El viaje secreto y surrealista de Biden a una zona de guerra

El presidente Joe Biden, a la izquierda, es escoltado por el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en su visita al Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas, en Kiev, la asediada capital de Ucrania, el lunes 20 de febrero de 2023. (Daniel Berehulak /The New York Times).
El presidente Joe Biden, a la izquierda, es escoltado por el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en su visita al Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas, en Kiev, la asediada capital de Ucrania, el lunes 20 de febrero de 2023. (Daniel Berehulak /The New York Times).

WASHINGTON — Por las ventanillas del tren que retumbaba a través de la campiña ucraniana esa larga noche no se veía casi nada, excepto, en ocasiones, las farolas o las sombras de los edificios a la distancia. Pero quienes miraban pasar el tren tampoco podían ver quién iba dentro… ni lo habrían imaginado si se hubieran puesto a pensarlo.

Acurrucados a bordo del desconocido tren iban el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y un equipo básico de asesores, acompañados por agentes del Servicio Secreto armados y tensos, en una misión secreta a Kiev, la capital. Hasta donde todos sabían, Biden había regresado a Washington, donde pasaría la noche después de una cena con su pareja en un restaurante italiano.

En la realidad, estaba en un viaje diferente a cualquier otro que haya hecho algún presidente estadounidense moderno.

En una audaz jugada cuyo objetivo era demostrar la determinación que tiene Estados Unidos de ayudar a Ucrania a vencer las fuerzas rusas que la invadieron hace un año, Biden viajó de incógnito a Kiev con el fin de reunirse con el presidente Volodímir Zelenski y prometerle más armas para defender al país. Durante la visita, se produjo la imagen imborrable de los dos presidentes caminando a plena luz del día hacia un monumento a los soldados caídos incluso cuando estaba sonando una sirena antiaérea, una muestra de desafío a Moscú que rápidamente le dio la vuelta al mundo.

En toda la vida de Biden, ningún presidente se había atrevido a ir a una zona de guerra que no estuviera bajo el control de las fuerzas estadounidenses, y mucho menos en una locomotora relativamente lenta que tardaría nueve horas y media en llegar a su destino. Durante ese tiempo, estuvo potencialmente expuesto a circunstancias ajenas al control de la falange de seguridad de ultravigilancia que siempre busca proteger al comandante en jefe de cualquier peligro físico imaginable y reducir al mínimo el tiempo que pasa alejado de una fuerte protección.

De hecho, durante una gran parte del año pasado, la mayoría de la gente cercana al presidente resistió cualquier impulso de ir, bajo el supuesto de que era demasiado peligroso. Pero casi un año después de la invasión rusa, en vista de que a los soldados ucranianos les ha ido mucho mejor de lo que todos esperaban al principio y después de que otros dirigentes estadounidenses y europeos han hecho ese viaje, Biden y su equipo acordaron que podrían entrar y salir con seguridad.

El presidente Joe Biden, a la izquierda en primer plano, es escoltado por el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en segundo plano, en su visita al Muro de la Memoria, un monumento a los soldados caídos del país, en Kiev, la asediada capital de Ucrania, el lunes 20 de febrero de 2023. (Daniel Berehulak /The New York Times).
El presidente Joe Biden, a la izquierda en primer plano, es escoltado por el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en segundo plano, en su visita al Muro de la Memoria, un monumento a los soldados caídos del país, en Kiev, la asediada capital de Ucrania, el lunes 20 de febrero de 2023. (Daniel Berehulak /The New York Times).

“Desde luego que seguía habiendo peligro, y todavía lo hay, en una misión de este tipo”, les dijo por teléfono a los reporteros desde el tren Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de Biden cuando salía de Kiev en el viaje de regreso a Polonia. “El presidente Biden sentía que era importante realizar este viaje debido al momento crucial en el que nos encontramos conforme se acerca el primer aniversario de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de los rusos”.

Según los asesores, habían dedicado meses a preparar este viaje, mientras solo unos cuantos funcionarios de confianza de la Casa Blanca, el Pentágono, el Servicio Secreto y las agencias de inteligencia evaluaban los riesgos. Uno de los colaboradores comentó que, en las reuniones, Biden se enfocaba en el peligro que su visita podría plantear para otras personas, no para él mismo.

Finalmente, la decisión llegó a un punto crítico el viernes, cuando Biden se reunió con unos cuantos altos funcionarios en el Despacho Oval y consultó a otros por teléfono. Y decidió ir.

El viaje de Biden a Polonia ya estaba programado para el aniversario. Casi siempre que los presidentes hacen paradas secretas en algunos lugares, dichas paradas se añaden al final de un viaje ya programado. En este caso, la Casa Blanca decidió ponerlo al principio con la esperanza de mantenerlo en secreto.

