Un viaje en el tiempo: secretos de La Gran Carrera, la competencia de autos clásicos que atraviesa Jujuy y Salta

La Gran Carrera es una competencia de precisión con autos clásicos por las provincias de Jujuy y Salta
La Gran Carrera es una competencia de precisión con autos clásicos por las provincias de Jujuy y Salta - Créditos: @Tomás Cuesta

SALTA.– El miércoles pasado a las 6.30 el avión de Aerolíneas Argentinas aterrizó en San Salvador de Jujuy. Mientras los pasajeros empezaban a dispersarse, algunos caminaron hacia el estacionamiento del aeropuerto donde los esperaban sus autos, al igual que ellos llegados desde Buenos Aires, pero por tierra. Había un Corvette del ‘66, un Porsche 911 del ‘80 y algunos Mercedes Benz del ‘60 que aguardaban empapados por el rocío de la madrugada. Los dueños de estos hitos de la historia automotriz cargaron las valijas, encendieron los motores y partieron hacia Purmamarca. Al día siguiente comenzaba la competencia.

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Todos ellos viajaron para La Gran Carrera, un evento deportivo de autos clásicos que convoca a personas de todo el país y del exterior, dura tres días y recorre 1070 kilómetros a través de Salta y Jujuy. Se trata de una mezcla de competencia con turismo de lujo, que demanda de una organización sofisticada en la que participan decenas de personas. Para correr se admiten solo autos que datan de 1945 hasta los 90, salvo por algunas excepciones en las que se considera al vehículo de interés para el evento, como una Maserati GT de 1999 que fue admitida para competir. Este año fueron 55 los vehículos.

En las Salinas Grandes, Jujuy, se realizaron las primeras pruebas de La Gran Carrera
En las Salinas Grandes, Jujuy, se realizaron las primeras pruebas de La Gran Carrera - Créditos: @Tomás Cuesta

Esta es una carrera particular. Se define como “de precisión”, es decir, el desafío no tiene que ver solo con la velocidad. La competencia tiene tres etapas; dentro de cada una hay pruebas para las que se fijan puestos de control y los participantes deben ir de un punto al otro en el tiempo exacto que les indica el manual. Por cada centésima de segundo de diferencia, reciben una penalidad.

“Yo establezco un tiempo determinado y tienen que hacer las pruebas en el tiempo más cercano al que les propongo. Se les entrega un librito donde se indica la duración de cada prueba y se sugiere una velocidad promedio. El que más se acerca a los tiempos pautados a lo largo de las pruebas, es el que gana. Antes, en carreras similares como las Mille Miglia de Italia, se hacían tramos de 500 kilómetros, parecidos a los que hacemos en La Gran Carrera, pero de velocidad libre; eso hoy ya no está permitido. En total somos un equipo de 22 personas cronometrando a los competidores”, explica Fernando Scardaoni, jefe del equipo de cronometristas.

En el salar, a unos 4000 metros sobre el nivel del mar, los vehículos estacionaron y se prepararon para las primeras pruebas
En el salar, a unos 4000 metros sobre el nivel del mar, los vehículos estacionaron y se prepararon para las primeras pruebas - Créditos: @Tomás Cuesta

El jueves pasado, el primer día de la carrera, los corredores se subieron a sus autos a las 8.30, cuando Purmamarca, un pueblo rocoso con casas de adobe, aún estaba a la sombra por las enormes montañas que lo rodean. El primer destino de La Gran Carrera fueron las Salinas Grandes, a unos 4000 metros de altura sobre el nivel del mar. Para llegar, hay que recorrer un camino zigzagueante donde el oxígeno empieza a escasear. Los motores, muchos con más de 50 años de antigüedad, comenzaron a perder potencia. Pero el desafío para los pilotos y las máquinas no opacaba la escena, que era una especie de viaje al pasado. Solo se veían las montañas y los autos, sin que hubiera durante kilómetros otra referencia de época que los trajera de vuelta a 2023.

Luego de una hora y media de manejo, apareció, a lo lejos, el salar, que a cierta distancia aparentaba ser un gigantesco manto de nubes blancas sobre el que se empezaron a posar los autos rojos, blancos, celestes, amarillos, azules, verdes. Por un momento, el sueño infantil de hacer volar, por ejemplo, un Shelby Cobra, parecía hacerse realidad.

