Sus videos en TikTok sobre frutas raras se hicieron virales. Conoce a los ‘influencers de las frutas’ de Miami
Rane Roatta y Edelle Schlegel pueden predecir cuándo una de las raras frutas tropicales que cultivan en su granja de Redland está destinada a hacerse viral en TikTok.
Lo será “si tiene un color extraño o parece algo fálico”, dice Roatta, riendo.
Empieza a grabar. Muestra a Roatta dándole un machetazo a un racimo de plátanos azules con la consistencia de un helado. O da a dos amigas el “plátano más grande del mundo” y les pide que se coman esa enormidad amarilla ante la cámara.
Observa cómo Schlegel abre una fruta redonda de color púrpura para revelar el mágico diseño con múltiples puntos de su interior. O cómo devora un aguacate de cuello largo que pudiera ser estrella de FruitHub.
Pero también está la nostalgia: Muestra cómo Roatta abre un mamoncillo y pregunta a su millón de seguidores de TikTok cómo llaman a la fruta en sus países de origen: mamoncillo, kenep, quenepa, ¿qué más?
Los comentarios se multiplican. Los millones de visitas se acumulan. Y también los pedidos a su empresa en línea, Miami Fruit, que envía cajas de estos arcoíris a sus seguidores de todo el país.
Los llaman los influencers de las frutas.
Roatta, de 29 años, y Schlegel, de 25, han aprovechado la devoción de las redes sociales por lo que es extraño y nostálgico (y posiblemente profano). Lo usan para comercializar y vender al resto del país la fruta tropical de nicho que se cultiva en Homestead y Redland.
Muchos descubrieron Miami Fruit en los dos últimos años, mientras estaban en casa durante la pandemia, aprendiendo a hacer compras en línea o escapando a internet para ver videos sin sentido. Miami Fruit les dio ambas cosas.
En sus videos hay mucho más que mangos. Piense en frutas con nombres (según el país) como caimito y tamarillo, longan y langsat, jaboticaba y ciruelas de junio. Tienen picos o vainas de semillas o se asemejan a la anatomía humana, para aquellos que no pueden mantener su mente fuera de la alcantarilla. Y atraen tanto a los aventureros como a los nostálgicos.
Las variaciones regionales de sus nombres alimentan las discusiones en los comentarios cuando los videos se comparten y se vuelven a compartir. Los llamativos TikToks y reels de Instagram convirtieron a la joven pareja en creadores de tendencias en las redes sociales.
La suya fue una unión que solo podía empezar en las redes sociales.
De músico a agricultor
Roatta ya había pasado por la crisis de la mediana edad a los 20 años cuando Schlegel lo vio por primera vez hablando de frutas tropicales en YouTube en 2015.
Para entonces, Roatta, graduado de la New World School of the Arts, había renunciado a una carrera de saxofonista profesional. Nacido en el sur de Miami, Roatta se graduó en el prestigioso Brubeck Institute de la zona de la bahía, iniciado por el gran jazzista Dave Brubeck, pero le dijo a sus padres que no quería una carrera como músico de acompañamiento, haciendo giras con gente como Steely Dan por la escala salarial del sindicato.
Eso sonaba como un sueño para su padre, Claude, un músico de Miami de larga carrera que tiene un vivero de palmeras exóticas al que puso el nombre de su primera banda, Action Theory. Pero en lugar de eso, Rane siguió a su padre por el camino de la agricultura, aunque el hecho de ser daltónico lo hiciera más difícil.
“Entendí que si encuentras algo que te gusta, te ganas la vida con eso porque es tu pasión”, dijo Claude Roatta.
Roatta había crecido ayudando a su padre en su vivero y Claude tiene recuerdos de Rane cuando era un niño pequeño, llevando solo un pañal, y ayudándolo a plantar semillas en pequeñas tazas.
“El mamey no cae lejos del árbol”, dijo Rane Roatta.
Rane quería vender fruta... más o menos.
Roatta, un aficionado al ciclismo que ya se había vuelto vegano, tenía 20 años cuando acopló un remolque a su bicicleta y viajó desde el sur de Miami hasta Redland, donde compró 500 libras de frutas tropicales a los cultivadores locales. Uno de ellos es Don Chafin, quien lleva casi 40 años cultivando docenas de variedades raras de plátanos y lichis en su granja, Going Bananas.
