Rommel Pacheco, de ser calificado como 'traidor a la patria` a convertirse en 'salvador de ella' con Morena

Es la época favorita del chapulineo. Pueden pasar muchas cosas durante seis años, pero el caso de Rommel Pacheco deja claro que los meses previos a las elecciones presidenciales representan la oportunidad de oro para cimentar una carrera política. Es ahí cuando los niveles de vergüenza importan menos. En suma, antes y después de esta etapa los políticos pueden hacer y deshacer a sus adversarios políticos, pero si a ellos les conviene irse y desdecirse, y al partido receptor le conviene tenerlos, todos felices.

Así de valiosas son las convicciones en la política mexicana. Pacheco, exclavadista que incursionó en la política con el PAN (y antes era simpatizante del PRI), va en busca de la alcaldía de Mérida, Yucatán, con Morena, que lo ha ungido como precandidato único. La memoria no le importó. Ahora, claro, defiende a la Cuarta Transformación y ha dejado de lado el cariz opositor que le llevó a votar en contra de la Reforma Eléctrica del presidente López Obrador en 2022. Tardó un tiempo en darse cuenta (más de dos años), pero finalmente entendió: ganar, lo que se dice ganar, sólo es posible en Morena.

Los militantes de ese partido en Mérida han protestado contra la factible designación de Pacheco. Y es que, a ver, no se trata de un chapulineo convencional. Lo suyo tiene más descaro porque, al haber rechazado la reforma de López Obrador, entró en la temida caja de traidores a la patria (llamados así por el propio presidente). Y de esa etiqueta es difícil volver. O más o menos, porque ya Claudia Sheinbaum, la candidata del oficialismo, ha hecho proselitismo junto a él y fue la primera en darle la bienvenida en octubre pasado. Se entiende que, a nivel partido, está perdonado.

Es el milagro purificador de Morena: todos los que llegan al partido obradorista limpian sus almas y están listos para bregar por la consabida transformación. Año nuevo, partido nuevo, ideas nuevas. Rommel Pacheco, por lo visto, también le es útil a Morena —claro, porque si no, no aceptarían pasar por el bochorno de reclutar a un extraidor—. Los militantes podrán enojarse, y con ello mostrar más congruencia que sus propios líderes, pero si Morena pide a Pacheco, lo van a tener y lo van a usar como pieza estratégica.

De hecho, el precandidato a la gubernatura morenista, Joaquín Huacho Díaz ya ha sumado apoyo de otros exalcaldes panistas. Lo dicho: ya son buenos y bienvenidos a las filas morenistas. En realidad, Pacheco quería la gubernatura, y por eso se movió a Morena en octubre, pero tuvo que contentarse con la candidatura virtual a alcalde. Paso a paso. Ya habrá tiempo para lo demás. Además existe el argumento de siempre: todo sea por el bien del Estado. Por ese deseo, según los políticos, se vale brincar de partido en partido.

Pacheco ha perdido la credibilidad que consiguió gracias al deporte. Nunca ganó medalla en los Juegos Olímpicos: extrañará la etiqueta de campeón olímpico en sus meses venideros de promoción (siempre queda bien decir que eres campeón de algo, pero campeón panamericano y centroamericano no pega tanto). Eso sí, podrá hacer lo que muy bien se le dio: hablar de motivación, de sueños, de grandeza, de cómo convertirse en el mejor del mundo. Así se llama su libro, aunque él nunca fue el mejor del mundo como clavadista y menos como político.

Ya podría ir adelantando nuevos libros para el futuro: cómo pasar de ser traidor a la patria a salvador de la patria; cómo dar maromas no en la plataforma ni en el trampolín, sino en el tablero político para justificar una decisión con evidentes tintes personales: ganar a toda costa, sin importan los medios, el camino. Porque Rommel ya le vio la cara a sus colegas de partido en el PAN, ya traicionó a sus nuevos compañeros (según ellos mismos) desde antes de llegar, pero sobre todo se dio la espalda a él mismo. De eso sí no se regresa nunca.

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