Rubén Darío Insua se va de San Lorenzo: le devolvió la paz a un club en estado de shock, pero no pudo dar el salto de calidad definitivo

Ruben Insua, en el último encuentro, frente a Independiente del Valle, en Quito
Ruben Insua, en el último encuentro, frente a Independiente del Valle, en Quito - Créditos: @Dolores Ochoa

Le devolvió la paz, el sentido de pertenencia y esa nostalgia bien entendida. Ganó clásicos influyentes, escapó del descenso cuando el declive era una amenaza real, les dio impulso a jóvenes promesas y, con lo puesto, logró la clasificación para disputar esta Copa Libertadores. Ni Boca ni Racing, con sus millones: el Ciclón. Nunca tuvo un equipo de calidad manifiesta y, también, se excedió en el argumento del orden y progreso. (Casi, casi) siempre de atrás hacia adelante. (Casi, casi) siempre con la convicción del arco propio.

No fue bueno lo de 2024, los dirigentes (relativamente nuevos, que heredaron su legado) lo espiaban con relativa desconfianza y los resultados (rápidamente eliminado de la Copa de la Liga y con el futuro hipotecado en la Copa Libertadores) le dieron una bofetada. El jueves por la tarde, una reunión entre los dirigentes dictaminó el adiós del DT. “Lamentamos que los resultados deportivos no hayan sido los esperados por todos”, señalaron los encargados de conducir al club. Se va Rubén Darío Insua de San Lorenzo. Y no se trata de una salida más.

De capa caída en Quito, como en casi todo 2024
De capa caída en Quito, como en casi todo 2024 - Créditos: @Dolores Ochoa

De mayo de 2002 a hoy, casi dos temporadas después, un mundo. Es difícil de verlo hoy, cuando el equipo es una moneda al aire, sostenido por Altamirano, Braida, reconvertido en defensor, volante y delantero por el sector izquierdo (un gran acierto del DT) y los goles de Adam Bareiro, también recuperado por la confianza que le dio el Gallego, de 62 años. La derrota por 2 a 0 frente a Independiente del Valle, en Quito (pudo haber sido una diferencia más amplia), tareas que se repiten (sin chispas, sin magia, rodeado de traspiés), la insistencia en intérpretes que no responden (como la Roca Sánchez) y la poca participación de los refuerzos acercados por esta dirigencia, provocaron el temblor final.

En la reunión de este jueves se selló su salida. Luis Zubeldía, un objetivo de tiempo atrás, es el candidato oficial. Ariel Holan y Pipo Gorosito (sin demasiado aval), también aparecen en escena. De todos modos, Pipi Romagnoli, hombre de la casa, saldría en un principio al rescate.

Dirigió una errática Copa de la Liga, en la que sólo pudo ganar 3 partidos; marcha noveno, con 15 unidades. En el torneo pasado también falló de principio a fin: ganó 2 partidos de 14. Mantuvo algunas diferencias conceptuales con Marcelo Moretti, el presidente, y algunos hombres fuertes, se quejó por los refuerzos, por la confección de la lista de buena fe de la Libertadores y hasta hizo algún tipo de comparación con el armado de la reserva.

Cuenta la historia que jugó tres partidos en el Viejo Gasómetro. El último, el traumático y definitivo 0 a 0 con Boca. Carlos Bilardo era el entrenador: a veces lo llevaba y lo traía en un Chevy celeste. Horas después del clásico, cerca de las 20, sonó el teléfono en su casa. Atendió la mamá de Rubén Darío Insua, un pibe, un mediocampista con futuro. Le pasó el tubo, mientras se miraban, madre e hijo, asombrados. “¿Estás cansado? Bueno, bueno, te llamo para decirte que jugaste bien, pibe”, le dijo el Narigón. Y cortó.

El descenso, el ascenso. La revolución de las canchas, la melancolía de la vuelta. Campeón como entrenador de la Copa Sudamericana 2002: la primera final fue un mágico 4 a 0 sobre Atlético Nacional, en Medellín, con Leandro Romagnoli en modo Maradona. Pasaron más de dos décadas. Una trayectoria por América del Sur: Ecuador, Perú, Colombia… La nostalgia de la camisa salmón, el recuerdo de una cábala (tan imprescindible como absurda) y, entre tanta vida, el regreso a casa.

Habitualmente con una barba de semanas y el pelo desordenado, el Gallego recuperó la paz que había perdido San Lorenzo. Insua le devolvió la esperanza. Adiós, pesimismo. Con el tiempo, hizo falta algo más. En una charla con LA NACION, Insua recordó cómo era el duro contexto en el que vivía sus días el Ciclón.

“Se pasó muy rápido todo. Me vi todos los partidos del primer semestre del año pasado y todos los partidos de 2021. Sobre todo, le presté mucha atención a los partidos de local. Me acuerdo que estaba con mi familia y veo, un día, creo que con Platense; salen los jugadores y les cae una silbatina generalizada, eso me llamó la atención. Cuando teníamos que hacer el calentamiento en ese partido con Independiente, el profe me pregunta dónde lo hacemos: “adentro”, le digo, sin dudar. Pero 30 segundos después, lo llamo y le digo: “hágalo en la cancha”. Esperé que salgan todos y vi desde lejos que había tímidos aplausos. Ni un silbido. Y me dije: “esto es un paso adelante”. Independiente tenía otra intensidad, ganaba los duelos individuales. Pero desde los 11 minutos del segundo tiempo hasta el final, Independiente no pateó más al arco. Empatamos y lo pudimos haber ganado, fue un adelanto. Después pasaron las semanas. Dicen que, cuando estás en el desierto, el agua es un oasis. ¿Cómo empiezan todos los partidos? Siempre 0 a 0. Mi equipo es ordenado, tiene la misma idea. Tres defensores y tres delanteros (casi) siempre”, decía.

Otros tiempos: la sonrisa pícara de Insua
Otros tiempos: la sonrisa pícara de Insua

Y se defendía de las críticas del sistema. “¿A quién no le gustaría jugar como el City? Juega en la Premier y hace goles de Papi Fútbol. Toques en el área chica. Defiende con uno, con dos, con cuatro. Si pierde la pelota, te vuelven loco. Juegan con ocho tipos en el ataque. Todos quieren imitarlo y nadie lo puede hacer. Bueno, sí, la selección argentina. Son dos equipos que juegan diferente al resto. ¿Si me gustaría? Sí… (coma), pero dame un presupuesto. Guardiola, todos los años, contrata defensores de 40 millones de dólares. Te la ponen en el pecho, salen jugando. Defienden en 80 metros. Todos valen 40 palos. No hay que perder el tiempo en pensar en eso, hay que sacarle el cerebro y el presupuesto. Todos querían replicar el Barcelona de Pep, pero nadie tenía a Messi, Xavi, Iniesta”, sostenía.

Se va Insua, pero logró en dos años algo extraordinario: no hay un solo hincha del fútbol al que no le arranque una sonrisa.