La Amazonía brasileña pide ayuda ante la sequía inminente: "Necesitamos un pozo"

Silves (Brasil), 21 jun (EFE).- La población amazónica de Brasil que no dispone de pozos y bebe directamente del río se prepara como puede para una sequía inminente que se prevé incluso más intensa que la del año pasado, al tiempo que reclama ayuda de las autoridades.

“Necesitamos un pozo para tener agua potable", apunta, con preocupación, la cacica Ivanilde dos Santos, una mujer bajita, de 54 años, con un pendiente de plumas de guacamayo y que lidera una aldea ubicada en la orilla del Anebá, en el municipio de Silves, a unas cuatro horas de la ciudad de Manaos.

El Anebá, del que la población extrae el pescado que come y el agua que usa en su día a día, está alrededor de metro y medio por debajo de lo normal para esta época del año.

Son señales ominosas, ya que es el final de la temporada de lluvias y el caudal debe empezar a bajar en breve.

La ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva, ya advirtió hace unos días que se espera una sequía “terrible” y que el Gobierno federal prepara una “operación de guerra” para llevar suministros básicos a comunidades alejadas de antemano y así tratar de prevenir los estragos.

Las autoridades del estado de Amazonas comparten el diagnóstico y están realizando trabajos de drenaje de los ríos, para facilitar la navegación cuando baje el caudal, e instalando sistemas de tratamiento de agua en algunas aldeas.

“Cuando hay sequía, la calidad del agua disminuye y hay mayor incidencia de enfermedades hídricas”, explica a EFE el secretario de Proyectos Especiales del Gobierno regional, Marcellus Campêlo.

Según el funcionario, es “muy probable” que la temporada seca que viene sea peor que la del año pasado porque la subida del río durante la temporada de lluvias no ha compensado la disminución que la precedió.

El doloroso recuerdo de la sequía anterior

El año pasado, el río Negro bajó al menor nivel desde que se tienen registros y decenas de comunidades ribereñas, cuya comunicación con el exterior es por barco, quedaron aisladas.

Durante semanas, la propia ciudad de Manaos se quedó sin recibir buques de gran porte con mercancías porque el Amazonas no permitía la navegación.

El agricultor Adão Alberto Pereira, de 55 años y que vive en una casa de madera junto a un afluente del Anebá, recuerda con dolor lo que ocurrió.

De las 150 guanábanas que plantó solo una decena sobrevivió ante la escasez hídrica y unas temperaturas que rondaron los 40 grados. Y las plantas de mandioca, de las que se obtiene harina y tapioca, alimentos básicos de la dieta amazónica, apenas rindieron un 30 %.

Con el afluente casi seco, Pereira y su esposa tenían que cavar en el lecho del río para que brotase un líquido sucio al que luego añadían cloro para poder beber.

“La gente de aquí está acostumbrada a sufrir, pero aquello fue tan malo que te daban ganas de echar a correr hacia no sé dónde”, explica, con los ojos empañados.

Sin el dinero para construir un pozo, le preocupan las plantas de mandioca ya crecidas que vuelven a rodear la casa, y su huerto, bien surtido de árboles frutales y hierbas aromáticas.

"Ves, ya se está secando... Hay que regar de nuevo", dice, tras palpar la tierra de una maceta con perejil.

Para evitar el desastre, la cacica Dos Santos pide día sí y día también a la cabecera municipal que instale un pozo artesanal en su aldea.

El que existe lleva tres años sin funcionar porque tiene poca profundidad y las 17 familias que viven aquí se ven obligadas a beber del Anebá, que se vuelve aún más turbio en tiempos de sequía.

“El alcalde me dijo que este año, si Dios quiere, se hará, pero yo insistí que era una prioridad porque cuando el río se seca solo queda lodo”.

Jon Martín Cullell

(c) Agencia EFE