“Sus clientes obtienen una fruta de sabor y aspecto inusuales. Ofrece algo diferente”, afirma Chafin.
Roatta probó a venderlas localmente en los mercados agrícolas semanales, con poco éxito.
Quizá se deba a que los habitantes del sur de la Florida tienen la suerte de contar con patios que rebosan de fruta autóctona, mangos y frutabomba, aguacates de muchas variedades, lichis y limas que intercambian y comparten. Por no hablar de los camiones de frutas que se estacionan en los barrios y de los puestos de fruta familiares.
El negocio, descubrió, estaba en el mercado nacional. Cuando Rane publicó fotos de la fruta que vendía en los mercados en Facebook, Instagram y YouTube, los aficionados a la fruta volvieron a compartir sus fotos. Recibió mensajes de todo el país, pidiendo cajas de cualquier fruta que les vendiera.
Todo su negocio se puso en línea y nació Miami Fruit.
Una snob de la fruta
Otros cultivadores obsesionados con la fruta lo invitaron a sus canales de YouTube, que es donde Schlegel lo vio y comentó: “¡Hermoso!”. Se refería a la fruta, pero también a él.
“Parecía un tipo genial y afrutado”, dijo.
Schlegel había crecido en Concord, un suburbio del Área de la Bahía, siendo la menor de tres hermanas criadas por una madre bombero y un padre policía. Su madre murió cuando ella tenía 7 años, y le tocó a su padre, Ed, animar a su hija menor cuando empezó a plantar frutas y verduras en un rincón de su jardín porque quería que su familia comiera mejor.
“Muy pronto había fruta por toda la casa”, dice Ed Schlegel. “Empezó a hablar de ‘sostenible esto, orgánico aquello’”.
El día que probó un mango por primera vez, en un mercado de agricultores cerca de su casa cuando tenía 15 años, “me convertí en una snob de la fruta”, dijo. A los 16 años ya era vegana.
Buscó una universidad que ofreciera instrucción sobre cómo cultivar frutas tropicales y asistió a la Universidad de Hawai en Hilo.
Cuando Rane mencionó en un video de YouTube que estaba de visita en la zona de la bahía, ella le envió un mensaje y se encontraron cerca de San Francisco. Un año después, él volvió a visitarla cuando ella estaba en su casa, durante un receso de sus clases en la universidad en Concord.
“Y fue entonces cuando nos enamoramos”, dijo ella.
Le gustaba y lo seguía, tanto en las redes sociales como en la vida real.
Ella dejó la universidad. Manejaron por todo el país y se mudaron a un remolque en el patio de la casa de la madre de él, en el sur de Miami, donde comenzaron a vender la abundancia de frutas del sur de la Florida al pequeño pero devoto grupo de clientes de Rane en todo el país.
Edelle construyó para Miami Fruit un portal sencillo y funcional en Shopify que facilitó la toma de pedidos. Y se hizo cargo de todas las redes sociales, incluyendo Instagram, publicando hasta tres veces al día, logrando que esa audiencia creciera hasta más de 359,000 seguidores. También puso en marcha un boletín diario de noticias.
Ofreciendo solo la fruta más rara
En dos años, habían reunido suficiente dinero para comprar 2.5 acres de tierra de cultivo de frutas por $150,000 al difunto defensor de las frutas tropicales Bill Lessard, presidente fundador de la Tropical Fruit and Vegetable Society of Redland.
Lessard financió su sueño con un préstamo a un año sin intereses. Se quedó con sus cinco acres vecinos y se convirtió en su mentor y amigo. Cuando Lessard murió tras una larga batalla contra el cáncer en el verano de 2020, dejó escrito en su testamento que la joven pareja tuviera la primera oportunidad de comprar la tierra, y la casa en la que vivía, a precio de mercado.
En ese terreno, empezaron a experimentar con variedades tropicales de frutas que pueden crecer en el clima subtropical ligeramente más fresco del sur de la Florida. Se centraron en las frutas que no cultivaban las multinacionales, que no se podían importar y que no resistirían los rigores de la cadena de suministro mundial.
Eligieron frutas como la guanábana, que no pueden recogerse demasiado pronto, maduran rápidamente y se magullan con facilidad. Son opciones terribles para los grandes productores, que tienen que asegurarse de que las frutas puedan soportar una semana de viaje. Pero son perfectas para los pequeños agricultores locales, que pueden producir la mejor fruta por su sabor —no por su resistencia— y enviarla en uno o dos días. Podían eludir la cadena de suministro tradicional.
