Toda una vida dedicada al carismático narval

Martin Nweeia es un hombre renacentista moderno. Titulado en Lengua Inglesa y Biología, odontólogo en ejercicio y aficionado a la zoología y la antropología, ha compuesto para documentales y se ha convertido en un experto en narvales, los misteriosos “unicornios del mar” de un solo diente.

El narval macho suele albergar un único colmillo exterior de unos dos metros de largo, cuya función ha sido un misterio durante siglos. Nweeia ha obtenido numerosas subvenciones para investigar el narval y, en más de 20 viajes al Ártico, ha recopilado ambiciosos registros de conocimientos indígenas sobre el colmillo, ha realizado estudios en profundidad sobre el material del que está compuesto y ha conectado monitores cardíacos y cerebrales a narvales para intentar determinar qué pueden percibir a través de la protuberancia.

Nweeia, cuya consulta de cirugía dental se encuentra en Sharon, Connecticut, imparte clases en la Facultad de Odontología de Harvard y ocupa un puesto de becario global en el Instituto Polar del Wilson Center. También es investigador asociado en el Centro de Estudios Árticos de la Institución Smithsonian y en el Museo Canadiense de la Naturaleza, y miembro del Zoonomia Consortium de Harvard/MIT.

Nweeia escribió sobre el narval en el Annual Review of Animal Biosciences de 2024. Habló con Knowable Magazine de su trabajo sobre los dientes y los narvales y de los conocimientos que ha obtenido de los inuit que cazan y viven con estas ballenas.

Esta entrevista ha sido editada para lograr más claridad.

¿Cómo surgió su interés por los narvales?

Comenzó con un interés por los dientes humanos. Aún no había empezado la carrera de odontología y me interesaba la antropología. Fui a la Amazonía colombiana, tomé moldes de los dientes de los indios ticuna, en parte para ayudar a investigar los patrones de migración —de donde estas personas vinieron originalmente—.

Mantuve mi interés por la antropología. En mi primer año en la escuela de odontología, me desaparecí de la clínica para ir a Micronesia durante un mes. El director me llamó a la clínica y me dijo: “Tienes que tomar una decisión: ¿Vas a convertirte en antropólogo? ¿O dentista?” No entendía por qué no podía hacer las dos cosas.

Empecé a dar charlas por todo el país sobre antropología dental y empecé a incluir ejemplos de animales. Uno de los animales que surgió, obviamente, fue el narval.

¿Qué hace único a este animal?

Hay tantas propiedades del colmillo del narval que desafían todos los principios que aprendí en la escuela de odontología. La dieta del narval incluye algunos peces bastante grandes. Esta ballena tiene la capacidad de producir más de una docena de dientes en su boca, pero genéticamente lo apaga —dice: “No, no necesitamos esos dientes. En su lugar, lo que preferimos es este colmillo gigante que erupciona en el océano—”.

Todos los dientes de los mamíferos son simétricos. Pero un narval suele tener este colmillo de dos a tres metros en el lado izquierdo, y en el derecho, nada visible. Típicamente, en los mamíferos, las hembras tienen la misma distribución de dientes que los machos; los narvales no podrían ser más diferentes. Los machos suelen tener el colmillo y las hembras no.

¿Para qué decían los zoólogos que servía este extraño colmillo?

La historia era que ese colmillo gigantesco solo servía para la jerarquía social, como la melena de un león o la cola de un pavo real. Cuanto más leía, menos sentido tenía. ¿Solo para conseguir la mejor chica del lote? No me parece plausible. Este animal ha pasado por un enorme sacrificio para crear esta cosa. Pensé, este animal merece una mejor historia.

Hacia el año 2000, decidí que me dedicaría a averiguarlo. Seguí ejerciendo como dentista, solo que dedicándome al narval en cada momento libre. Esto sustituyó el juego de golf habitual del dentista.

¿Cómo empezó sus investigaciones?

El primer paso fue solo conocer el entorno y ver a qué me iba a enfrentar. Fui al extremo norte de la isla de Baffin, a un pueblo llamado Pond Inlet, y me presentaron a David Angnatsiak, el mejor cazador inuit de la zona y jefe de búsqueda y rescate, ya fallecido. Nuestro primer viaje fue bastante loco. Estábamos en motos de nieve a las tres de la mañana, en medio de tormentas de nieve, cruzando témpanos de hielo.

