Las tácticas de la reina de la menopausia
Eran las 10 de la mañana y la ginecobstetra Mary Claire Haver ya había grabado un video sobre soluciones a la baja libido para compartirlo con los 4 millones de seguidores combinados que tiene en Instagram y TikTok. Mientras se ejercitaba en su caminadora, Haver, de 56 años, leía un estudio sobre disfunción sexual femenina.
Todas esas actividades formaban parte de su rutina matutina, pero ese día era especial porque la estaban grabando. Las escenas se incluirían en una serie documental sobre recomendaciones para prosperar durante la perimenopausia.
“No pienso en cómo me veré en bikini”, les explicó a los productores que se habían reunido en el gimnasio de su cochera. “Pienso en cómo me veré a los 80”. Con su brillante cabello negro, complexión ágil y lentes de armazón oscuro, Haver parecía el modelo de la juventud, nada similar a los estereotipos de antaño de mujeres en la menopausia presentados en “Golden Girls”.
En el transcurso de dos días, durante varias entrevistas realizadas en su casa en Galveston, Texas, me repitió algo que le había dicho a su audiencia esa mañana: si las mujeres son proactivas, no tienen por qué resignarse a sufrir un deterioro lento tras sus años reproductivos. O, como le gusta decir: “La menopausia es inevitable; sufrirla, no lo es”.
Aunque 6000 mujeres llegan a la menopausia cada día en Estados Unidos, solo existen alrededor de 2300 proveedores de atención médica certificados en medicina especializada para la menopausia. Muchas mujeres batallan para encontrar médicos con suficiente experiencia y conocimientos para orientarlas en esa transición. Pero ahora han aparecido una multitud de influentes expertos en la menopausia dispuestos a llenar este vacío, con Haver al timón. Algunos opinan que, en los últimos dos años, Haver ha trabajado más que cualquier otra figura pública para educar a las mujeres sobre la menopausia a través de sus plataformas de redes sociales y su libro titulado “La nueva menopausia”, que está entre los más vendidos. Ha denunciado el sexismo en la medicina, exigido que se destinen más fondos federales a la investigación de la salud femenina y convocado a las escuelas de medicina a preparar mejor a los médicos para atender a las mujeres después de sus años reproductivos. Además, emprendió una campaña con el objetivo de disipar temores muy arraigados sobre la terapia hormonal.
En TikTok e Instagram, Haver luce conocedora y empática. Pero en su afán por ayudar a las mujeres a atravesar la menopausia, también ha sido objeto de críticas de los doctores de la vieja guardia de la medicina especializada en la menopausia por recomendar hormonas para usos que no se ajustan a los lineamientos médicos oficiales y, según advierten, podrían dañar a las mujeres. Además, ha construido una empresa multimillonaria centrada en el bienestar, The ’Pause Life, que vende suplementos y planes de dieta con estrategias de ética cuestionable, en opinión de algunos de sus colegas. Varios investigadores y especialistas en menopausia de mucho tiempo compartieron con The New York Times que Haver personifica al mismo tiempo la promesa y los peligros del siguiente capítulo en la atención de la menopausia.
“Creo que, en general, de verdad intenta defender a las mujeres y hacer lo correcto”, aseveró Lisa Larkin, presidenta inmediata anterior del principal órgano regulador del campo en Estados Unidos, la Sociedad Norteamericana de Menopausia, encargada de establecer los lineamientos médicos oficiales para la terapia hormonal y certificar a los médicos en la práctica de medicina especializada en la menopausia. Pero Larkin y otros expresaron preocupación porque cuando los proveedores de servicios médicos venden algo —incluso sus conocimientos especializados— en las redes sociales, se pierden o se minimizan sutilezas importantes.
Haver comprende estas inquietudes, pero afirma que le interesa más ayudar a las mujeres.
“No sé por qué Dios se despertó un buen día y se le ocurrió darme un megáfono y hacer que la gente me escuchara, pero así están las cosas”, comentó. “Solo lo tomo con mucha responsabilidad, ¿ves?”.
Cuidado con las ‘mujeres quejumbrosas’
Haver creció en una familia católica grande del sur de Luisiana. Sus padres tenían un restaurante y les sorprendió el deseo de su hija de forjar una carrera en ciencias y medicina.
Pero cuando Haver tenía 9 años, perdió a un hermano mayor que padecía leucemia, lo que le afectó profundamente, así que convertirse en doctora le pareció significativo. Cursó sus estudios de medicina en Luisiana, donde, al igual que la mayoría de los médicos hoy en día, solo recibió aproximadamente una hora de enseñanza sobre la menopausia. Durante su residencia en ginecología y obstetricia en el hospital Medical Branch de la Universidad de Texas en Galveston, recibió alrededor de seis horas de formación (en la actualidad, solo alrededor del 31 por ciento de las residencias en ginecología y obstetricia ofrecen un programa centrado en la menopausia).