Leonardo Wassington y Natalia Tixi en su Mercedes Benz del '64
Leonardo Wassington y Natalia Tixi en su Mercedes Benz del '64 - Créditos: @Tomás Cuesta

En el salar los vehículos estacionaron y se prepararon para las primeras pruebas. Sobre la inmensa superficie blanca había una carpa beduina con bebidas, infusiones, jugos y algunos alimentos que iban desde comida árabe hasta empanadas y canapés de todo tipo. Era posible poner la carrera en pausa y sentarse en alguno de los sillones a contemplar el paisaje inhóspito.

Ahí estaban Leonardo Wassington y Natalia Tixi, que se acababan de bajar de un Mercedes Benz 230 SL descapotable del ‘64. El mismo auto, excepto por el color, que usó el equipo de LA NACION para cubrir el recorrido. Ese es el primer auto clásico de esta pareja que llegó desde Buenos Aires. Cuando se la ve circulando en el Mercedes, la dupla entrega una imagen que podría estar en la tapa de muchas revistas.

La Gran Carrera, una competición de autos clásicos que recorre Jujuy y Salta
La Gran Carrera, una competición de autos clásicos que recorre Jujuy y Salta - Créditos: @Tomás Cuesta

“El año pasado este auto corrió con un conocido que luego me ofreció comprárselo. Esta es la versión europea, pero también existe la versión norteamericana. Para llegar hasta acá arriba vinimos, sobre todo, en segunda porque se apunaba el motor. Los que ganan practican a menudo; a nosotros nos gusta la competencia, pero además nos parece un paseo hermoso”, describía Wassington.

Luego la caravana de autos dejó el salar y comenzó su camino hasta el restaurante del reconocido chef Daniel Hansen, llamado Flor del Pago, en Lozano, Jujuy. Ahí, en el jardín de una gran casa blanca de estilo colonial, los competidores almorzaron. El plato estrella, para muchos, fue una cazuela de pulpo sobre humita. Mientras, afuera los autos producían un efecto magnético: cada vez más personas se acercaban para tomarles fotos, una escena que se repitió a lo largo de la competencia.

En la ruta 9, llamada “Camino de Cornisa”, el recorrido está rodeado de montes con exhuberante vegetación
En la ruta 9, llamada “Camino de Cornisa”, el recorrido está rodeado de montes con exhuberante vegetación - Créditos: @Tomás Cuesta

“Es un lindo espectáculo, no es común acá ver todos estos vehículos y los nenes se enloquecen”, afirmaba Luisa Enrique, que estaba allí junto a Esteban, su hijo de 13 años.

La carrera continuó rumbo a Salta a través de la ruta 9, llamada “Camino de Cornisa”. En pocos kilómetros el recorrido pasó de ofrecer un paisaje de roca y sal, a una ruta rodeada de montes cuya vegetación podría ser la de un país centroamericano. Ahí, la senda era tan angosta que si se cruzaban dos autos en sentido opuesto uno tenía que frenar a un costado para que el otro pudiera pasar. Ese día culminó, luego de 310 kilómetros de recorrido, en el Monumento a Martín Miguel de Güemes, en la capital salteña.

Día 2

El viernes comenzó con pruebas en el Autódromo de Salta. Allí estaba Daniel Pérez, aguardando su turno para largar a bordo de su Mercedes Benz 230 SL del ‘65, una máquina roja que parecía recién salida de la fábrica alemana. Era la segunda vez que competía y este desafío le generaba la misma pasión que cuando saltaba al vacío desde un avión en las épocas que practicaba paracaidismo.

Daniel Pérez, a bordo de su Mercedes Benz del '65, recibido por Los Infernales de Güemes
Daniel Pérez, a bordo de su Mercedes Benz del '65, recibido por Los Infernales de Güemes - Créditos: @Tomás Cuesta

“Es difícil, yo practiqué bastante para venir. Este es un trabajo entre tu copiloto y vos. Yo manejo y mi compañero va cronometrando el tiempo en las pruebas. Hay gente que esta disciplina la practica dos veces por semana, yo esta pasión la encontré ahora de grande y estoy mejorando. Es un deporte divino y complejo. Hay carreras que son aún más exigentes en nuestro país, como las 1000 Millas que se hace en el sur”, explicaba Pérez.

Más adelante había un Austin Healey del ‘56, piloteado por Margarita Tonconogy y Andrea Hermann. Ellas, junto a Marlene Zichy y Alexia Sagemuller, que tenían un Triumph Spitfire del ‘68, eran casi los únicos binomios conformados solo por mujeres. “Nosotros realizamos encuentros en Buenos Aires para que cada vez se sumen más mujeres a la carrera”, señalaba Tonconogy, que se dedica al arte. Con su compañera llevaban puesto un enterito color blanco, mientras que el día anterior el uniforme había sido un conjunto naranja.

