Yolanda Díaz, la vicepresidenta de las posiciones estridentes que busca convertirse en la gran dama de la izquierda española
ATENAS.- Cuando Pablo Iglesias y luego Podemos salieron del gobierno español, Pedro Sánchez creyó haberse sacado una piedra del zapato, sobre todo para sus relaciones internacionales. Su sintonía con la discreta vicepresidenta Yolanda Díaz, líder de Sumar, parecía total. No obstante, la polémica generada por la reciente proclama de Díaz sobre Palestina -en la que pedía que ésta fuera “libre del río hasta el mar”- muestra que las diferencias de actitud entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y sus socios de la izquierda radical son más bien estructurales.
Después de la polémica declaración de Díaz en un video subido a su cuenta de X, mientras celebraba el anuncio de Sánchez sobre el inminente reconocimiento por parte de España del Estado palestino, el gobierno de Israel la trató de “ignorante” y antisemita y anunció nuevas medidas en el marco de la crisis diplomática bilateral. La vicepresidenta segunda, por su parte, dijo que con esa consigna –que para sus críticos, representa una incitación a la destrucción de Israel-, ella buscaba en realidad respaldar la fórmula de los dos estados para Medio Oriente.
Este sábado, la ministra de Defensa española, Margarita Robles, del PSOE, reivindicó otras declaraciones de Díaz sobre el conflicto y afirmó que la ofensiva israelí en Gaza es un “auténtico genocidio”, un comentario que seguirá inflamando la tensión bilateral.
El reconocimiento del Estado palestino es una cuestión de derechos humanos y legalidad internacional.
La situación en Palestina nos obliga a no quedarnos aquí. Tenemos que seguir trabajando para acabar con el genocidio y conseguir un alto el fuego. pic.twitter.com/Tk3fKZw5V2— Yolanda Díaz (@Yolanda_Diaz_) May 22, 2024
Yolanda Díaz también fue una de las principales voceras de las críticas contra Javier Milei cuando el presidente argentino estaba en Madrid el fin de semana pasado. “Milei y otros gobiernos del odio vuelven con los recortes y con el autoritarismo”, lanzó, antes de que estallara la crisis diplomática entre los dos países.
Como ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda, Díaz se caracterizó por una tranquila gestión de las discrepancias, y por un perfil más bien bajo en la política internacional. No obstante, quizás por su actual necesidad de competir con Podemos por hacerse por el espacio a la izquierda del PSOE, Díaz está adoptando unas posiciones más estridentes y en línea con los postulados de la izquierda clásica. La pasada semana, el PSOE y Sumar votaron de manera diferente en hasta nueve mociones en el Congreso, la mayoría relativas al ámbito internacional, en asuntos como la autodeterminación del Sáhara Occidental, el envío de armas a Ucrania o la condena a la represión en Venezuela.
Y es que detrás de la omnipresente sonrisa dulce de Díaz se esconde una política ambiciosa y con una voluntad de acero. Sus excompañeros de partido en Podemos añadirían también “sin escrúpulos”. No en vano, Iglesias y los suyos consideran que Díaz cometió un pecado de alta traición al haber tratado de fagocitar y disolver a Podemos dentro de Sumar, su experimento electoral antes de las elecciones generales del año pasado. Y ello, a pesar de que el propio Iglesias fue quien la había escogido como su sucesora poco más de un año antes.
Envalentonada por unas encuestas que la situaban como la política mejor valorada de España, y con la aspiración -o fantasía- de competir con el PSOE para ser la fuerza progresista más votada, Díaz creyó que Podemos se había convertido en un lastre. Quería ocupar un espacio más centrado. Tras las elecciones generales, donde Podemos y Sumar concurrieron bajo una misma lista a regañadientes, se consumó la previsible ruptura entre ambas formaciones.
“Díaz es una política con mucha intuición, que sabe medir muy bien las relaciones de poder, y se aclimata a ellas”, explica el politólogo Antón Losada, gallego como ella. De hecho, aunque siempre ha sido militante del Partido Comunista Español (PCE), en su vida política ha concurrido en las listas de una auténtica sopa de letras de partidos y plataformas, escogiendo siempre la más exitosa de las diversas escisiones y confluencias de las izquierdas gallegas y españolas: fue líder de Esquerda Unida, formó parte de la coalición Alternativa Galega de Esquerda, y después de las marcas En Marea y En Común, además de Podemos, claro.
Sin embargo, esta vez, de momento, el olfato parece haber fallado, pues el resultado de su apuesta no ha sido el esperado. Si bien Sumar ha quedado por encima de sus rivales de Podemos en los comicios celebrados desde la ruptura, la cosecha electoral ha sido magra para ambos. Por ejemplo, en las elecciones gallegas ninguno logró entrar en el Parlamento. Y en las vascas, Sumar se quedó con un escaño, un pobre balance comparado con los seis que tenía Podemos.
Credenciales comunistas
Nacida en un pueblo cerca de La Coruña, Díaz se crió en una familia de sólidas credenciales comunistas. Su padre, militante del PCE, fue secretario general del sindicato Comisiones Obreras, y su tío llegó a ser diputado en el Parlamento de Galicia. Ya en la Universidad de Santiago de Compostela, donde cursaba derecho, tenía madera de líder político.
“Nosotros jugábamos a hacer política, ella ya era una política. Tenía un visión clara, a futuro, de cualquier debate. Cuando salíamos a tomar unos vinos, estaba la mesa de los jóvenes y la de los mayores. Aunque ella tenía nuestra edad, estaba en la mesa de los mayores”, recuerda un excompañero de clase. “Era una chica simpática, agradable, con la que se solían armar tertulias en la fotocopiadora de la universidad. Caía bien desde el minuto uno”, añade.
Tras licenciarse en Derecho, prosiguió su formación especializándose en relaciones laborales, y con 27 años abrió su propio despacho como abogada laboralista en Ferrol. Dicen que fue esa práctica profesional la que le permitió adquirir las aptitudes necesarias para convertirse en una formidable negociadora, algo que demostró al fraguar la reforma laboral de 2022 con el apoyo tanto de la patronal como de los sindicatos, un hito inédito durante la democracia española.
Su carrera política es la historia de un ascenso fulgurante. En 2005, con solo 34 años, fue la cabeza de cartel de Izquierda Unida -plataforma que incluía al PCE- en las elecciones gallegas, pero no logró ningún escaño. Su primer cargo público lo ostentó dos años después como teniente alcalde de Ferrol, la localidad donde nació el dictador Francisco Franco, pero donde curiosamente el Partido Comunista siempre ha obtenido buenos resultados. En 2012, repitió su candidatura al Parlamento gallego, pero esta vez al frente de una coalición más amplia que obtuvo un gran éxito con 9 diputados.
En 2015, dio el salto a la política española y fue elegida diputada en el Congreso de los Diputados por La Coruña, un escaño que después ha ido revalidando en cada elección. En la siguiente legislatura, y en el marco del gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos, Pedro Sánchez la nombró ministra de Trabajo y Economía Social. Su éxito con la aprobación de la reforma laboral catapultó su popularidad y allanó su camino a la sucesión de Iglesias como vicepresidenta del gobierno. Ahora aspira a convertirse en la gran dama de la izquierda española, como hace un siglo lo fuera otra comunista. Dolores Ibárruri, “la pasionaria”.