Relató que, durante su primer año de residente, un supervisor le dijo que tuviera cuidado con las “mujeres quejumbrosas”, que casi siempre estaban cerca de cumplir 50 años y se quejaban de síntomas vagos, difíciles de identificar, como niebla mental, dificultad para dormir, aumento de peso y palpitaciones cardiacas. Lo que quiso decir, según Haver, fue que estas mujeres en realidad no tenían un padecimiento médico serio, sino que solo les gustaba quejarse.
Durante el último año de residencia de Haver, en 2002, la atención limitada a la menopausia que existía se redujo todavía más. Ese año, un grupo de investigadores que dirigían el primer estudio nacional a gran escala sobre los resultados de salud de mujeres en la posmenopausia concluyó abruptamente un ensayo clínico de terapia de estrógeno y progestina, tras observar un aumento mínimo en cáncer de seno entre algunas participantes que tomaban estrógeno vía oral.
Aunque ahora se considera que esos hallazgos se exageraron, las hormonas pasaron de moda casi de un día para otro entre las mujeres menopáusicas. Para 2007, menos del cinco por ciento de las mujeres menopáusicas que cumplían los requisitos las tomaban. Ese porcentaje antes fluctuaba cerca del 40 por ciento.
Poco después, Haver decidió junto con su esposo irse a vivir a Galveston. Se integró al personal del hospital y llegó a tener un consultorio de ginecobstetricia muy activo. Durante 10 años, dirigió el programa de residentes de ginecobstetricia del hospital.
En 2015, cuando Haver vivió su propia menopausia a los 48 años y sufrió bochornos e insomnio incapacitantes, comenzó a cuestionar la creencia generalizada de que los médicos no podían hacer mucho más que recetar medicamentos para combatir la depresión y la ansiedad para ayudar a las mujeres a sentirse de nuevo ellas mismas.
Por fin, a principios de 2016, cuando sintió que ya no podría sobrevivir otro día con sus síntomas, Haver pidió que le dieran estrógeno. Compartió que, en un principio, la decisión de tomar hormonas se sintió como “tirar la toalla”. Pero cuando sus síntomas empezaron a desaparecer, se sintió mejor que en muchos años y con más energía, y enfadada de que a las mujeres se les hubiera privado de estos beneficios tanto tiempo.
Esa decisión marcó el principio del enfoque más subversivo de Haver para el tratamiento de la menopausia.
En 2023, ese enfoque se reafirmó con un cambio cultural más extendido. Los proveedores de atención médica consideran que las hormonas volvieron a la conversación nacional como tratamiento viable para los síntomas de la menopausia después de que The New York Times Magazine publicó un artículo de Susan Dominus titulado “Women Have Been Misled About Menopause” (Han engañado a las mujeres acerca de la menopausia) en el que explica por qué se malinterpretaron las investigaciones iniciales de las hormonas y el riesgo de cáncer.
Desde entonces, algunos expertos en menopausia han emprendido una agresiva campaña pública de concientización para educar a las mujeres sobre los posibles beneficios de las hormonas y acabar con los miedos generalizados sobre sus riesgos. En la actualidad, según la Sociedad Norteamericana de Menopausia, menos del cuatro por ciento de las mujeres menopáusicas que cumplen los requisitos utilizan hormonas aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, lo que sugiere que muchos millones de mujeres sufren innecesariamente.
Este año, Haver reunió a más de 30 médicos influentes en un grupo llamado “menoposse”. En conjunto, tienen más de 5 millones de seguidores solo en Instagram. El grupo menoposse ahora dialoga a diario a través de un grupo de WhatsApp. Es una combinación de grupo de apoyo, grupo de asesores y máquina publicitaria.
‘Los matices no se ven en las redes sociales’
Hay un tema común en las publicaciones de Haver: el cuerpo de la mujer necesita estrógeno, progesterona y testosterona —sustancias que disminuyen durante la menopausia— para funcionar de manera óptima, por lo que tomarlas no solo ayuda a atacar los síntomas, sino que contribuye a prevenir enfermedades cardiovasculares y demencia y a que las mujeres gocen de buena salud y se sientan bien en el largo plazo.
El problema es que ningún estudio lo ha demostrado definitivamente (o, al menos, no se cree que haya suficientes datos firmes para que una sociedad médica apoye el tipo de mensajes que transmite el grupo menoposse).
Todas las personas entrevistadas por el Times concordaron en que la terapia hormonal podría beneficiar a muchas más mujeres. Pero varios especialistas con muchos años de experiencia en el tratamiento de la menopausia señalaron que temen que los mensajes culturales sobre el tema hayan ido demasiado lejos en los últimos meses y no solo les hayan restado importancia a los riesgos de las hormonas para la salud, sino que hayan creado la percepción equivocada de que son esenciales para el bienestar general de la mujer cuando envejece.
