Turistas en chanclas y líderes mundiales, juntos pero no revueltos en Bali

Bali (Indonesia), 14 nov (EFE).- En Bali coinciden estos días turistas extranjeros en bañador y chanclas y líderes de las veinte principales potencias mundiales, una mezcla improbable y separada por un férreo despliegue de seguridad con motivo de la cumbre del G20.

Conocida por sus paradisíacas playas, su resorts rodeados de arrozales o sus templos budistas, la "Isla de los Dioses" se sitúa estos días en primera plana por un motivo muy distinto: acoger la reunión de mandatarios del G20, entre ellos el estadounidense Joe Biden, el chino Xi Jinping y el francés Emmanuel Macron.

"El Air Force One aterrizó justo después de nuestro avión, casi me da tiempo a estrechar la mano al señor presidente", bromeaba en la víspera un turista australiano mientras recogía una bolsa con tablas de surf en la cinta de equipaje de un atestado aeropuerto internacional Ngurah Rai.

Nada más lejos de la realidad, ya que los líderes acompañados de sus delegaciones y los millares de turistas que visitan la isla transitan por este aeropuerto, como en el resto de Bali, separados por un excepcional dispositivo de seguridad.

OPERACIÓN "GRAN CASTILLO"

Bajo ese nombre en código, 18.000 policías y militares blindan la isla durante el evento, un despliegue que incluye medidas extremas contra cualquier amenaza potencial, desde un ataque terrorista a desastres naturales, pasando por posibles protestas ciudadanas, según las autoridades locales.

"Somos optimistas, estamos preparados para esta gran oportunidad para nuestra nación. Es un gran honor", aseguró el ministro de Defensa indonesio, Prabowo Subianto, en declaraciones antes de la cumbre en las que también habló de una "preparación extraordinaria" para el evento que se celebra el 15 y 16 de noviembre.

Catorce buques de guerra patrullan también la isla por mar, con una tripulación formada por más de 3.000 militares, entre ellos marines y fuerzas de seguridad de élite, a lo que se suma un buque-hospital anclado en la costa de Nusa Dua, la zona del sudeste de la Bali cuyos complejos de lujo albergan la cumbre y alojan a sus participantes.

Además de las embarcaciones, quince helicópteros, dos cazas y dos aviones soviéticos Sukhoi forman parte del dispositivo aéreo para bloquear cualquier amenaza desde el aire.

Pese a su fama turística, Bali no es ajeno a tragedias. Este año la isla conmemoró el vigésimo aniversario del atentado islamista -reivindicado por un grupo local vinculado a Al Qaeda- que segó la vida de 202 personas de 21 nacionalidades el 12 de octubre de 2002.

Un brutal golpe que las fuerzas de seguridad indonesias aseguran que se convirtió en acicate para que tanto el resto del país como Bali, una excepción hinduista en la nación con más musulmanes del mundo reforzaran sus medidas de seguridad, tras el que se considera el ataque más sangriento del Sudeste Asiático.

Bali, que sufrió otro ataque terrorista en 2005, en el que murieron 20 personas y que fue también perpetrado por el grupo detrás de lo ocurrido en 2002, Yemmaa Islamiya, se enfrenta esta semana a la prueba definitiva en materia de seguridad.

NUEVO EMPUJÓN AL TURISMO

Esta isla tropical, donde se estima que en torno al 80 % de los empleos dependen directa o indirectamente del turismo, estuvo cerrada a la entrada de visitantes extranjeros durante casi dos años por la pandemia, y desde el pasado febrero ha vuelto a recibir vuelos internacionales.

Las autoridades indonesias confían en que la cumbre organizada durante su presidencia rotatoria del G20, unida a su política de visados turísticos y de ventajas para los nómadas digitales, dé el nuevo impulso que necesita la isla para volver a situarse como uno de los destinos globales más demandados.

"En teoría ahora es época de lluvia y temporada baja. Pero entre la vuelta de turistas y tantos visitantes por la cumbre tenemos mucho trabajo. Eso es muy bueno para nosotros después de muchos meses muy difíciles", relata a EFE una empleada del Novotel Nusa Dua.

Cerca de 6 millones de extranjeros visitaron Bali en 2019, mientras que este año el Ministerio indonesio de Turismo se ha marcado el objetivo de atraer a 1,5 millones de viajeros.

Entre ellos estarán tanto los líderes como sus "sherpas" o los millares de periodistas desplazados a Bali, algunos de ellos, quizás confundidos por el escenario tropical o abrumados por el calor húmedo, acudieron a la cumbre en pantalón corto y chanclas, en contra de la etiqueta "business casual" recomendada por la organización.

Antonio Hermosín Gandul

(c) Agencia EFE