Este restaurante argentino escondido en Miami fue nombrado uno de los mejores del país

Al pasar del brillante sol de Miami a la acogedora oscuridad de Bunbury, se necesita un momento para dejar que los ojos se adapten. También hay que dejar que el equilibrio se adapte.

Observe la reluciente barra, forrada de corchos de botellas de vino servidas en cenas íntimas y reuniones bulliciosas. De las paredes cuelgan marcos con los envoltorios que cubren los corchos de esas botellas. En las ventanas hay tiras cómicas del querido artista argentino Quino que tapan la concurrida calle.

Hay un pequeño rincón oscuro junto a la barra, lleno de libros y algunas máquinas de escribir antiguas. Y cuando el anfitrión abra una puerta oculta que da al restaurante, usted descubrirá más delicias. Una pared de brillantes botellas de sangría verdes. Un rincón lleno de recuerdos de abuelas queridas. Y una hospitalidad cálida que va más allá de la buena comida y bebida.

Bunbury, que toma su nombre de un personaje imaginario de Oscar Wilde de “The Importance of Being Earnest”, está a la vuelta de la esquina del Adrienne Arsht Center, en el centro de Miami, y sirve almuerzo, cena y brunch los fines de semana. El restaurante y vinoteca fue nombrado recientemente uno de los mejores restaurantes del país por Yelp, junto con Crust y Jaguar Sun, y quizá sea el mejor restaurante que usted no haya estado.

La directora de hospitalidad, Alina Patalino, considera el restaurante un poco como “Alicia en el país de las maravillas”, un espacio casi sagrado gracias a las aportaciones de todo el mundo, desde el personal (que montó la barra de corcho) hasta los clientes (que llevaron los libros al local original a cambio de una copa de vino).

Clientes disfrutan del almuerzo con el telón de fondo de las botellas de vidrio verde coleccionadas por las propietarias en Bunbury.
Clientes disfrutan del almuerzo con el telón de fondo de las botellas de vidrio verde coleccionadas por las propietarias en Bunbury.

“Cada rincón tiene una pequeña historia”, dice. “Todo está pensado para estar ahí. Hay pensamiento y tiempo detrás”.

La impulsora de Bunbury es Paula Costa, propietaria, chef, sumiller, diseñadora. Discípula argentina del hotelero y promotor Alan Faena, ella y su socia y esposa, Geraldine Quintero, gerente general, han creado algo cómodo, delicioso e inolvidable.

“En la mayoría de los restaurantes, las personas se miran”, dice Costa. “Aquí hay intimidad. Es un sitio donde la gente puede estar en una casa con amigos sin todas las pretensiones que tienen otros barrios”.

Bunbury lleva casi cuatro años en su acogedor y a la vez peculiar espacio (el aniversario será en mayo). El restaurante comenzó su andadura en una antigua tienda de neumáticos en lo que Costa llama “el medio de la nada” del downtown de Miami (“teníamos que llamar a la Policía muchas veces a la semana”, dice). La cocina estaba en la oficina y no había gas para cocinar.

La gerente de hospitalidad de Bunbury, Alina Patalino, en la barra, frente a la puerta de corredera secreta que da acceso al restaurante. "Esta es mi casa", dice del restaurante. Carl Juste cjuste@miamiherald.com
La gerente de hospitalidad de Bunbury, Alina Patalino, en la barra, frente a la puerta de corredera secreta que da acceso al restaurante. "Esta es mi casa", dice del restaurante. Carl Juste cjuste@miamiherald.com

Incluso así se corrió la voz rápidamente sobre la comida, en particular el vacío a la parrilla, un filete de solomillo que sigue en el menú, servido con puré de papas a la trufa y verduras mixtas. Los viernes y sábados se llenaba (y se sigue llenando), con incondicionales que esperaban hasta dos horas por una mesa y docenas de personas haciendo fila para las bebidas. El restaurante ni siquiera tenía licencia para vender bebidas alcohólicas: Costa se limitaba a preparar bebidas a base de vino. Una de ellas, el Malbec Basil Julep, sigue en la carta, porque Bunbury valora la historia y la tradición.

