El trabajo que ya no tiene el glamour de otros tiempos, pero la competencia para obtener un puesto sigue siendo feroz

Los últimos años no han sido amables para los cultores de esa profesión
Los últimos años no han sido amables para los cultores de esa profesión

WASHINGTON.– Los viajeros frecuentes se quedaron consternados cuando un pasajero de la aerolínea Southwestern atacó a un asistente de cabina y le voló dos dientes, en la primavera de 2021. Y volvieron a espantarse en octubre de ese año, cuando un hombre se agarró a piñas con un asistente de vuelo en un avión de American Airlines. La ola de violencia en las alturas siguió el mes pasado, cuando un hombre fue grabado en video golpeando en la nuca a un ayudante de cabina de American en un avión camino a Los Ángeles.

Dejando de lado esos casos extremos, lo cierto es que los últimos años no han sido amables para los cultores de esa profesión. Licencias sin goce de sueldo a principios de la pandemia, hostilidad de los pasajeros por el uso obligatorio de barbijo y problemas logísticos que obligaron a cancelar miles de vuelos durante el reciente verano boreal: el trabajo de azafata es una sombra lejana de aquel estereotipo glamoroso de “vida de alto vuelo” que predomina en la cultura popular.

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“Estos últimos años fueron una montaña rusa”, dice Susannah Carr, de 31 años y azafata desde 2015. En 2020, cuando quedó de licencia sin goce de sueldo por la pandemia, se las rebuscó como consultora de bodas, “pero cuando volví a volar, noté lo mal que algunos pasajeros trataban a mis colegas”, agrega.

A pesar de todo, son miles los aspirantes a tripulante de cabina que se postulan para las pocas vacantes que se abren anualmente
A pesar de todo, son miles los aspirantes a tripulante de cabina que se postulan para las pocas vacantes que se abren anualmente

Sin embargo, y a pesar de todo, son miles los aspirantes a tripulante de cabina que se postulan para las pocas vacantes que se abren anualmente. ¿Por qué la gente se sigue matando por ese trabajo?

Horarios flexibles y un mundo de aventuras

Actuales y ex azafatas y ayudantes de a bordo afirman que adoran esa posibilidad que les da su trabajo de conocer a personas que están en un momento de giro en sus vidas, y que valoran que los días de trabajo no son todos iguales.

“Les encanta asistir a la gente y también tienen gusto por la aventura. Además está el atractivo de conocer lugares nuevos todo el tiempo, aunque sea apenas un rato”, detalla Abbie Unger, que voló entre 2006 y 2011 y ahora tiene una empresa de capacitación para asistentes de vuelo. “Buscan un lugar desde donde ayudar a otras personas, facilitarles las cosas, y también buscan un trabajo que sea dinámico”, explica.

Según un censo realizado en 2019 por la Asociación de Asistentes de Vuelo de Estados Unidos (AFA), el 45% de los afiliados a ese sindicato tienen al menos un título de grado universitario. Pero las aerolíneas solo exigen tener un título secundario o equivalente, así que los nuevos contratados no llegan cargados de una pesada deuda por sus estudios universitarios.

Carr se recibió en la universidad y trabajó brevemente en una corporación antes de decidirse a hacer el cambio: quería viajar y pensó que podía ser azafata durante unos años, para luego hacer un posgrado y volver a algún puesto de oficina. Unos ocho años después, sigue volando. “El gancho es que tenés la oportunidad de viajar, que te paguen, y además tenés obra social”, relata.

Sara Nelson, presidenta internacional de la AFA, dice que el trabajo es “empoderador” y describe el avión como “un lugar de trabajo sin vigilancia”.

Tener la oportunidad de viajar y que te paguen por hacerlo, uno de los ganchos de la profesión
Tener la oportunidad de viajar y que te paguen por hacerlo, uno de los ganchos de la profesión - Créditos: @Unsplash

“Cuando estás ahí arriba, es tu avión y las reglas las ponés vos. No tenés un gerente respirándote en la nuca. Tenés un uniforme que muestra liderazgo”, aclara.

Nelson reconoce que la tripulación de cabina sigue siendo víctima de acoso sexual, pero que “la inmensa mayoría” de los pasajeros son respetuosos y ven a los asistentes de vuelo como quienes están al mando dentro del avión.

