El viaje en bote de una ópera nos transporta a la selva tropical

NUEVA YORK — Realmente no había motivo para que Mary Zimmerman se sintiera bloqueada mientras dirigía su nueva producción de “Florencia en el Amazonas”, que se estrena el jueves en la Metropolitan Opera.

Esta es su sexta puesta en escena para el Met y, a primera vista, la obra parecía estar completamente en su terreno. Su narrativa tiene a menudo un carácter onírico y aquí se trataba de una ópera impregnada de onirismo poético y del realismo mágico de Gabriel García Márquez: la historia de una diva que viaja de incógnito en un barco fluvial amazónico al parecer para actuar en Manaos, una ciudad enclavada en lo profundo de la selva tropical, pero en realidad para intentar reunirse con su amante y musa desaparecido, el cazador de mariposas Cristóbal.

Sin embargo, cuando llegó el momento de empezar a conceptualizar su producción, Zimmerman se encontró en un callejón sin salida. Las similitudes con su vida eran tal vez demasiadas.

“Estoy bastante sobreidentificada con Florencia”, comentó Zimmerman tras un ensayo reciente. “Soy soltera y en cierto modo perdí al gran amor de mi vida porque no podía dejar de hacer teatro y no podía ser más pequeña de lo que era. Muchos de nosotros, intérpretes y artistas con el corazón roto, todo lo que ponemos en escena, en parte, es para esa persona, vaya a verlo o no”.

Al final, Zimmerman superó su bloqueo como directora y logró montar un hito para el Met: la obra de Daniel Catán, con libreto de Marcela Fuentes-Berain, es la primera que hace la compañía de un compositor mexicano. La producción, que ofrece un protagónico para la soprano Ailyn Pérez, también será dirigida por el director musical del Met, Yannick Nézet-Séguin.

“Florencia” transcurre casi íntegramente en el barco, y la mayoría de las producciones, empezando por el estreno de Francesca Zambello en la Houston Grand Opera en 1996, han hecho del barco una pieza escénica central. Pero Zimmerman dirigió su mirada hacia el exterior. “Quería destacar el mundo natural y el aire libre”, aseguró. En el Met, la atención se centrará en lo que los pasajeros ven durante su viaje, más que en su medio de transporte.

Ese cambio de énfasis está en consonancia con la partitura de Catán, afirmó Nézet-Séguin. “Nunca he estado en el Amazonas, pero cualquier bosque en el que entras por primera vez, solo parece un montón de árboles y hojas del mismo color. Luego, pasas unos minutos, abres los ojos y hay un millón de detalles”, añadió. “Siento que esta pieza es así”.

La flora y la fauna amazónicas fueron una fructífera fuente de inspiración para el equipo creativo, sobre todo para la diseñadora de vestuario Ana Kuzmanic: incluso los llamativos trajes y tocados que simbolizan la propagación del cólera se extrajeron del escenario de la ópera. “Descubrimos que en el Amazonas hay un tipo de ave llamada águila arpía y en eso se basan”, explicó Zimmerman. “Originalmente, eran máscaras venecianas, pero luego las hicimos más parecidas al animal”.

Los trajes también representan elementos físicos como el agua siempre presente, en un momento dado con la invocación de figuras que representan olas. “Para ser sincera, creo que las olas azules son el mejor vestuario acuático que he visto nunca”, opinó Zimmerman. “Porque representar el agua en escena, aparte de usar agua, es difícil. Es cambiante. Se mueve todo el tiempo”. (Ella debería saberlo: su gran éxito se produjo en 2001 con una puesta en escena de las “Metamorfosis” de Ovidio, ganadora de un premio Tony, en la que utilizó una piscina de verdad. También abordó el estanque más famoso de la ópera con “Rusalka” en el Met en 2017).

Para deleite de Zimmerman, la partitura de Catán incluye incluso interludios musicales en los que pudo dar rienda suelta a su imaginación. “Mi favorito es el de tres minutos y medio, que yo llamo ‘De la noche al día’, o que a veces llamamos ‘El ballet de la criatura’”, dijo sobre una escena que involucra una botella que contiene anillos de boda. “Nos encanta verla y trabajar en ella”.

Para Nézet-Séguin, el juego y la fluidez de la puesta en escena de Zimmerman son una respuesta a la partitura de Catán. “La orquestación es muy inventiva”, señaló. “Por supuesto, evoca la naturaleza con los pájaros y el ruido del bosque, pero también está muy bien desarrollada a la hora de adoptar el flujo general de la obra, que nunca es estático. Siento que es muy buena sugiriendo una ola constante, como un río o como el océano o cualquier cuerpo de agua que nunca se detiene”. (Catán, fallecido en 2011, adoptó un estilo neorromántico y a menudo se le ha comparado con Giacomo Puccini).

Así como los paisajes cambian a lo largo del viaje de Florencia, también lo hacen los viajeros; los descubrimientos son tan emotivos como visuales. “Hay muchas cosas que se transforman y cambian a lo largo de la ópera”, dijo Zimmerman. “Florencia encuentra su verdadera identidad al despojarse de su famosa identidad y creo que hay una especie de disolución en el mundo natural”.

Pérez también describió el viaje de la ópera como algo más que físico. “Casi se convierte en una subtrama de una historia mucho más espiritual y comunitaria, con sentido del humor y la sensación de que el destino es disfrutar del viaje”, agregó, “reflexionar sobre las decisiones, y elegir el amor y ver la muerte como un renacimiento a otra vida”.

En cierto sentido, trabajar en “Florencia” ha supuesto también un viaje a las raíces de Pérez. El Met no ha presentado una ópera en español en casi un siglo y Pérez, nacida en Chicago de inmigrantes mexicanos, está encantada de cantar por fin en el idioma que hablaba en casa cuando era niña. “Ni siquiera es el castellano de España, sino el español mexicano, el español latinoamericano”, dijo, “así que por primera vez en mi vida no tienen que corregirme sobre cómo digo mis palabras”.

c.2023 The New York Times Company