Un nuevo relato sobre los incendios pone el foco en las comunidades rurales y su realidad

Tras el incendio que afectó a las montañas de Vall d’Ebo (Alicante) en 2015, nació una asociación para velar por el territorio. © I. Ottolini, <a href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:CC BY-SA;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">CC BY-SA</a>
Tras el incendio que afectó a las montañas de Vall d’Ebo (Alicante) en 2015, nació una asociación para velar por el territorio. © I. Ottolini, CC BY-SA

En el hemisferio norte se acerca un nuevo verano complicado para la gestión de incendios forestales. En los medios de comunicación volveremos a ver, escuchar y leer sobre hectáreas quemadas, medios de extinción desplegados y poblaciones evacuadas. Pero frente a este discurso, existe un nuevo entendimiento de los incendios y la ruralidad. Es un relato sobre la resiliencia de los habitantes de los pueblos, los hábitats y el medio ambiente.

En un estudio reciente sobre el tratamiento periodístico de los incendios en el marco del proyecto de investigación Ruralim, hemos evidenciado que el discurso de la resiliencia está ganando espacio en los medios de comunicación.

Frente al lenguaje bélico del “ataque”, los “flancos”, el “polvorín” y las metáforas que fijan un imaginario del fuego como un monstruo, existen lenguajes más sistémicos: el fuego forma parte de los ecosistemas y el actual contexto de emergencia climática significa que debemos convivir con él, adaptarnos, ser resilientes, prepararnos y recuperarnos cuando nos afecte. El papel de la comunicación y de las comunidades rurales es crucial.

Antes y después del fuego

Necesitamos un periodismo que conozca los entornos naturales y socioculturales. Los periodistas a menudo cubren los incendios solo en momentos de crisis. La mayoría llegan a los sitios cuando lo hacen los aviones y los bomberos, toman fotografías y se graban cerca del fuego o de las cenizas, entrevistan a responsables de los operativos o a vecinos angustiados… y se van.

El relato de la resiliencia requiere nuevas prácticas. Es importante por ejemplo abordar temas como la despoblación, el abandono de las actividades agrícolas y de silvopastoralismo y los cambios aplicados para hacer frente a los fuegos futuros, como la gestión forestal sostenible y la creación de franjas de seguridad para las urbanizaciones.

Además, esa aproximación requiere un conocimiento de las comunidades, de las asociaciones y las redes de solidaridad entre los habitantes, de la memoria y la historia natural de los territorios. Una de las claves para “cambiar el chip” en el relato de los incendios es aproximarse más a las comunidades rurales y sus realidades. Estar antes y después del fuego.


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Comunidades resilientes

Otra problemática derivada del marco comunicativo de la extinción de los incendios es que reduce las comunidades rurales a víctimas pasivas. El único camino a la salvación que se presenta es la intervención de los expertos. Desde un punto de visión de quienes no viven en entornos rurales, puede parecerlo. Pero las realidades son muy distintas.

A menudo, los habitantes locales se movilizan y organizan tras vivir incendios forestales de cerca. No sólo lo hacen para recuperar su estimado territorio, sino también para prevenir futuros desastres. Existen ejemplos de colectivos activos tras importantes incendios como Pego Viu en Vall d’Ebo (Alacant), Ōriwa en Bejís (Castelló) y Albura en Villanueva de la Vera (Cáceres) en 2022.

Aunque el incendio proporciona, literalmente, la chispa para originar tales colectivos, muchas veces acaban trabajando holísticamente en sus territorios. Esto sucede porque los propios habitantes reconocen que el fuego es tan solo un síntoma visible y que hay intrincadas causas de fondo de índole social, política, económica y ecológica: lo que llamamos el “iceberg del fuego”.

Considerando esto, los colectivos rurales no buscan solamente una resiliencia frente a los incendios forestales, ya que se enfrentan a una lista de retos como la emergencia climática, la despoblación y el extractivismo. Así, encaminan sus acciones hacia una resiliencia genérica frente a todos esos retos.

¿Cómo crean comunidades y territorios resilientes estos colectivos rurales? Al reconocer el incendio como la punta del iceberg, pasan a deliberar sobre sus causas de fondo. Desde allí, imaginan y construyen futuros deseables desde lo local. En este sentido, no emplean solamente conocimientos expertos, sino sobre todo los saberes y experiencias locales para crear colectivamente maneras de convivir con el fuego que encajen con las oportunidades, necesidades y retos locales.

Clave en estos procesos son las redes colaborativas que se forman, a través de las cuales conectan personas y entidades, aprendizajes y reflexiones, tanto del territorio afectado como más allá.

Señales senderistas afectadas por el fuego. E. Castelló, <a href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:CC BY-SA;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">CC BY-SA</a>
Señales senderistas afectadas por el fuego. E. Castelló, CC BY-SA

Una comunicación más cercana

Lejos de ser víctimas pasivas de los incendios forestales, las comunidades rurales son una fuente de inspiración y esperanza para adaptarse al complejo entramado de retos actuales.

A menudo los colectivos rurales pasan inadvertidos, tanto por la ciudadanía en general, como por los expertos en incendios forestales, al no ser parte de proyectos oficiales ni tener los recursos para elaborar una comunicación externa.

Un periodismo local y de acercamiento a esas comunidades puede desempeñar un papel clave para dar a conocer su actividad. Un periodismo atento a los sentidos de lugar puede aportar a la construcción de comunidades resilientes. Eso se puede hacer al compartir historias, reflejando su realidad para presentar miradas más allá del fuego.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Este artículo de divulgación forma parte del proyecto “Nuevos imaginarios del rural en la España contemporánea: cultura, documental y periodismo” (PID2021-122696NB-I00) financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033/ y por FEDER Una manera de hacer Europa, del que Enric Castelló es investigador principal.

Isabeau Ottolini es investigadora doctoral a través del proyecto PyroLife, financiado por el Programa de Investigación e Innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea en virtud del Acuerdo de Subvención Marie Skłodowska-Curie n.º 860787. Isabeau Ottolini también es miembro de la asociación ciudadana, Pego Viu.