Un diálogo al que le faltaron voces
Por: José Ramón Guardiola Espinosa (@_joserra)
El lunes 22 de agosto llegó un correo a la comunidad de posgrados del CIDE buscando estudiantes que quisieran participar en un Encuentro con jóvenes que sostendría el presidente el día del 4to informe de gobierno. Los interesados debían enviar sus datos y un breve resumen de méritos y trayectoria académica con la cual harían la selección de los asistentes. Todo este proceso fue interno.
La invitación general venía de parte de CONACYT, que repartió alrededor de 10 lugares dentro de este diálogo a alumnos, becarios, empleados o catedráticos de sus centros de investigación. Entre ellos, dos alumnos de la Maestría en Economía del CIDE obtuvimos nuestro lugar como participantes del encuentro.
El día del informe –antes llamado “El día del presidente”– algunos de los invitados por CONACYT nos reunimos en sus oficinas para después dirigirnos a Palacio Nacional, donde nos encontraríamos con el resto de invitados.
Al entrar, y tras un proceso de registro de cada invitado, nos explicaron lo siguiente: sería un diálogo –con 300 jóvenes– en el que, por medio de un sorteo y likes en Facebook, el mandatario contestaría algunas preguntas.
Para ese momento algunos de nosotros ya teníamos una idea de qué nos interesaría preguntarle al presidente. Compartimos las cuestiones que nos interesan desde nuestras áreas de trabajo, todas genuinas y particulares. A mí me interesaba poner sobre la mesa la agenda que impulsaría a la academia mexicana y a la investigación los próximos dos años.
En todo momento se nos alentó a preguntar lo que quisiéramos, siempre y cuando nuestro nombre saliera de la tómbola. Bajo esta premisa y la impresión que tenía de que la selección de jóvenes fue a partir de un proceso con cierta extensión, esperaba que la lista de preguntas saliera de lo ordinario y tocara temas en los que aún falta mucho por mejorar en el país.
Treinta minutos antes de comenzar la transmisión ya estábamos entrando a la sala, a los quince salió el presidente Enrique Peña Nieto a saludarnos y retomar la explicación de dinámica que seguiríamos: la sesión de preguntas y respuestas duraría alrededor de una hora y vendría inmediatamente después de un mensaje presidencial de aproximadamente 10 minutos, el cual vimos al comienzo de la transmisión.
Puedo imaginar que cada asistente iba con sus intereses particulares y tal vez no todos los cuestionamientos coincidirían con los que esperaba, pero el momento en que se da inició al ejercicio de diálogo con la pregunta ¿Qué otras buenas noticias nos tiene?, se marcó la pauta para comenzar un nuevo spot presidencial que duró más de una hora, y no un diálogo.
Las preguntas continuaban de tal manera que convirtieron un formato que pudo haber dado para más, en un ejercicio con falta de autocrítica. En ese diálogo faltaron la voces de muchos jóvenes que no fueron representados por las preguntas que se hicieron, mientras que las respuestas estuvieron muy por debajo de lo que requiere una administración que parece no poder perder más credibilidad.
Por más de una hora, el presidente permaneció contestando las preguntas cómodamente, a manera de comercial, diciendo las cosas buenas que casi no se cuentan. La falta de datos duros y fechas concretas fueron sustituidos por las buenas intenciones que tendrá el Sistema Nacional Anticorrupción que, si bien aún no se ha puesto en marcha debido al programa en el que fue agendado, será el que se encargue de resolver los casos de gobernadores acusados y la aplicación de leyes como la 3de3.
Se le preguntó qué acciones tomaría para recuperar la credibilidad que ha perdido, a lo que él contesto que su gobierno no trabaja por la popularidad. Una respuesta que para mí no tenía validez cuando esta falta de credibilidad viene justamente de una falta de resultados y de rendición de cuentas, tema que ni siquiera fue abordado a pesar de los tantos conflictos de intereses en los que está envuelto.
En el momento en que el presidente anunció que quedaba tiempo sólo para dos preguntas más, entendí que el diálogo iba a terminar así, tibio y lejos de un debate que verdaderamente aportara a la mejora de nuestro país.
En un acto en donde se nos había motivado a preguntar cualquiera de nuestras inquietudes, y en donde muchas preocupaciones que los jóvenes tenemos no se asomaron, la idea de tomar la palabra llegó fácilmente. Pararse fue muy sencillo si eso representaba hacer saber que no vamos a quitar el dedo del renglón al exigir resultados y cuentas claras.
Quería retomar muchos temas y pensaba en lo mucho que faltaba por dialogar. Esperaba escuchar del presidente más que respuestas que hicieran publicidad a su administración y que salieran del discurso monótono que reinó durante todo el encuentro.
Al final la pregunta respecto a la academia mexicana fue difusa en un contexto de rendición de cuentas y resultados, pero fue expuesta. Por el presidente fue ignorada y sustituida por una invitación a ver los resultados en su spot en formato de video. Contrario a resolver genuinamente cualquiera de las cuestiones planteadas, se cerró el acto con esta última intervención y el eslogan principal de este informe presidencial.
A la salida, las caras de insatisfacción que había alcanzado a ver entre algunos jóvenes externaron su acuerdo con la intervención y su total desaprobación con el evento. Insatisfecho con la respuesta y con el fallido diálogo salí del recinto acompañado del resto de los invitados de CONACYT.
El intento de rescatar los 90 minutos previos que duró un acto insalvable también dejó mucho qué desear. Seguramente pudo haberse preguntado más, pero tristemente no creo que se hubiera respondido mejor. De ninguna manera esto nos deja peor ni igual que como estábamos sin pararse a tomar la palabra.
Ahora hay que estar alerta para saber cuál es la siguiente oportunidad que tenemos de alzar la voz y tomarla.
* José Ramón Guardiola Espinosa es egresado de Matemáticas por la UNAM y estudiante de la Maestría en Economía en el CIDE.
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