La Sociedad Norteamericana de Menopausia solo les recomienda el estrógeno a las mujeres que sufren síntomas perturbadores de la menopausia o tienen un riesgo elevado de desarrollar osteoporosis. No recomienda el estrógeno como herramienta de primera línea para mejorar el bienestar en general ni para prevenir cardiopatías o demencia en las mujeres que atraviesan la menopausia a la edad promedio.
“Ningún miembro de la Sociedad Norteamericana de Menopausia pretende controlar las hormonas. Solo subrayan lo que muestran las investigaciones, lo que han revelado los estudios de buena calidad”, aseveró Jennifer Gunter, ginecobstetra y especialista en menopausia de San Francisco.
Por estos motivos, en sus lineamientos más recientes, la Sociedad Norteamericana de Menopausia instó a los proveedores de atención médica a dejar de usar el término “terapia de remplazo hormonal” y adoptar en cambio “terapia hormonal” o “terapia hormonal para la menopausia” para evitar crear la percepción de que es necesario remplazar el estrógeno, la progesterona y la testosterona a medida que las mujeres envejecen. A diferencia de las personas que tienen niveles bajos de hormonas tiroideas o insulina, las mujeres que están en la posmenopausia y tienen niveles bajos de hormonas reproductivas por lo regular pueden tener una vida saludable prolongada, señaló Stephanie Faubion, directora médica del organismo y directora del Centro Especializado en la Salud Femenina de la Clínica Mayo.
Pero el mensaje de Haver se ha recibido. “Incluso mujeres que no tienen ningún síntoma de menopausia están pidiendo la terapia hormonal para reducir el riesgo de cardiopatías y demencia en su tiempo de vida”, explicó Nanette Santoro, profesora de Ginecología y Obstetricia en la facultad de medicina de la Universidad de Colorado, que ha estudiado y atendido a pacientes menopáusicas desde principios de la década de 1990.
Haver y otros miembros del grupo menoposse sostienen que, aunque todavía no hay estudios amplios de largo plazo que hayan establecido de manera contundente los beneficios de las hormonas en la prevención de enfermedades, en algún momento los habrá, y las mujeres no tienen por qué esperar décadas para recibir mejor atención (que es lo que podría tardar la recopilación de pruebas suficientes para cambiar los lineamientos oficiales).
“A diario dialogo con las pacientes”, afirmó, y “lo único que quieren es volver a vivir”.
En su clínica, Haver les explica todos los riesgos y complejidades de las opciones de tratamiento, incluidos los de aquellos que no utilizan hormonas. También presenta sus recomendaciones en Instagram y TikTok con avisos legales en los que enfatiza que las hormonas no son convenientes para todo el mundo.
Pero quienes critican los mensajes extremadamente insistentes a favor de la terapia hormonal de Haver y el grupo menoposse opinan que nadie ve en realidad las letras chiquitas. “En el campo médico hay muchos matices, y los matices no se ven en las redes sociales”, afirmó Gunter.
La lucha por el futuro de la atención de la menopausia
En la reunión anual de la Sociedad Norteamericana de Menopausia en Chicago el mes pasado, Faubion indicó que muchos miembros le han hecho comentarios sobre una tendencia que perciben como una crisis de desinformación impulsada por las redes sociales que promueve soluciones sin pruebas.
La dirigencia de la Sociedad también le comentó al Times que jamás había habido tanto en juego, pues más médicos que nunca están intentando obtener su certificación para practicar la medicina especializada en menopausia, y quieren asegurarse de que ofrezcan el tipo de atención que consideran basada en pruebas.
Así que, en semanas recientes, la Sociedad Norteamericana de Menopausia ha tomado medidas para tratar de disuadir a los médicos influentes y a sus seguidores de la comunidad médica de hacer recomendaciones rutinarias que no se ajusten a sus lineamientos: el 30 de septiembre, el grupo difundió un comunicado para sus miembros, entre los que se encuentra Haver, en el que instan a los médicos a ajustarse al libreto.
Unas horas después, Haver compartió una publicación en Instagram sobre el peligro de “convertir los lineamientos en armas” contra las mujeres para negarles la atención esencial. Más tarde borró la publicación. “Quizá exageré”, admitió.
Haver reconoce que algunas veces se enfada mucho por acciones que considera barreras para el tratamiento. No tiene ningún plan de bajar el ritmo de su campaña para lograr que las mujeres menopáusicas reciban la atención que cree que merecen. “Tal vez mis mensajes no son perfectos todo el tiempo”, admitió. “Pero tomo lo negativo y me pregunto qué puedo hacer para mejorar”. Luego añadió: “Sigo adelante”.
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