El posible regreso del Leviatán político a Estados Unidos

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Una victoria de Donald Trump ensombrecería el panorama político de Estados Unidos durante varias primaveras. El tablero electoral del país, teñido ligeramente de azul por Joe Biden en 2020, puede maquillarse de rojo en noviembre: en las encuestas presidenciales, el candidato republicano aventaja al demócrata en varios estados donde Biden ganó hace cuatro años. En 2016, un colérico Trump –la rabia es, quizás, la característica definitoria del candidato republicano– lanzó calumnias de criminalidad contra Hillary Clinton por usos inapropiados de sus correos oficiales. La candidata fue absuelta de todas las imputaciones de ilegalidad. Ahora Trump, inculpado delincuente, ve cómo dichas denuncias regresan como búmeran. Toca corear: “crooked Trump!” y “lock him up!”. 

En 2016, Trump echó a andar un Leviatán hobbesiano que pretendía arrollar los cimientos democráticos del país. Si en 2025 se le vuelve a dar rienda suelta al Leviatán, el gobierno de los contrapesos republicanos y la alternancia pacífica del poder, cuya longevidad como modelo de Estado-nación ha sido el sello distintivo de EU, están bajo amenaza. Por varias generaciones, los presidentes estadounidenses han sido portavoces en defensa de la universalización de dicho modelo, aún cuando las garantías democráticas dentro de EU se hayan ido desplegando de manera atropellada y contradictoria.

Trump no ha disimulado sus instintos dictatoriales: cuando se le preguntó, en una asamblea pública, si usaría su segundo mandato para ejercer represalias políticas, afirmó que sería un dictador, aunque solo en su primer día. Apostilla satírica, sí, pero es el eco de una larga serie de alarmas que advierten sobre las tendencias totalitarias del candidato republicano. Las advertencias incluyen el libelo de Trump sobre el fraude electoral en 2020, sus denuncias contra la prensa, a la que califica como el “enemigo de la gente”, sus exigencias de lealtad incondicional entre los funcionarios de su gobierno, y, en 2021, las incitaciones a sus más ardientes seguidores para violentar el aparato legislativo de la nación.

Las alarmas también han sonado entre gente cercana a Trump. John Bolton, asesor de seguridad nacional del expresidente, alertó que un segundo mandato del republicano representa un grave peligro para el país. John Kelly, jefe del personal de la Casa Blanca entre 2017 y 2019, advirtió que Trump es “una persona que admira a los autócratas y dictadores asesinos. Una persona que no siente más que desprecio por nuestras instituciones democráticas, nuestra Constitución y el Estado de derecho.” Mark Asper, quien fungió como secretario de defensa del expresidente, expresó preocupaciones similares: “creo que no es apto para el cargo […] Se antepone a sí mismo al país. Sus acciones tienen que ver con él y no con el país. Y luego, por supuesto, creo que también tiene problemas de integridad y de carácter.”

Sin embargo, prevalece un argumento un tanto derrotista o de falsa equivalencia, que presenta a los dos candidatos como igualmente desfavorables. Desalentadas por el panorama político actual, las voces que sostienen dicho argumento expresan preocupaciones por la edad de Biden y el deterioro de su agilidad mental. Algunos escépticos del presidente demócrata también discrepan sobre la forma en la cual la administración estadounidense ha manejado la guerra en Medio Oriente. Pero estas inquietudes se ven opacadas a la luz de la amenaza despótica que representa el candidato republicano.

Un voto por el presidente demócrata representa una apuesta por un gobierno que, aunque soporífero, vela vehementemente por los contrapesos republicanos y los procesos democráticos. Representa una apuesta por una administración de especialistas que estudian los claroscuros de las políticas públicas y que buscan ejercer con pudor la fuerza del gobierno. Mientras el seno del Partido Demócrata ha resistido los golpes desde la izquierda, los márgenes xenófobos y nacionalistas de la derecha conforman ahora la columna vertebral del Partido Republicano de Trump. 

En su famoso ensayo “El fin de la historia”, el politólogo Francis Fukuyama argumentó que el fin de la Guerra Fría marcaba el triunfo del modelo liberal democrático sobre las otras formas de gobierno. Fukuyama nunca dimensionó que, más de tres décadas después de escribir el ensayo, nuevas amenazas hobbesianas estarían floreciendo dentro de EU. En las elecciones estadounidenses de noviembre, ante un panorama político global ensombrecido, debemos apostar por la continuidad del proyecto de gobierno que, anclado en la cautela y el respeto hacia el marco institucional, busca contener al Leviatán.

*Jonathan Grabinsky (@Jgrabinsky) es especialista en temas de gobierno y profesor en el Tecnológico de Monterrey. Cuenta con una licenciatura y maestría en políticas públicas de la Universidad de Chicago.