Un vistazo a los daños permanentes que provoca el COVID-19 en los pulmones

Marlene Rodríguez, a la derecha, quien estuvo conectada a una ECMO durante dos meses tras contagiarse de COVID-19 en diciembre de 2020, con su hija de dos años, Vianney, en Atwater, California, el 14 de abril de 2023. (Meridith Kohut/The New York Times)
Marlene Rodríguez, a la derecha, quien estuvo conectada a una ECMO durante dos meses tras contagiarse de COVID-19 en diciembre de 2020, con su hija de dos años, Vianney, en Atwater, California, el 14 de abril de 2023. (Meridith Kohut/The New York Times)

Más de tres años después del inicio de la pandemia, muchos supervivientes de COVID-19 siguen teniendo problemas. Algunos, en especial los que enfermaron tan gravemente que tuvieron que ser hospitalizados y sin poder respirar por sí mismos, se enfrentan a daños pulmonares duraderos.

Para comprender mejor el impacto a largo plazo del daño que provoca el COVID-19 en los pulmones, The New York Times habló con tres pacientes que fueron hospitalizados durante las primeras olas de la pandemia, entrevistó a los médicos que los trataron y revisó las tomografías computarizadas de sus pulmones a lo largo del tiempo.

Uno de los pacientes pasó un tiempo conectado a un respirador artificial; los otros dos estaban tan debilitados que necesitaron meses conectados a una membrana de oxigenación extracorpórea (ECMO por su sigla en inglés). Estos pacientes aún no se habían vacunado: para dos, las vacunas no estaban disponibles, y el tercero quería vacunarse, pero se contagió antes de hacerlo.

El Times analizó cientos de millones de puntos de datos de las tomografías de los pacientes para reconstruir sus pulmones en tercera dimensión. La visualización resultante ofrece una imagen vívida y visceral de los daños que pueden persistir años después de la infección y alterar irrevocablemente la vida cotidiana.

Andy Muñoz, de 36 años y procedente de La Porte, Texas, era inspector de soldadura y le gustaba pescar en kayak antes de que se contagiara de COVID-19 en julio de 2021. Pasó más de seis meses conectado a una ECMO.

Al ver una tomografía pulmonar tomada seis semanas después de que Muñoz se contagió, Howard Huang, quien trató a Muñoz en el Hospital Metodista de Houston, la describió de la siguiente manera: “Estos pulmones no son capaces de mantener la vida. Miras esta imagen y te preguntas: ¿Acaso irá a mejorar en algún momento?”.

Andy Muñoz, al centro, quien pasó seis meses conectado a una ECMO tras contagiarse de COVID-19 en julio de 2021, con su pareja Melissa Raymundo, a la izquierda, y su hijo Gabriel en Deer Park, Texas, el 2 de abril de 2023. (Meridith Kohut/The New York Times)
Andy Muñoz, al centro, quien pasó seis meses conectado a una ECMO tras contagiarse de COVID-19 en julio de 2021, con su pareja Melissa Raymundo, a la izquierda, y su hijo Gabriel en Deer Park, Texas, el 2 de abril de 2023. (Meridith Kohut/The New York Times)

Una segunda tomografía, realizada dos meses después, mostró una ligera mejoría y los pulmones se veían más cercanos al tamaño normal. “No se han arrugado tanto”, afirmó Huang.

Dieciséis meses después del contagio, los pulmones de Muñoz se habían recuperado un poco, pero no del todo.

Para algunos pacientes, el daño pulmonar era menos extremo, pero seguía dejando huella. Tom Kennedy, de 59 años, abogado de una empresa de servicios industriales, fue hospitalizado con COVID-19 en noviembre de 2020.

Kennedy, quien vive en Houston, estuvo hospitalizado unos 80 días. Estuvo en cuidados intensivos durante aproximadamente un mes y conectado a un respirador durante unos 15 días. “Recuerdo que hice todo lo que pude para respirar una vez más”, dijo.

Marlene Rodríguez tenía 34 semanas de embarazo cuando contrajo COVID-19 en diciembre de 2020. Se le rompió la fuente 10 días después y el bebé nació sano por cesárea, pero el estado de Rodríguez empeoró.

Incapaz de respirar, Rodríguez necesitó dos meses de terapia con una ECMO. Desarrolló un neumotórax (aire atrapado entre el pulmón y la pared torácica) en cada lado. Fue necesario extraer el aire para evitar el colapso pulmonar.

“Estaba muy enferma”, aseveró David Sayah, quien la trató en el UCLA Medical Center. Una vez en casa, Rodríguez, de 32 años y originaria de Atwater, California, necesitó oxígeno suplementario durante 14 meses, pero no ha vuelto a necesitarlo desde entonces.

Dos años y medio después de la infección, Rodríguez puede realizar la mayoría de las actividades cotidianas, pero se queda sin aliento y respira con dificultad cuando carga a su hija pequeña o realizar tareas como trapear el piso, además de que utiliza un inhalador de albuterol para tareas agotadoras como subir escaleras.

“Ya no tiene mucho pulmón que dar”, dijo Sayah. “Sin duda corre el riesgo de acabar teniendo más problemas si presenta dificultades respiratorias adicionales en el futuro”.

Los tres pacientes estaban en la lista de candidatos a trasplante de pulmón, una opción que los médicos esperan evitar porque los pacientes necesitan medicamentos inmunosupresores y suelen morir entre cinco y diez años después del trasplante. Ahora, los médicos aseguran que Kennedy y Rodríguez quizá no necesiten trasplantes, pero es probable que, con el tiempo, Muñoz sí requiera uno.

De cierta manera, estos pacientes han progresado más de lo que los médicos hubieran previsto. “Estamos viendo ejemplos de personas que mejoran, aunque empezaron con una tomografía computarizada de aspecto terrible”, comentó Huang; sin embargo, es poco probable que se recuperen del todo. “No creo que nadie salga completamente indemne si está tan enfermo de COVID-19”, afirmó.

Rodríguez no conoció a su hija recién nacida, Vianney, hasta que la desconectaron de la ECMO, dos meses y medio después del nacimiento.

Volvió a trabajar por un breve lapso como recepcionista en un vivero, pero tras ser despedida y hacer el intento en otro trabajo, ella y su esposo, José, quien padece una enfermedad crónica, decidieron irse a vivir con los padres de él por motivos económicos y de salud. Ahora, ella pasa los días cuidando de sus tres hijos pequeños.

Enfermera hace prueba de Covid-19 a joven
Enfermera hace prueba de Covid-19 a joven

“Ya no me siento como antes”, dijo Rodríguez, quien se queda sin aliento cuando levanta objetos pesados o realiza actividades vigorosas y, hace poco, una segunda infección por COVID-19 aumentó su fatiga y dificultad para respirar. Además, ha sufrido dolores de espalda y toma medicamentos para la ansiedad.

Aun así, es “una de las recuperaciones más notables”, señaló Sayah. “No quiero decir que haya recuperado la función pulmonar normal, pero cuando la expectativa era que esta persona moriría con toda seguridad si no recibía un trasplante de pulmón, pasar de la muerte segura a vivir en casa sin oxígeno suplementario es un éxito enorme”.

Hoy en día, gracias a las vacunas contra el coronavirus, los tratamientos antivirales y otros avances, los médicos aseguran que se encuentran con pocos pacientes afectados de gravedad, pero les preocupan quienes batallan con los efectos duraderos del COVID-19.

“La gente cree que se trata de algo pasajero, que se puede superar como un resfriado común”, afirmó Huang. “Nos quedamos con una población de personas como esta que están en una especie de limbo”.

c.2023 The New York Times Company

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