Cuando avanzan en su carrera y tienen más edad, sostiene Carr, la flexibilidad horaria del trabajo se convierte en una ventaja inestimable. Pueden hacer horas extras para ganar más, trabajar menos horas para pasar más tiempo en casa, y tener más poder para decidir dónde y cuándo quieren volar.

Además, la mayoría de las azafatas tienen pasajes gratis, aunque depende de la disponibilidad de asientos, que no es precisamente lo mejor en esta época de vuelos atestados.

El salario promedio de los asistentes de vuelo en Estados Unidos a mediados de 2021 era de 61.640 dólares al año, según la Oficina de Estadísticas Laborales de dicho país. El 10% de menor ingreso gana menos de 37.020 dólares al año, mientras que el 10% que más gana se lleva más de 81.400. La tripulación de cabina de los aerolíneas regionales ganan mucho menos que en las grandes empresas como American, United, Delta y Southwest.

Sobresaturación de postulantes

Las aerolíneas confirman que cada puesto vacante genera un interés febril. En la industria hacen un chiste muy conocido: dicen que es más difícil que te contraten de azafata en Delta que entrar a Harvard, que este año tuvo una tasa de admisión de 3,2%. La aerolínea hasta difundió una serie por la web llamada “Earning Our Wings” (“Ganarnos nuestras alas”), sobre el programa de entrenamiento para asistentes de vuelo de la empresa, donde señala que “es uno de los empleos más codiciados del mundo”.

Entre el tercer trimestre del año pasado y finales de ese, Delta espera haberle “entregado sus alas” a unos 4300 nuevos asistentes de vuelo, una cifra que describe como “histórica”. Y para el año que viene la empresa anticipa la graduación de entre 4000 y 6000 asistentes de vuelo más “de los cientos de miles de postulantes que tenemos”.

United Airlines, por su parte, informa que “cada vez que abrimos una convocatoria se presentan miles de postulantes, y solo podemos mantenerla abierta unos días debido al enorme interés que despierta”. Ese interés, añade, es aún mayor que antes de la pandemia. Este año, United habrá contratado a 4000 nuevas azafatas y ayudantes de cabina, y espera repetir esa cifra el año próximo.

Una acalorada discusión dentro del avión se volvió viral por el comportamiento de un hombre hacia las azafatas
Una acalorada discusión dentro del avión se volvió viral por el comportamiento de un hombre hacia las azafatas

“Aunque los requisitos básicos son relativamente bajos, sigue siendo un mercado laboral sumamente competitivo”, sintetiza Unger.

Sobradas causas para un burnout

Pero a pesar de la demanda, las desventajas de ese trabajo son reales y concretas.

El salario inicial promedio es bajo en comparación con otras actividades y se mantiene bastante bajo en las aerolíneas de cabotaje. Además, durante los primeros años en su puesto los asistentes de vuelo tienen poco control sobre sus horarios.

“Muchos novatos entran y piensan que va a ser alucinante”, aporta Nas Lewis, asistente de vuelo desde hace nueve años y fundador de una organización de defensa de la salud mental de los asistentes de vuelo. “Para esos novatos es un verdadero choque cultural: de repente, empiezan a pensar que con ese trabajo es imposible tener una vida y se preguntan si les gusta tanto como para dedicarle años y años hasta conseguir mejores beneficios”, cuenta.

Nelson dice que el primer año de vuelo puede ser difícil, ya que los trabajadores tienen que adaptarse a las exigencias físicas del trabajo, al aire presurizado en la cabina, y enfrentan problemas de salud en el oído interno, mareos y dificultades respiratorios. “Todos se enferman durante su primer año en el trabajo. No falla nunca”, apunta.

Hasta los asistentes de vuelo más experimentados a veces quedan entrampados. Hace un par de semanas, miles de asistentes de vuelo, incluida Carr, protestaron para exigir que las aerolíneas resuelvan el tema de las interrupciones operativas. Carr argumenta que la escasez de personal entre los programadores de su aerolínea implica que algunos asistentes de vuelo tienen que esperar horas para conseguir hotel en algunas postas, reduciendo su tiempo de descanso antes de volver a embarcar.

Unger, que dejó de volar profesionalmente cuando tuvo a su primer hijo, dice que ponerse un uniforme para salir a trabajar tiene una emoción particular, “pero después, la primera vez que te toca limpiar el vómito de otra persona o destapar un baño que no funciona, gran parte del glamour desaparece”.

Por Hannah Sampson

(Traducción de Jaime Arrambide)