“El objetivo es ofrecer siempre cosas especiales”, dice Roatta.
La pareja construyó una cámara frigorífica, una sala de refrigeración y una zona de embalaje con contenedores de transporte de plátanos Chiquita reciclados. Contrataron a una empresa local para fabricar las cajas de envío con papel reciclado, y el personal de Miami Fruit, compuesto por unas 20 personas, fabrica a mano el material de embalaje con materiales biodegradables.
Trabajaron con agricultores independientes, la mayoría de ellos en el sur de la Florida, animándoles a cultivar frutas tropicales raras que Roatta y Schlegel demostraron que podían crecer en sus tierras.
¿Por qué cultivar aguacates comunes que se pagan a 20 centavos ;a libra, les dijo Roatta, cuando se puede cultivar algo único —como una variedad de aguacate de cuello largo o una rara manzana dulce color púrpura que llamó la atención en internet— y pedir $5 por libra? Algunos cedieron parte de sus tierras para cultivar para Miami Fruit.
Cuando los críticos preguntan por qué su fruta es tan cara —una caja puede costar más de $100— subrayan que pagan a los agricultores lo que pidan para que puedan seguir cultivando fruta de calidad y sostenible con un salario justo. (Incluso han hecho un TikTok al respecto).
“Hace un gran servicio a los productores de Redland al comprar esa fruta de calidad y vender esa fruta de calidad en todo Estados Unidos”, dijo Chafin, quien ofrece 75 variedades de plátanos de su granja, incluyendo el Blue Java.
Su negocio iba creciendo cada mes, y entonces llegó el COVID. Mientras algunos negocios se paralizaron, el suyo, que es totalmente en línea, despegó.
La fruta se vuelve viral
La gente que repentinamente tuvo que quedarse en casa sin ningún sitio a donde ir descubrió la cuenta de TikTok que Schlegel había iniciado para Miami Fruit en octubre de 2019. Encontraron a Schlegel, rubia y coqueta, creando videos cortos y divertidos que mostraban la rara fruta mientras Rane la cosechaba. A menudo llevaba camisetas gráficas que había diseñado para la empresa, protagonizadas por frutas antropomórficas que había dibujado.
Toda su vida había dicho que quería ser artista, luego agricultora y después “agricultora artista”, recordó su padre.
“Resulta que se convirtió en una artista agrícola”, dijo.
Los videos se volvieron virales. The Today Show descubrió uno de sus videos con un aguacate de cuello largo y lo publicó. Otro en el que aparece abriendo un mamey tiene más de 15 millones de visitas. El video en el que Schlegel exprime la savia de una planta llamada jengibre de champú, conocida en Hawai como awapuhi y usada como acondicionador para el cabello, tiene otros 13 millones con comentarios como: “He pensado en algo completamente diferente al ver esto”.
De la noche a la mañana surgieron fans —y nuevos clientes— en todo el país.
En el Valle de Napa, Josh Laidlaw, de 27 años, y su novia, Alana Gravatt, de 25, descubrieron los videos de Schlegel al comienzo de los confinamientos por el COVID en California y empezaron a pedir cajas semanales. Descubrieron frutas como la monstera deliciosa y el abiu (también llamado caimito), que se han convertido en las favoritas.
“¿Saben cómo la gente elige hobbies? Este era el nuestro, descubrir todo un mundo de las frutas tropicales. Era lo único que ansiábamos: el próximo martes tendremos guanábana o el jueves que viene, frutabomba”, dice Laidlaw, un chef del Valle de Sonoma de ascendencia venezolana y panameña.
El negocio de Miami Fruit —y sus seguidores en las redes sociales— se duplicó. Incluso después de que terminaran los confinamientos y las restricciones, su negocio sigue aumentando de forma constante, dijo Roatta.
“Nuestra granja es un campo de pruebas para el futuro de la agricultura en Homestead”, dijo Roatta. “Nuestro objetivo es que dentro de 20 años la gente siga cultivando frutas tropicales aquí”.
También significa un contenido constante en el que los fruticultores del sur de la Florida se convierten en estrellas de las redes sociales.
“Teníamos que hacer esto”, bromeó Schlegel, “para mantener nuestra obsesión por las frutas tropicales”.