Había además otros dos equipos de rodaje allí, con todo tipo de equipos, moviéndose constantemente. Y David y yo no nos movimos durante semanas. Yo decía: ¿Esta gente sabe algo que nosotros no sabemos? David dijo: Pueden ir donde quieran, las ballenas vendrán aquí. Y efectivamente, unos cuatro o cinco días después, vimos miles de ballenas. Me dije a mí mismo, realmente importa con quien sales al hielo.

Lo primero que recuerdo es el sonido, la respiración. Estaba tan quieto, y yo solo estaba inmerso en este paisaje sonoro. No quería que terminara. El colmillo es muy difícil de ver; no siempre lo apuntan hacia arriba. Hay que estar muy cerca de ellos para ver el colmillo.

¿Cómo conseguió colmillos para estudiar?

Como los inuit están autorizados legalmente a practicar la caza de subsistencia de estas ballenas, pude obtener restos de ellas y llevarme muestras a casa.

Los inuit ya tenían una descripción de los colmillos mucho mejor que cualquier ciencia occidental. Podían decir a partir de un colmillo de dónde procedía un animal concreto, lo cual me parecía extraordinario: uno más corto y grueso significaría que procedían de más al norte; los colmillos más largos y finos procedían de más al sur.

Sabían que el colmillo de la hembra, cuando está presente, es más delgado y más apretado. El colmillo parece muy rígido, pero cuando estábamos en el campo los cazadores decían, oh, no, no, esta cosa se dobla y se flexiona. Pensamos, eso es imposible. Así que llevamos el material de vuelta al laboratorio y efectivamente, puede doblarse y flexionarse 12 grados. Me di cuenta de que iban a ser el eslabón clave más importante para obtener los conocimientos que necesitaba para informar a la ciencia.

¿Qué descubrió en sus primeras investigaciones?

Organicé tomografías computarizadas del colmillo y microscopía electrónica, centrándome realmente en la anatomía, partiendo de la base de que la forma lleva a la función. Es algo opuesto a nuestros dientes, que son duros por fuera y más blandos a medida que se adentran; los dientes de narval son muy flexibles por fuera, y cuando llegas al núcleo, donde está el nervio, es como una barra de hierro.

En 2005, publicamos un trabajo que sugería que el colmillo es un órgano sensorial. Nuestro equipo descubrió que en una sección de unos dos metros y medio de colmillo había unos 10 millones de conexiones sensoriales con su entorno oceánico, a través de los túbulos dentinarios. Todos los mamíferos tienen túbulos dentinarios; la diferencia con el narval es que están abiertos, desde el nervio interior hasta el exterior del diente.

En las personas, estos túbulos están por debajo de la línea de las encías. Las personas que tienen recesión ósea o encías retraídas pueden exponerlos, y esto los hace sensibles a los alimentos fríos. Así que tener los túbulos abiertos es inusual, especialmente para un animal que vive en el frío ambiente del Ártico —es el último lugar donde se esperaría ver esto—.

Las pruebas evolutivas actuales demuestran que los dientes derivan de las antiguas escamas de los peces, que tenían la capacidad de detectar la presión, la temperatura y los gradientes de partículas (como la sal). Poco a poco hemos ido evolucionando hasta utilizar los dientes para masticar y morder. Pero como sabemos por haber ido al dentista, nuestros dientes pueden sentir el dolor y la temperatura. Al fin y al cabo, originalmente eran órganos sensoriales.

¿Pudo demostrar esta función sensorial?

En 2014, por fin pude demostrar que este colmillo en un animal vivo podía percibir su entorno. Trabajaba con el Ministerio de Pesca y Océanos de Canadá: capturábamos una ballena en una red y la llevábamos a la costa durante media hora para marcarla. Durante ese tiempo yo realizaba mi estudio. Desarrollé una junta de plexiglás que podía colocar sobre una pequeña sección del colmillo y llenarla de agua dulce o salada. Luego medía la actividad cerebral y cardiaca de la ballena. El electrocardiograma era el más preciso. Solo analicé seis ballenas, pero obtuve miles de datos. Y demostramos que el agua salada conducía a un mayor ritmo cardíaco. El agua dulce, un ritmo más lento.