Costa no se considera chef; después de trabajar de camarera en su adolescencia, se dedicó al vino, convirtiéndose en la summelier más joven de Argentina y fue sommelier en jefe en Faena Buenos Aires. Con el tiempo se convirtió en chef. Pero fue cocinando de niña con su abuela como se inculcó en ella el amor por la hospitalidad y una feroz atención al detalle.

“Mi abuela cocinaba filetes todos los días”, dice. “Comprábamos el corte más barato. Lo marinaba para que estuviera tierno, porque el más barato no es tierno. Lo que hacemos aquí es comprar filete de primera y marinarlo con las mismas cosas que ella usaba con el filete barato”.

El menú está orientado al filete, por supuesto, pero hay muchas otras opciones, incluido un confit de pato que puede convertir en creyentes a los ambivalentes y una variedad de platos de pasta, incluidos unos ricos raviolis de calabaza butternut en una cremosa salsa de salvia y unas albóndigas de camarones (en lugar de carne) con pasta, que están tan buenas que ni siquiera echaría usted de menos la pasta, y no lo decimos a la ligera.

Paula Costa y Geraldine Quintero en el espacio que rinde homenaje a sus abuelas, que las inspiraron para crear su singular restaurante.
Paula Costa y Geraldine Quintero en el espacio que rinde homenaje a sus abuelas, que las inspiraron para crear su singular restaurante.

Como Bunbury es también un bar de vinos, la carta de vinos es extensa, con botellas, por copas e incluso una lista de los Favoritos de Paula (recomendamos probar cualquier cosa que ella recomiende). Hay una página de la carta dedicada a pequeños platos como empanadas (la de cordero fue nuestra favorita, pero si ofrecen la de pato como especial del día, no lo dude), embutidos y entrantes como brie caliente empanado con almendras y servido con vinagreta de higos y envoltini de calabacín, rollitos de calabacín horneados rellenos de espinacas, queso de cabra, pistachos y salsa de tomate de la casa. Puede que su cardiólogo no esté contento, pero usted sí lo estará.

En Bunbury, Costa dice que contrató a muchos chefs, pero se dio cuenta que nadie cuidaba los productos con tanta diligencia como ella, así que se acordó de su abuela y se hizo cargo de la cocina.

“Cuando cocino ella está viva dentro de mí”, dice.

Cuando Costa quedó embarazada del hijo de la pareja, que ahora tiene 4 años, Quintero se hizo cargo de las tareas de la cocina, a pesar de que odiaba cocinar.

“Estuve cinco años en la cocina”, dice Quintero riendo. “La primera vez que estuve en la cocina no sabía nada. Tenía a una señora mayor a mi lado tocando el filete para indicarme la temperatura correcta. ‘¿Esto es medio?’ ‘No, un poco más’. Cocinamos juntas hasta que aprendí”.

Es esa pasión por la perfección lo que distingue a Bunbury en todos los frentes, desde su diseño único hasta sus cocteles. El favorito de Costa es el Wilde’s Mode, con vodka Tito’s, jugo de toronja, limón, cardamomo y un chorrito de absenta. Esta preferencia es acertada, ya que su restaurante se inspira en el gran escritor irlandés.

“Nos encanta Oscar Wilde”, dice. “Decía que una toronja es un limón que ha tenido una oportunidad. Eso es lo que somos aquí. Detrás de todo hay una historia. Creo que la gente puede sentirlo. Quizá nunca lo sepan, pero pueden sentir cuando hay amor y pasión en un lugar.”

Bunbury Miami

Dónde: 55 NE 14 St., Miami

Horario: Martes y miércoles de 11 a.m.-11 p.m.; jueves y viernes; 10:30 a.m.-11:30 p.m. Sábado de 10:30 a.m.-11 pm. Brunch del domingo, 10:30 am- 4 pm. Cerrado los lunes

Estacionamiento: Estacionamiento con servicio de valet en Square Station Apartments, 1425 NE Miami Place. $10 con validación o estacionamiento en la calle.

Más información: www.bunburymiami.com o 305-333-6929