Santiago Giménez y su cruda realidad en el Tri: nunca podrá rendir porque depende de sus compañeros

Santiago Giménez el sábado en el partido entre México y Brasil. (Omar Vega/Getty Images)
Santiago Giménez el sábado en el partido entre México y Brasil. (Omar Vega/Getty Images)

Santiago Giménez afronta una nueva dificultad en la Selección Mexicana. Ya no es una mala racha, ahora es una realidad. Simplemente le cuesta trabajo anotar gol cuando viste la camiseta del Tri y así lo reflejan las estadísticas. En 27 partidos ha notado un total de cuatro tantos. Mientras que en comparación con el Feyenoord en la última campaña hizo 23 goles en 30 cotejos disputados. ¿Qué explica esta disparidad en el rendimiento del delantero mexicano? ¿Por qué no muestra la misma versión y, sobre todo, qué es lo que pasa cuando porta la playera de la selección para que su nivel sea tan bajo en comparación con lo que se ve de él en el futbol de Países Bajos?

El partido del sábado pasado entre México y Brasil (2-3) volvió a abrir los cuestionamientos sobre el atacante. Giménez simplemente no encuentra comodidad cuando juega con la Selección. No le llegan balones y él tampoco es autosuficiente: depende de lo que hagan sus compañeros. Esa es la realidad para Giménez, por más brillo que pueda tener a nivel individual. Mientras el equipo de Jaime Lozano siga sin generar un futbol sólido en ataque su centrodelantero carecerá de oportunidades para marcar. Así se la ha pasado a todos los delanteros que han desfilado por el Tri en los últimos años: Raúl Jiménez, Funes Mori y Henry Martín.

Y claro, el ejemplo contrario salta a la vista de inmediato: Guillermo Martínez, que recién entrado de cambio marcó el gol del 2-2. Parece una mala jugada para Giménez: su reemplazo sí pudo y él no. Desde luego, ya afloran las voces que piden como titular a Martínez, aunque un gol, por más que haya sido anotado a Brasil, no sirva como parámetro real de competitividad. De hecho, Martínez también padeció ese déficit en la generación de juego cuando fue titular ante Uruguay la semana pasada. Se juntan dos cosas en el caso de Giménez: un equipo inoperante y unas condiciones propias no aptas para este contexto.

En Cruz Azul, el escenario siempre fue ese para Giménez, que debutó muy joven, con apenas 18 años, y aunque había grandes expectativas sobre él y una lupa mediática muy especial, desde el principio quedó claro que se trataba de un jugador que debía ser complementario a un equipo sólido en ataque. De lo contrario, no contaría con los balones y las oportunidades suficientes para generar peligro. Y no es que eso sea malo: simplemente se trata de una condición. Hay delanteros capaces de generar sus propias oportunidades y otros que no. Es muy difícil cambiarlo ya en el profesionalismo, pues ese rasgo se define desde las categorías menores.

En su proceso de crecimiento con La Máquina, Giménez se convirtió en un delantero cada vez más peligroso, pero siempre dependía de lo que hacían sus compañeros alrededor para generar ocasiones de gol. Es verdad que su presencia, por el físico que tiene y por los desmarques que ya era capaz de hacer en ese entonces, le generaron un hueco, por ejemplo, dentro del equipo que ganó el campeonato en el Clausura 2021, esto como jugador de cambio. Pero ni siquiera cuando por fin pudo hacerse la titularidad con Diego Aguirre, dejó de depender del resto del equipo. Su variedad para definir es amplia, pero siempre acotada al rendimiento colectivo.

Eso es lo que debe entenderse cuando se hable del centrodelantero de México, sin importar quién sea: el Tri no tiene atacantes capaces de generar peligro por cuenta propia. Giménez no lo es y, mientras esto siga así, podrá anotar racimos de goles en Europa y nada cambiará cuando venga a la Selección. Mirarlo sólo a él como el problema es limitar todo el panorama del rendimiento tricolor.

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