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Lo que revela la avalancha de mensajes desde la cuenta de @realDonaldTrump en Twitter

Los mensajes del mandatario, quien nunca dejó de usar su cuenta personal mientras era Presidente, revelan todo sobre cómo ha procesado (o no) su derrota. Desde el 3 de noviembre ha escrito a razón de 27 mensajes por día

Twitter feed of the President of the USA Donald Trump is seen displayed on a phone screen with American flag in the background in this illustration photo taken on October 18, 2020.   (Photo Illustration by Jakub Porzycki/NurPhoto via Getty Images)
Del shock a la frustración, de la negación a la tristeza, de la rebelión a la aceptación: desde el 3 de noviembre Donald Trump ha escrito a razón de 27 mensajes por día (Photo Illustration by Jakub Porzycki/NurPhoto via Getty Images)

El twitter de Donald Trump expresa más que el contenido de sus mensajes. El solo hecho de que no haya querido abandonar su cuenta personal mientras era Presidente, indica su incapacidad y temor por lo institucional, que en estos días se expresa más que nunca. Es un hombre que no puede vivir sin su propia voz. Más que un ciudadano al servicio de la Presidencia, la Presidencia fue un atributo de Donald Trump. Parece un trabalenguas, pero esa diferencia semántica revela mucho del comportamiento del que fue el Presidente 45 de Estados Unidos.

Del shock a la frustración, de la negación a la tristeza, de la rebelión a la aceptación. Sí, Trump aceptó por un segundo que había perdido, aunque -insólito- en el mismo tuit se retractó. "El (Biden) ganó porque la elección fue arreglada", escribió, aunque rápidamente se desdijo.

Paren el conteo

Durante el día de las elecciones, Trump sólo escribió un par de veces, mandando a votar y anunciando prematuramente que se dirigiría a la nación en horas de la noche para celebrar su "gran triunfo". Luego vino el shock.

Tal como se esperaba en muchos estados, los votos adelantados, a los que el Presidente había hecho contrapropaganda, empezaron a ser contados luego de los votos del día. Y como era de esperarse y lo habían advertido muchas voces públicas, Trump empezó a perder ventaja en varios de los estados donde parecía llevar la delantera. Con el especial ingrediente de que este año, por razones pandémicas, el voto adelantado rompió todos los récords históricos: votaron 102 millones de personas por adelantado. Así que la adición de votos posterior al del día de las elecciones fue extensa y, a causa de la misma propaganda del Presidente, los votos eran mayoritariamente demócratas.

Así que, después de una pausa, el Presidente escribió su deseo, su famoso tweet: Stop the count (paren el conteo). La frase, antidemocrática de naturaleza, expresaba la frustración del mandatario al ver que perdía la mayoría. Los votos, claro está, no dejaron de contarse (como ocurrió en Bolivia, hace un año, cuando Evo Morales empezó a ver que perdía). Y los conteos siguieron sin parar hasta llegar al resultado que tenemos ahora, con al menos 1% de los votos por contar.

En esos primeros días, el Presidente empezó a tuitear y retuitear a diestra y siniestra, y entre las informaciones que lanzaba, intentó posicionar una terminología, la de los votos ilegales. Consideraba ilegales los votos que habían llegado después de la elección, aunque en cada estado se habían aprobado ciertas extensiones para darle chance al sistema de correo, que estaba limitado de capacidades (entre otras cosas porque el Presidente no quiso impulsar más recursos) para poder recibir todos los votos que habían sido ejercidos.

La idea de los "votos ilegales" duró varios días. Luego, con el poco éxito que tuvo, fue desapareciendo.

El desespero

La ventaja empezó a establecerse y Trump comenzó a mencionar precedentes de trampa que no existían. También a difundir teorías de fraude sin comprobación. Votos de militares. Votos perdidos. Y la incredulidad de ver que Fox anunciaba también que perdía Arizona. Twitter empezó a incluir advertencias sobre la veracidad de sus afirmaciones.

Ya era 6 de noviembre y las tendencias parecían claras. Los aliados de Trump empezaron a brillar por su ausencia. Empezando el sábado 7 llegó el gran anuncio: rueda de prensa en el Four Seasons Total Landscaping. No, no era el hotel, era el estacionamiento de una jardinería. Y no, no era Trump, sino Giulianni, en un muy histriónico acto en el que era más lo que prometía mostrar que lo que mostraba.

Poco después ocurriría la estocada mortal: los datos oficiales que llegan a AP contabilizaban ya una suma de votos suficientes como para que los colegios electorales contaran los 270 votos que un candidato necesita, y los medios proyectaron a Joe Biden como ganador.

Ese día, el Presidente apenas siguió tuiteando. En un mensaje afirmó que habría sido el Presidente en funciones con más votos en la historia, y en el otro: I won by a lot (gané por mucho). Su ánimo no era ni la sombra que el de los días anteriores, pero la negación, al menos pública, seguía intacta.

