"No somos una tiranía, pero podemos convertirnos": Héctor Manjarrez

CIUDAD DE MÉXICO, marzo 20 (EL UNIVERSAL).- Más de medio siglo después de que el narrador, poeta, dramaturgo y ensayista Héctor Manjarrez, quiso contar el mes que pasó en una cárcel de muros medievales de la ciudad española de Burgos, en plena Segunda República de Francisco Franco, y más de diez versiones después de querer contar esa historia desde la ficción, el autor de "Yo te conozco", "Pasaban en silencio nuestros dioses", "El otro amor de su vida", "Rainey, el asesino" y "No todos los hombres son románticos", logró narrar su historia con el humor que lo caracteriza y apuntando en todo momento a la España de la tiranía absoluta y de la gran picaresca.

En "La prisión en invierno" (Ediciones Era), el ganador de varios premios, entre ellos el Xavier Villaurrutia, el José Fuentes Mares y el Nacional de Narrativa Colima, nacido en la Ciudad de México pero fugado de ella durante años con largas estancias en Belgrado, Madrid, Ankara, París y Londres, asegura que esa oscuridad de la España de 1969 -cuando fue encarcelado por ser un joven melenudo y rebelde-, con un dictador como Franco, poco tiene que ver con la oscuridad que parece habitar México, aunque "podemos convertirnos en una tiranía".

-¿Pudo escribir de esos tiempos tan oscuros de España porque en México atravesamos hoy una oscuridad semejante?

Yo también me detuve a pensar en esa posibilidad, pero a ver, esa España de 1969, la España en la cual Franco ya lleva 30 años en el poder y es un poder absoluto, porque lo era, esa historia es la realidad de una España en la que ya se derrotó a la República. Con esto no quiero romantizar a la república diciendo que qué buenos eran los republicanos y qué malos eran los franquistas. Los franquistas eran muy malos, eran unos hijos de puta, pero los republicanos no eran muy buenos, y eran muy tontos, muy ineptos y muy incompetentes; los anarquistas estaban locos, los comunistas eran stalinistas. España en 1969 era un país despreciado por toda Europa.

-¿Ya casi era un país en decadencia?

España, Portugal y Grecia, pero sobre todo España y Portugal, eran dos países despreciados por Europa, ninguno de esos tres países era miembro de lo que entonces se llamaba Mercado Común Europeo, Grecia era una dictadura reciente, pero igual era un país de zarzuela, con un reyezuelo patético. Y sí, España ya era un país en decadencia, ya era un país que había sido invadido por los franceses, era un país de tercera.

-¿Esa realidad de España encuentra eco en nuestra realidad mexicana?

No sé si nosotros somos un país de tercera o de cuarta o de segunda, pero ciertamente no somos una tiranía, pero podemos convertirnos en una tiranía, entonces en España en ese momento mirar hacia el futuro, hacia una transición democrática era imposible, y aún así diez años después ya había una transición democrática, pero en ese momento era impensable. A los comunistas no se les ocurría que se iban a sentar con los franquistas y a los franquistas no se les ocurría que se iban a sentar con los comunistas. Y nosotros en este momento nos estamos encontrando de repente con que es impensable hablar con el gobierno porque el gobierno no quiere hablar con nadie. Se niega a escuchar. A hablar no se niega pues no para de hablar, pero son situaciones muy diferentes. España era un país tiranizado desde el siglo XVII.

-¿Y cómo visualiza al México del 69, a la América Latina de esos años? ¿Muchos escritores latinoamericanos anhelaban estar en España?

En ese momento en Barcelona si estaba la literatura latinoamericana y Vargas Llosa ya era la estrellita bien portada de la literatura, siempre bien peinadito; estaba Donoso que ganaría el Premio Biblioteca Breve de ese año, y andaba Fuentes, y estaba Federico Campbell que trabajaba en Barcelona y hacía entrevistas, y estaba Sergio Pitol también, que era un gran traductor. La verdad es que todos los autores del Boom vivían fuera de sus países.

-¿Aspiraban vivir en Europa?

A Cabrera Infante ya le habían quitado la nacionalidad cubana y estaba en Londres, y era mi amigo; Fuentes estaba en Londres y era mi amigo; Donoso Pareja estaba en Barcelona; Onetti estaba refugiado en Madrid; García Márquez estaba en México, Carpentier, era el embajador cubano en París; entonces la literatura latinoamericana del Boom estaba exiliada en todas partes. Solamente Gabo vivía en América, todos los demás escritores del Boom vivían en Europa.

Y nosotros recordamos a ese México de entonces como una época atroz porque es el post 68, pero para los demás latinoamericanos México era el país de la promesa, el país al que ellos se venían a vivir el exilio, a refugiarse. Para ellos México no era lo que para los mexicanos.

-Tardó más de 50 años en escribir está historia ¿por qué y qué tanto cambió de su primera propuesta?

No recuerdo ya como era la primera versión de esta novela, supongo que si todavía existe el archivo del Centro Mexicano de Escritores ahí deben de tener las cuartillas que yo entregaba en el año 71 cuando yo entré al Centro mexicano de Escritores como becario y el proyecto era justamente "la novela de la cárcel". Después cambió tantas veces, la abandoné tantas veces, que la verdad que ya no me acuerdo cómo era, tengo un vago recuerdo.

Lo que sé es que las primeras diez versiones de este libro eran mucho más largas porque no eran solamente la cárcel, sino todas las cosas que me pasaron en España después de la cárcel. No podía salir de España, me hostigaba la policía, me seguían por todas partes, me intimidaban, me acusaban de cosas que sólo en un país tan picaresco como esa España que viví podía ocurrir, un país que todavía no salía de esa dictadura picaresca.