Una tarde en el museo

En una fotografía que se hizo famosa hace poco, se observa un grupo de estudiantes en un museo. Detrás de ellos está el famosísimo cuadro de Rembrandt “La Guardia de Noche”, pero ellos no ven el cuadro, sino que aparecen concentrados en una sola cosa: su smartphone. La fotografía apareció por primera vez en el Facebook de su autor Gijsbert van der Wal y rápidamente se convirtió en un ícono viral y fue llamada la “mejor metáfora de nuestra era”.

No es difícil darse cuenta por qué. A centímetros de una obra maestra, optan por el vago divertimento. En un restaurante de tres estrellas, eligen la big mac. La fotografía nos hace perder la fe en la humanidad… a menos que la veamos con mayor detenimiento.

El mismo autor se sorprendió cuando su imagen se convirtió en señal negativa de los tiempos, porque para él representaba exactamente lo opuesto. Por una parte, esos jóvenes están en un museo. Nadie sale de un buen museo igual que como entró. El arte y la belleza encuentran forma –como la vida misma- de colarse por los poros y por todos los sentidos, sin preguntar ni pedir permiso.

Por otra parte, como el mismo autor confirmó, esos adolescentes estaban en el museo en un viaje escolar y en el momento se encontraban realizando un encargo de la maestra. Estaban investigando en la red más sobre el autor y la pintura. Esa es la exacta razón por la que el internet existe: no para sustituir las experiencias humanas, sino para expandirlas y facilitarlas.

En tercer lugar, el mismo autor compartió otras fotografías de la misma sesión; los mismos jóvenes invertidos de frente a una pintura verdadera. A través de los siglos Rembrandt se comunica con un grupo de jóvenes, y les habla al oído para decirles: el mundo es bello y puede serlo más.

Esta imagen es una de tantas que mantienen mi convicción de que el mundo pasará a través de todas las tempestades políticas y económicas para resurgir como antes lo ha hecho. Si el mundo se acaba mañana, aun así hay que sembrar un árbol… y pintar una obra maestra.

Nuestra elección: el miedo o la belleza.

Pues bien: estamos en un momento en que el mundo parece complejo, absurdo y violento. Ha habido momentos mejores, sin duda; pero también peores. En cualquier caso, el miedo puede evitar que veamos la belleza en nuestra vida cotidiana. Decía C.S. Lewis en torno a la segunda Guerra: «Si todos vamos a ser destruidos por una bomba atómica, que esa bomba, cuando llegue, nos encuentre haciendo cosas sensatas y humanas: rezar, trabajar, enseñar, leer, escuchar música, bañar a los niños, jugar al tenis, charlar con nuestros amigos con una cerveza y un juego de dardos, no acurrucados como ovejas asustadas y pensando en bombas…».

Esta semana sal de tu casa, de tu oficina, del metro; baja del auto y apaga la tele. Ve a un museo, a un concierto, a una obra o a un edificio; a una buena película o a una biblioteca. Ve al campo, a la montaña. Lleva a tus hijos contigo. Deja que el mundo camine sin ti por todo el tiempo que sea necesario. Y date cuenta de esto: la humanidad es más grande; el mundo es más grande; cada ser humano es más grande que todos los problemas que te venden los periódicos. Díselo a tus hijos: la historia humana no se acaba esta semana.

La belleza nos abre la puerta de las respuestas a las grandes preguntas. Si has dejado de ver: abre los ojos.

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El autor es abogado y máster en política y comunicación. Admirador de los grandes pintores y pintor decepcionante. Síguelo en Instagram @frank_garciap