janice Duquesnel, del Departamento de Protección Ambiental de la Florida (DEP), con la última gran mata de "Pilosocereus millspaughii" recién caída en septiembre de 2020. Puede verse agua estancada a unas pulgadas de la base de la planta.

Aunque el singular cactus arbóreo puede ser la primera especie de la que se tiene constancia que se haya extinguido localmente debido al aumento del nivel del mar en Estados Unidos, muchas otras especies también están amenazadas y algunas en la misma clave.

El año pasado, un nuevo estudio descubrió que la rata arrocera plateada, especie en peligro de extinción que habita en los Cayos, desplazó su población con el aumento del nivel del mar. Los investigadores colocaron collares telemétricos a estas pequeñas criaturas y siguieron sus movimientos. A lo largo de 17 años, descubrieron que las ratas de tres islas de los Cayos se desplazaban a zonas más elevadas a medida que subía el nivel del mar en la zona. Si el mar sigue subiendo, las ratas arroceras podrían quedarse sin un lugar donde vivir.

Otro estudio, llevado a cabo en 1976 por Taylor Alexander, investigador de la Universidad de Miami (UM), señalaba explícitamente el aumento del nivel del mar como la razón por la que los pinos de corte ya no podían existir en Cayo Largo, pues el suelo era demasiado salino.

George Gann, presidente ejecutivo de en Institute for Regional Conservation (IRC) y coautor del estudio, dijo que estas historias son ejemplos de las amenazas que puede suponer el aumento del nivel del mar, pero también son una oportunidad para que los científicos colaboren y descubran cómo salvar especies en peligro antes de que sea demasiado tarde.

“Esta es una especie de estaca en el suelo en donde veremos muchas otras especies perdidas por los impactos del cambio climático y el incremento del nivel del mar, lo que es realmente triste”, dijo. “De esto se trata: tenemos que averiguar cómo detenemos la increíble pérdida de especies y pasar a una posición de restauración ecológica”.

Un acto de desaparición

Los científicos empezaron a observar de cerca el diminuto grupo de cactus, situado en un afloramiento dentro de John Pennekamp State Park, alrededor de 2007, momento en el que los árboles ya habían sobrevivido a múltiples huracanes, incluido el cuádruple azote de 2005.

En 2015, la población estaba en declive. Solo se registraron 60 plantas en el estudio anual de ese año, la mitad de las que los investigadores observaron en 2013.

En 2016, solo quedaban 28 plantas y animales como mapaches y pájaros se cebaban con las pocas supervivientes. Fue el único año en el que los científicos vieron tantas marcas de mordiscos y se preguntaron si podría deberse a que las mareas altas podrían haber ahogado la mayoría de los charcos de agua dulce de los que esos animales dependen para obtener agua potable limpia, por lo que en su lugar recurrieron a jugosos cactus llenos de agua.

“Tal vez debido a estas influencias de las mareas, los recursos de agua dulce podrían haber sido limitados en ese momento”, dijo Lange. “Vemos esta correlación potencial”.

El cactus arbóreo de Cayo Largo (Pilosocereus millspaughii) en John Pennekamp Coral Reef State Park en 2016, con muchos tallos cloróticos y/o colapsados.
El cactus arbóreo de Cayo Largo (Pilosocereus millspaughii) en John Pennekamp Coral Reef State Park en 2016, con muchos tallos cloróticos y/o colapsados.

El huracán Irma, que azotó la cadena de islas en 2017, asestó otro golpe decisivo con 1.5 pies de marejada ciclónica sobre la zona, mientras que, en 2019, la colonia estaba prácticamente muerta y, por primera vez, los científicos vieron que las mareas reales saladas estaban ahora a pocas pulgadas de la base de los cactus. Durante ese tiempo, un vecindario del mismo cayo tuvo agua estancada en sus carreteras durante tres meses seguidos. El lugar en donde vivían los cactus estaba aún más bajo.

“No pudimos visitar la población durante ese tiempo, porque la isla estaba inundada”, dijo Lange.

Un esfuerzo de rescate

La visión de los cactus amarillentos, marchitos y derribados movió a los científicos a la acción y rescataron lo que pudieron: esquejes cortados de sus putrefactos progenitores y semillas del pulposo fruto magenta.

Hoy están orgullosos de las tres docenas de fragmentos, 25 plántulas y más de 1,000 semillas que han salvado. Los supervivientes se reparten entre Fairchild Gardens y John Pennekamp State Park.

Pero no fue suficiente para resucitar una especie moribunda, al menos no en esta parcela en solitario.

El pasado julio, los investigadores volvieron al lugar y encontraron un único cactus, de poco más de un pie de altura, rodeado de piedra caliza expuesta por la invasión de mares salados y un nuevo cultivo circundante de manglares y otras plantas tolerantes a la sal.

Cortaron el único superviviente y se lo llevaron al vivero, en donde pensaron que tendría más posibilidades de sobrevivir.

"Pilosocereus millspaughii" en cultivo en el vivero de John Pennekamp Coral Reef State Park. A la izquierda, una planta floreciendo el 26 de mayo de 2022, al centro la misma planta con frutos verdes el 17de junio 2022 y a la derecha tres frutos cosechados el 07 de junio de 2022.
"Pilosocereus millspaughii" en cultivo en el vivero de John Pennekamp Coral Reef State Park. A la izquierda, una planta floreciendo el 26 de mayo de 2022, al centro la misma planta con frutos verdes el 17de junio 2022 y a la derecha tres frutos cosechados el 07 de junio de 2022.

Estas especies no solo se ven amenazadas por el aumento del nivel del mar, que está aumentando gradualmente en toda la costa de la Florida, sino también por “fenómenos de pulso”, dijo Gann.

“Son las mareas vivas; las mareas de tempestad de los huracanes no se drenan tan rápido como antes. Debido a la velocidad del aumento del nivel del mar, los hábitats de las islas barrera no cambian gradualmente”, dijo. “Eso no es lo que estamos viendo: estamos viendo un desbordamiento, una transformación completa”.

Por eso es difícil, pero no imposible, que los científicos intenten replantar los fragmentos rescatados del cactus arbóreo.

El plan es encontrar algún terreno abierto en Cayo Largo en los próximos años y replantar los fragmentos que los botánicos están cultivando actualmente. La especie podría ganar “cinco, diez o treinta años”, dijo Gann.

“Puede ser bastante difícil encontrar el lugar perfecto en donde pueda sobrevivir una planta que antes no estaba allí”, dijo Alan Franck, director de colecciones de Florida Museum of Natural History (FLMNH) y coautor del estudio.