Biden también participó en la estratagema. El sábado en la noche, Biden y su esposa fueron a una misa a la Universidad de Georgetown, se detuvieron en el Museo Nacional de Historia Estadounidense y finalmente fueron a cenar al restaurante Red Hen, donde comieron rigatoni, que muchas personas consideran que es el mejor de la capital del país. Cuando la pareja regresó a la Casa Blanca, la mayoría de la gente podía haber supuesto que pernoctarían ahí.

Pero unas horas después de la medianoche, sacaron a Biden de la mansión y lo llevaron a la Base de la Fuerza Aérea Andrews en los suburbios de Maryland, donde lo esperaba un pequeño grupo de colaboradores, agentes de seguridad, un equipo médico, un fotógrafo de la Casa Blanca y dos periodistas.

Biden llegó a eso de las cuatro de la madrugada y el avión despegó a las 4:15 a. m. para el vuelo trasatlántico. Se unieron a Biden algunos colaboradores: Sulivan, Jen O’Malley Dillon, subjefa de gabinete, y Annie Tomasini, directora de operaciones del Despacho Oval. El avión aterrizó en la Base Aérea de Ramstein, en Alemania, a la 5:13 p. m., hora local, donde, con las cortinas abajo, cargó combustible antes de volver a despegar a las 6:29 de la tarde para dirigirse al aeropuerto de Rzeszów, en Polonia, donde aterrizó a las 7:57 p. m.

Lo pusieron en un convoy de unos 20 automóviles y lo trasladaron sin sirenas durante cerca de una hora por una carretera que estuvo vacía casi todo el tiempo a la pequeña ciudad de Przemyśl y luego a la estación de tren donde han llegado desde Ucrania muchos miles de refugiados en el transcurso del último año. Como llegaron a las 9:15 de la noche, no encontraron mucha gente y las tiendas ya estaban cerradas.

El convoy se detuvo justo al lado de un tren de color púrpura casi en su totalidad, con muchos vagones pintados de azul y una franja amarilla en el medio para asemejarse a la bandera de Ucrania. Es muy poco frecuente que un presidente viaje en algún otro vehículo que no sea del Servicio Secreto o del Ejército de Estados Unidos, pero no se considera seguro ir en avión a Ucrania.

El tren salió de la estación a las 9:37 p. m. sin ninguna ceremonia y cruzó la frontera de Ucrania alrededor de las diez de la noche.

De acuerdo con un alto funcionario que describió el viaje y quien pidió no ser identificado, a Biden, vestido con ropa informal, le costó mucho trabajo dormir durante el largo recorrido en tren. El presidente se la pasó todo el trayecto recordando sus anteriores viajes a Kiev, incluyendo un discurso ante el Parlamento ucraniano y su intervención durante su último viaje en 2017. Leyó una nota informativa sobre la historia de Kiev desde su fundación y reflexionó sobre su propia historia con la ciudad.

En una charla con sus colaboradores, Biden les contó sobre su conversación telefónica con Zelenski el 24 de febrero del año pasado cuando comenzó la invasión de Rusia y se sorprendió de que el dirigente ucraniano le dijera en ese momento que no estaba seguro de cuándo volverían a hablar. Ahora, Biden cayó en cuenta frente a sus colaboradores de que aquí estaban un año después a punto de reunirse en persona en la ciudad de Kiev.

Después del viaje nocturno, el tren se detuvo a las ocho de la mañana, hora local, en la Estación Central de Kiev. La plataforma había sido despejada y Biden desembarcó en un día soleado con el cielo azul y mucho frío en el aire, ahora vestido con un traje azul y una corbata con los colores de Ucrania. Ahí lo recibió la embajadora de Estados Unidos, Bridget A. Brink.

“Es agradable regresar a Kiev”, comentó Biden.

Durante sus cinco horas en la ciudad, se reunió con Zelenski en el Palacio Mariyinski, lo acompañó a depositar una ofrenda floral en el Muro de la Memoria en el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas y se detuvo en la Embajada de Estados Unidos para reunirse con su personal.

Luego se dirigió a la misma estación de tren y salió a la 1:10 p. m. El alto funcionario comentó que, durante el largo y escabroso trayecto en tren hacia Polonia, Biden dio una serie de indicaciones en las áreas militar, económica y diplomática para ayudar a Ucrania. Seguía pensando en las reuniones que acababa de tener y, una vez más, no pudo dormir gran cosa.

A las 8:45 p. m., hora local, llegó a la estación Przemyśl Główny y se dirigió al aeropuerto para tomar un vuelo a Varsovia, donde pronunciaría un discurso el martes. Según sus colaboradores, seguía con la mente puesta en su parada anterior.

“Confieso que Kiev ha conquistado una parte de mi corazón”, había dicho antes de salir.

c.2023 The New York Times Company