La ira

"Son unos ladrones". "Nevada está inundada de votos falsos". "Pennsylvania no nos dejó observar". "En Georgia ganaremos". En los próximos días, el tuit de Donald Trump pasó de la parsimonia al tantrum. Decenas de tuits que ahora reproducen información de Breitbart.com, un medio ultraderechista liderado por Steve Banon. NewsMax, una cadena de televisión mayormente consumida vía web, y también de ultraderecha, se sumó a los nuevos medios reproducidos por Trump.

Las historias infundadas se multiplican exponencialmente. El país empieza a asumir que Trump perdió las elecciones y el Presidente se niega a iniciar la transición. Por el contrario, anuncia el uso del poder que le queda: hace que la Fiscalía investigue delitos electorales en todo el país (no consiguen nada), despide al Secretario de Defensa que no estuvo dispuesto a actuar fuera de la institucionalidad, cambia de abogados tras varios intentos infructuosos.

Mitt Romney explica que el Presidente es "el gorila que pesa 900 libras", una expresión anglosajona que habla del animal más fuerte y bravo de la tribu, con el que nadie se mete.

Así que solo algunos republicanos apenas conceden, pero la Casa Blanca, cundida de Covid y luego de fútiles esfuerzos familiares por lograr la aceptación, se queda solitaria. Así es de cruel el poder cuando se traslada.

Influencer

Ya el 11 de noviembre, Trump es un comentador de los hechos: reproduce tuits de otros e informaciones de medios, comenta los fraudes, pide ayuda para los senadores, cuida los votos de Carolina del Norte.

Da gracias, se autoalaba en su visita a Arlington, y aparece un sorpresivo optimismo: "Estamos haciendo grandes progresos", dice, "los resultados los veremos la semana que viene". La campaña contra Fox News es brutal (de hecho, la cadena bajó sus ratings con los ataques de Trump), e incluso en un tuit les culpa de los resultados: "la gran diferencia entre 2016 y 2020 fue Fox News", afirma.

El viernes 13 comienza una nueva campaña falsa, ya rodada por otras vías, ahora en el tuit del Presidente: que Dominion, una compañía de automatización que trabajó en condados de Michigan, era en realidad una subsidiaria de Smartmatic, otra compañía electoral que habría manipulado los votos desde Alemania. Fact checkers desmienten las relaciones entre una y otra compañía y Homeland Security, que trabaja en la Casa Blanca y forma parte de la administración Trump, declara que han sido las elecciones más seguras desde el punto de vista cibernético de la historia de Estados Unidos, y que no hay evidencia alguna de manipulación de votos del proceso, mucho menos desde fuera del país.

Sean Hannity, comentador de Fox News del prime time, se convierte en el único de esa cadena salvado por el Presidente en sus tuits. Ambos parecen guardarse fidelidad.

El Presidente se regocija por el apoyo que recibió en la concentración de sus seguidores, unos 80 mil según los especialistas más auspiciosos, en Washington. Extrañamente, mientras ellos hinchaban por su líder, él fue a jugar golf.

Ya el 16, John Bolton, ex asesor de Seguridad y férreo opositor a Trump, se pronuncia en varias entrevistas, y pronto recibe su respuesta en el tuiter de Trump: "es una de las personas más tontas con las que he trabajado".

"I won the election" es ya un tuit-mantra. Es un tuit que regresa cada tanto como para no olvidar la idea principal que nadie parece recordar. "Este ha sido el más grande fraude en la historia", repite también.

Epílogo difuminado

Apenas introducida la moción surrealista que sugiere que la elección fue manipulada por la empresa Dominion, maquiavélicamente dirigida desde Venezuela y España (la empresa no es candiense, como aducen, las máquinas no tenían siquiera acceso a internet, y los conteos manuales de Georgia han coincidido con las máquinas), Trump ha insistido en tuits sin detalles: Ganamos, ha sido una gran conspiración.

Es un optimismo sordo que, a estas alturas, luce más a debilidad que a amenaza. Ya van 30 demandas retiradas o desestimadas en todo el país. Y la transición empieza a tener un retraso que podría costar serios problemas en la seguridad nacional y en el manejo de la pandemia, que con más de 250 mil muertos en su haber, parece ahora un problema de nadie.

Trump no habla en público del tema electoral desde la madrugada del 3 de noviembre, pero lleva ya más de medio millar de tuits.

Recientemente, retuiteó un titular en el que una republicana de Arizona afirma que "esta elección está lejos de haber terminado". Cualquier narrador diría que el protagonista de la que fue la voz presidencial querrá finalizar su paso por la Casa Blanca suspendido en esa idea. Es, digamos, un final abierto.

Todo el mundo sabe qué pasó, la prueba del delito no apareció nunca, ni los delincuentes comparecieron.

A estas alturas, ya tuiter no baila al son del Presidente Trump. Los usuarios han preferido retuitear la gota de sudor negro que caía ayer sobre el rostro de Rudolf Giuliani, su abogado defensor, quien mientras daba una rueda de prensa excplicando la supuesta conspiración, decía también que "quizás no nos dé tiempo de desarrollar el caso".

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