¿‘Volver a hacer grande a Groenlandia’? No, gracias, dicen los groenlandeses
Después de que Donald Trump sugiriera que podría apoderarse de Groenlandia por la fuerza, el consenso entre la población de la isla parece ser el desconcierto y la ansiedad.
Christian Ulloriaq Jeppesen recuerda cómo empezó todo esto.
En 2019, durante el primer mandato de Donald Trump como presidente, Trump planteó la idea de que Estados Unidos comprara la isla de Groenlandia. En aquel momento, la mayoría de los habitantes de Groenlandia (y de Dinamarca, el país europeo que la controla) pensaron que se trataba de una broma.
“Todo el mundo dijo: ‘Ja, ja, no puedes comprar un país, no lo dice en serio’”, dijo por teléfono Jeppesen, groenlandés de nacimiento y productor de radio. “Obviamente, fue una manera equivocada de tomárselo. Mira dónde estamos hoy”.
Ahora Trump ha redoblado su insistencia en que Estados Unidos necesita anexionarse Groenlandia por razones de seguridad. Y eso tiene a los groenlandeses haciéndose las mismas preguntas que todo el mundo, pero con mucha más inquietud.
¿Está Trump fanfarroneando de nuevo al lanzar un fantasioso plan de anexión que quizá él mismo sepa que es demasiado?
¿O va en serio?
Por sus comentarios de las últimas semanas, Trump parece hablar completamente en serio. No importa que los dirigentes de Dinamarca hayan dicho que el territorio no está en venta, y que su futuro debe ser determinado por la población local.
“Por motivos de seguridad nacional y libertad en todo el mundo, Estados Unidos de América considera que la propiedad y el control de Groenlandia es una necesidad absoluta”, escribió Trump a finales de diciembre en una publicación en las redes sociales en la que anunciaba su elección como embajador en Dinamarca.
En una conferencia de prensa celebrada el martes, el presidente electo dio un giro aún más sorprendente: se negó a descartar el uso de la fuerza militar para conseguir Groenlandia.
Francia y Alemania se están tomando a Trump lo suficientemente en serio como para emitir declaraciones el miércoles defendiendo la integridad territorial de Groenlandia y advertir en contra de la amenaza de cualquier acción militar.
El canciller Olaf Scholz de Alemania, dijo que el principio de la inviolabilidad de las fronteras se aplica a todos los países, “no importa si es uno muy pequeño o muy poderoso”. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, dijo que estaba “obviamente fuera de discusión” amenazar las “fronteras soberanas” de otro país.
“¿Creo que Estados Unidos invadirá Groenlandia? La respuesta es no”, dijo Barrot a la radio France Inter. “¿Hemos entrado en una era en la que vuelve el dominio del más fuerte? La respuesta es sí”.
Otra señal del interés de Trump por Groenlandia se produjo el martes, cuando su hijo Donald Trump Jr. apareció de pronto en la isla.
El hijo del presidente electo aterrizó por la tarde en Nuuk, la capital de Groenlandia, visitó algunos lugares de interés, incluida la estatua de un misionero danés-noruego del siglo XVIII, y fue recibido por un danés partidario de Trump. Dijo que el motivo del viaje era personal, no oficial, pero el presidente electo publicó un mensaje sobre la visita de su hijo y “varios representantes“ y dijo “VAMOS A HACER GRANDE A GROENLANDIA OTRA VEZ”.
“Todo esto empieza a dar miedo”, dijo Jeppesen.
Con 2,16 millones de kilómetros cuadrados, Groenlandia es la isla más grande del mundo, aproximadamente una cuarta parte del tamaño de Estados Unidos. Es un territorio autónomo de Dinamarca y elige dos representantes en el Parlamento de ese país y 31 en el suyo propio, que es responsable de la mayoría de los aspectos del gobierno de la isla. Sin embargo, Dinamarca conserva el control de la defensa, los asuntos de seguridad y elementos de los asuntos internacionales.
Su ubicación y paisaje la hacen atractiva para Trump a varios niveles.
Groenlandia está estratégicamente situada en la cima del mundo, al este de Canadá a lo largo del mar Ártico, y alberga una gran base militar estadounidense. Está repleta de recursos minerales como cobalto, cobre y níquel.
Y a medida que el cambio climático derrite el hielo, se van abriendo nuevos caminos a través de la zona ártica, que se está convirtiendo en una región fuertemente disputada en pos del transporte marítimo, la energía y otros recursos naturales, así como por las maniobras militares.