El Austin Healey del '56, piloteado por Margarita Tonconogy y Andrea Hermann
El Austin Healey del '56, piloteado por Margarita Tonconogy y Andrea Hermann - Créditos: @Tomás Cuesta

Durante esa jornada, en la que recorrieron 280 kilómetros, el almuerzo fue en el Alfarcito, que no llega a ser un pueblo, sino un punto de encuentro para las comunidades de alta montaña. Está situado a 80 kilómetros de Salta, a 2800 metros sobre el nivel del mar, y se llega a través de la ruta 51. Allí está el Colegio Secundario de Montaña “El Alfarcito”, una escuela albergue donde los chicos de las comunidades se quedan a dormir durante una o varias semanas porque sus hogares están a kilómetros de distancia. Muchos caminan hasta 14 horas para tener la posibilidad de sentarse frente al pizarrón.

Dalmiro, de 12 años, es uno de los alumnos de la escuela. Tiene el pelo oscuro, ojos pequeños y alargados. Contó a LA NACION que vive en Cerro del Tirao: para llegar hasta el Alfarcito a estudiar cabalga durante seis horas.

El Alfarcito, una de los lugares más especiales dentro del recorrido de La Gran Carrera; los chicos caminan hasta 14 horas para ir allí a la escuela
El Alfarcito, una de los lugares más especiales dentro del recorrido de La Gran Carrera; los chicos caminan hasta 14 horas para ir allí a la escuela - Créditos: @Tomás Cuesta

En el lugar estaba el sacerdote Walter Medina, feliz de recibir a la caravana de autos que revolucionaron durante unas dos horas a ese lugar silencioso, una especie de corazón escondido entre las rocas que irriga oportunidades para comunidades olvidadas. Todo lo que ahí sucede es la materialización del sueño que alguna vez tuvo el Padre Chifri (su verdadero nombre fue Sigfrido Moroder), que es considerado un santo en algunos pueblos de montaña de la Quebrada.

Los mismos chicos que van al Alfarcito para estudiar luego tienen la posibilidad de aprender oficios, como cocina. De hecho, cada bocadito servido sobre las largas mesas había sido preparado por cocineros locales y con ingredientes de la zona. Luego del almuerzo, los participantes de la carrera juntaron importantes donaciones en efectivo o en bienes materiales que les serán enviados, como muebles o neumáticos.

Los competidores de La Gran Carrera rumbo a Cafayate
Los competidores de La Gran Carrera rumbo a Cafayate - Créditos: @Tomás Cuesta

Día 3

Faltaba el último tramo, el más largo. Los conductores emprendieron ayer un viaje de 480 kilómetros que, entre otros lugares, los llevaría hasta Cafayate para luego retornar a la ciudad de Salta.

Los autos transitaban el camino sinuoso y, por momentos, algo colorado por el polvillo de las rocas. Arriba, el cielo celeste, el sol radiante y algunas aves que volaban en círculos y luego reposaban a la sombra.

Algunos participantes de La Gran Carrera, en Cafayate, Salta
Algunos participantes de La Gran Carrera, en Cafayate, Salta - Créditos: @Tomás Cuesta

El descanso para los corredores a la hora del almuerzo fue en la Finca El Recreo. Allí estaba Gonzalo Castillo, uno de los organizadores e histórico corredor de La Gran Carrera, que decía, entre risas: “Este es el único deporte que engorda”, mientras disfrutaba del almuerzo. Detrás de él se veía, a través de los arcos de estilo colonial de la galería, una línea de montañas que parecían custodiar los interminables viñedos.

A la noche, llegó el momento de la premiación. Los ganadores fueron Fernando Nocetti y Alfredo Valdez Diez, a bordo de un Triumph TR3 B de 1962. Ese evento final fue en el Cabildo de Salta, sobre en la Plaza 9 de Julio. Allí, la recepción fue digna de un evento patrio. La banda militar, Los Infernales de Güemes, hacía sonar las trompetas y los tambores cada vez que un vehículo cruzaba la línea de llegada, como si los pilotos fueran los embajadores de un mundo que ya no existe, pero que se mantiene vivo en esos autos de colección.

Los ganadores fueron Fernando Nocetti y Alfredo Valdez Diez, a bordo de un Triumph TR3 B de 1962
Los ganadores fueron Fernando Nocetti y Alfredo Valdez Diez, a bordo de un Triumph TR3 B de 1962 - Créditos: @Tomás Cuesta