Kupka, el pintor que viajaba a "otros mundos"

En otras ocasiones ya hemos hablado del interés que mostraron algunos artistas de las vanguardias por ciertas corrientes esotéricas, ocultistas e incluso por distintas facetas de la parapsicología.

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Es el caso, por ejemplo, de los célebres Piet Mondrian y Wasily Kandinsky. Estos dos pintores, estrechamente vinculados con el esoterismo, fueron los "padres" de lo que hoy conocemos como abstracción.

Sin embargo, estos dos famosos artistas no fueron los únicos que "alumbraron" esa manifestación de vanguardia. Un pintor de origen checo, Frantisek Kupka (1871-1957), fue también otro de los grandes 'adelantados' que dieron a la luz esta nueva corriente estética.

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Aunque no es muy conocido por el gran público, hoy los historiadores del arte reconocen a este magnífico artista como uno de los creadores de la abstracción, aunque su obra temprana posee un inconfundible estilo simbolista.

Frantisek nació en Opochno, Bohemia oriental, en 1871. Ya desde muy pequeño demostró poseer unas grandes aptitudes para el dibujo, y fue su padre quién le ayudó en un primer momento a desarrollar dicha habilidad.

Con trece años decidió abandonar el colegio y entró como aprendiz en el taller de un guarnicionero. Fue este personaje quien le inició en el interés por el ocultismo y las doctrinas esotéricas.

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De forma paralela, su mentor también supo apreciar las grandes dotes artísticas del joven Kupka, y le alentó para que intentara ingresar en la Escuela de Artes Aplicadas de Jaromer.

Con 18 años pasó a trabajar con el pintor nazareno Frantisek Sequens y, al mismo tiempo y para ganarse la vida, Kupka ejercía como médium en sesiones espiritistas.

No parece que actuara con la intención de engañar a los incautos, sino que el joven pintor estaba realmente convencido de sus habilidades como intermediario con el más allá…

Después de licenciarse en Praga, Kupka viajó hasta Viena, también con la intención de completar sus estudios en la Academia. En aquellos años la urbe era un hervidero de cultura, con personajes de la talla del pintor Gustav Klimt.

Durante su estancia en Viena, Kupka profundizó aún más en su interés por el esoterismo. Allí se integró en una sede de la Sociedad Teosófica, y aumentó sus ya de por sí numerosas lecturas.

En 1895 llegó a París, la ciudad en la que residiría durante gran parte de su vida. Allí tuvo la oportunidad de codearse con los grandes artistas que vivían en la capital gala.

En aquellos primeros años en la "ciudad de la luz" Kupka practicaba asiduamente la meditación, y su estudio era un remanso de paz, con una atmósfera propia de un lugar sagrado.

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Durante todo ese tiempo, mantuvo sus particulares creencias esotéricas, espiritistas y religiosas, que le acompañarían hasta el final de su vida y que influyeron notablemente en su creación artística, tal y como han reseñado algunos estudiosos.

Kupka llegó a estar convencido de ser capaz de "dividir" su conciencia durante las sesiones de espiritismo y ver el mundo desde afuera. De hecho, algunos años antes de que se obtuvieran las primeras fotografías de la Tierra tomadas desde el espacio, Kupka pintó algunas obras que, según creía, eran 'visiones' del Cosmos.

Kupka no sólo llegó a pintar lo que creía observar durante sus "viajes astrales", sino que también creó algunas de sus obras durante los trances que experimentaba en sus sesiones de espiritismo.

Por otra parte, el artista checo también aplicó sus creencias teosóficas a muchas de sus obras, influido por los escritos de Besant y Leadbeater, y en especial los relativos a los "pensamientos creadores de forma".

Algunas de sus obras más sugerentes, y en las que se aprecian sus particulares creencias son:

'El principio de la vida' (1900-1903), en el que toca el tema budista de la flor de loto como símbolo del alma, "intentando operar una síntesis entre la tradición espiritualista y la visión científica de su época (el feto está unido a la flor de loto por un cordón umbilical".

'El ídolo negro' o 'El desafío' (1903). Esta aguatinta de aire fantástico y sobrenatural influyó, según algunos autores, al director Francis Ford Coppola a la hora de crear el castillo que aparece en su versión cinematográfica de 'Drácula'.

Las creaciones de Kupka —al igual que las de otros de sus contemporáneos y colegas— suponen un magnífico ejemplo de cómo las creencias esotéricas y paranormales influyeron de forma esencial en el nacimiento de algunas de las vanguardias artísticas más importantes.



Fuente: Yahoo! España
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