Tardé mucho tiempo en entenderlo. La gente no entiende lo difícil que es trabajar en el Ártico: hace falta que el estado del tiempo colabore, por no hablar de que las ballenas aparezcan, y las técnicas para hacer todo esto. Alinear todas estas cosas de forma que se puedan obtener datos útiles es casi incomprensiblemente difícil.

¿Cómo está la población de narvales?

Los narvales están protegidos, pero no en peligro. Hay unos 170.000 narvales, y es una población sostenible. Las cuotas de caza permiten a los inuit llevar su estilo de vida de subsistencia. Las capturas varían mucho; en Pond Inlet y Arctic Bay, en su temporada de verano, pueden cazar 150 ballenas. En 2015, los informes gubernamentales muestran que se capturaron 766 narvales en Canadá y 408 en Groenlandia. Los inuit obtienen una rica fuente de vitamina C de la piel, ya que no hay fuentes equivalentes de árboles de naranja en el Ártico. Debido a la caza tienen una conexión muy profunda, y una sensibilidad muy profunda para entender a estos animales.

¿Qué aprendió sobre los narvales de los cazadores inuit?

Recorrí seis comunidades en Nunavut, Canadá, y el oeste de Groenlandia para realizar entrevistas, durante un periodo de dos años que terminó en 2010. Uno de los cazadores, Rasmus Avike, de Qaanaaq, tenía una frase sorprendente para explicar por qué los narvales se meten en ensenadas de agua dulce cada verano. Están mudando. Dijo: “Solo lo he visto una vez en mi vida. Casualmente estaba navegando en kayak junto a un narval y se desprendió una capa muy fina de piel. Casi parecía una gasa en el agua, y se disipó en un minuto”.

La literatura te dirá que el tiempo de inmersión no es más de 20 a 30 minutos. Un cazador, créeme, conoce el tiempo de inmersión, porque están esperando a que la ballena vuelva a salir. Lo sitúan en unos 45 minutos.

¿Adónde lo han llevado sus estudios últimamente?

El año pasado subí dos veces. Ahora mis estudios se centran más en la genética. Ahora tenemos un genoma de referencia para el narval. También tengo una línea celular en el zoológico congelado de San Diego. La trayectoria evolutiva del narval me resulta interesante. A diferencia de un elefante, donde podemos ver toda la delineación de cómo evolucionaron sus colmillos a lo largo del tiempo, con los narvales no hay casi nada. Solo existe el extinto Odobenocetops, que se encontró frente a las costas de Perú: es una ballena que tenía dos colmillos asimétricos, y curiosamente, como se señala en el reciente artículo del Annual Review of Animal Biosciences, tienen túbulos dentinarios similares abiertos a la superficie. El otro eslabón evolutivo es un pariente de la beluga, Bohaskaia.

Me interesa la “osteoporosis oceánica”. A medida que el océano absorbe más dióxido de carbono, se hace más difícil formar carbonato cálcico. Esto afecta a las conchas. Estoy estudiando los distintos niveles tróficos del Ártico, para ver hasta qué niveles puede llegar esto. También estoy estudiando los nanoplásticos y su impacto en los animales del Ártico. Para contar una historia se necesita un animal carismático. Se necesita un buen narrador. Y creo que los narvales son grandes narradores.

¿Existen otros misterios sobre dientes de animales?

Ahí está la ballena zifio de Layard. Es mi segunda ballena favorita. Estas se encuentran frente a Nueva Zelanda y Australia. Tienen dos colmillos que salen de su mandíbula inferior, envuelven su mandíbula superior y pueden impedirles abrir la boca. ¿De dónde viene eso? ¿Cuán contraintuitivo puede ser?

Pero quiero dedicar todo mi tiempo al narval.

Y, mientras tanto, ¿sigue ejerciendo como dentista?

Ahora estoy en mi oficina; puedes venir y te arreglo los dientes. Esto mantiene un techo sobre mi cabeza, me alimenta. Financia la pasión.

Artículo traducido por Debbie Ponchner

This article originally appeared in Knowable Magazine, an independent journalistic endeavor from Annual Reviews. Sign up for the newsletter.