La explosión de atención llega en un momento delicado para Groenlandia. Cada vez son más los groenlandeses que reclaman la independencia, y muchos se sienten cada vez más resentidos hacia Dinamarca, que ha desempeñado un papel de supervisor durante décadas. Groenlandia tiene una población minúscula para su tamaño, y la mayoría de los 56.000 groenlandeses son inuit, parte de un grupo de pueblos que también viven en Canadá y Alaska.
La lengua groenlandesa es completamente distinta del danés. Muchos siguen una cultura y un sistema de creencias muy distintos de los de Europa Occidental. Y, al igual que los pueblos indígenas de Estados Unidos y otros lugares, han recibido un trato desigual durante mucho tiempo.
El disgusto de los groenlandeses hacia Dinamarca se acentuó hace dos años, cuando salieron a la luz revelaciones sobre médicos daneses que en las décadas de 1960 y 1970 colocaron a miles de mujeres y niñas indígenas dispositivos anticonceptivos intrauterinos, a menudo sin su conocimiento.
Las autoridades danesas han dicho en repetidas ocasiones que Groenlandia no está en venta, aunque han insistido en su deseo de mantener relaciones cordiales con Estados Unidos y han señalado su apertura al diálogo. El mes pasado, el rey de Dinamarca saltó a la palestra cambiando bruscamente el escudo de armas del país para que en él figuren de forma más destacada los símbolos de Groenlandia y las Islas Feroe (otro territorio bajo control danés): un oso polar y una oveja.
En medio de este debate sobre la identidad, muchas personas se preguntan ahora por las intenciones de Trump.
“¿Es solo una distracción?”, planteó Ulrik Pram Gad, investigador principal del Instituto Danés de Estudios Internacionales. “¿O se trata de diplomacia basada en amenazas?”.
Aviaaja Sandgren, enfermera que vive en la pequeña ciudad de Qaqortoq (todas las ciudades de Groenlandia son pequeñas), no quiere formar parte de Estados Unidos.
“Perderíamos muchas ventajas”, dijo el miércoles por teléfono. “Tenemos educación gratuita, becas de educación, asistencia gratuita de salud y medicinas gratuitas. Todo es gratis aquí en Groenlandia”.
“Sé que en EE. UU. no tienen eso”, dijo.
Dinamarca gobernó Groenlandia como colonia desde 1700 hasta mediados del siglo XX y reprimió fuertemente la cultura indígena. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos estableció bases en Groenlandia para mantenerla fuera del alcance de los nazis después de que Alemania ocupara Dinamarca, y cuando terminó la guerra, ofreció comprar la isla a Dinamarca, que se negó.
Groenlandia se incorporó a Dinamarca en 1953, y los daneses ayudaron a reformar la economía y los sistemas de transporte y educación. En 1979, Groenlandia obtuvo una autonomía limitada sobre asuntos internos y estableció su propio Parlamento.
Treinta años después, Dinamarca amplió el autogobierno de Groenlandia y, en virtud de eseacuerdo, los groenlandeses tienen derecho a celebrar un referendo sobre la independencia. La razón de que aún no se haya producido, según los analistas, es que Groenlandia sigue dependiendo en gran medida de Dinamarca para muchos servicios profesionales —incluidos médicos, enfermeras y profesores—, así como de los 500 millones de dólares anuales que recibe en subvenciones.
Aaja Chemnitz, una de las dos representantes de Groenlandia en el Parlamento danés, dijo que le preocupaba que Trump pudiera estar tratando de impulsar el movimiento independentista de Groenlandia para favorecer sus propios intereses. “Corremos el riesgo de convertirnos en un peón en un juego entre Dinamarca y Estados Unidos”, dijo.
Groenlandia se beneficia del sistema de bienestar danés, dijo, y le iría mucho peor si pasara a formar parte de Estados Unidos.
“He visto el sistema estadounidense”, dijo Chemnitz, quien vivió en Nueva York cuando trabajaba para Naciones Unidas, en una entrevista telefónica. “Sé lo perjudicial que puede ser para la igualdad”.
Jeppesen, el productor de radio, dijo que Trump podría estar malinterpretando la naturaleza independiente de los groenlandeses. Groenlandia no es solo un gran trozo de territorio. Es una nación, una historia, una patria, dijo.
“Es un orgullo enorme ser uno de solo 56.000″, dijo Jeppesen. “Groenlandia es increíble, es hermosa, es el país más maravilloso del mundo”.
“Y es un país que lucha por la independencia”, dijo. “No es una propiedad que se pueda comprar”.
Steven Erlanger colaboró con reportería desde Berlín, Aurelien Breeden desde París y Christopher F. Schuetze desde Berlín.
Jeffrey Gettleman
es un corresponsal internacional radicado en Londres que cubre sucesos a nivel mundial. Ha trabajado para el Times por más de 20 años. Más de Jeffrey Gettleman
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